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Actitud mafiosa: vacunas clandestinas para funcionarios y periodistas del poder

Qué asco: en este país donde han muerto en angustiosa soledad cincuenta mil compatriotas, un grupo de funcionarios y periodistas vinculados al gobierno, fueron inoculados clandestinamente en las oficinas del propio Ministerio de Salud Pública, con la vacuna Sputnik, que parece ser la más efectiva de todas. Y también la más escasa.

El hecho de que el escándalo del llamado “vacunatorio VIP” lo haya detonado el diario “Clarín” y el Presidente Fernández haya expulsado de su cargo al ministro de Salud Pública, Ginés González García, no alcanza ni de lejos para atenuar la profunda repugnancia que suscita este impúdico privilegio en tiempos de tragedia colectiva sin precedentes. Para esta inmundicia el señor Ginés González García había apartado tres mil vacunas rusas, de las escasas 39 mil que se le habían asignado a la ciudad de Buenos Aires, donde existe una vasta población de personas mayores en clara situación de riesgo.

El escándalo se conoció, paradójicamente, por confesión de partes de uno de los privilegiados beneficiarios: el pseudo periodista Horacio Verbitsky, que suele predicar moral con la bragueta abierta, y ha sido desautorizado oficialmente por el CELS, la propia organización humanitaria que preside.

Cuando se enteró que “Clarín” andaba detrás de su vacunación sin turno, el “implacable” Verbitsky, hábil agente para toda suerte de operaciones sucias, se adelantó y lo “confesó” -entre risas obscenas- ante un grupo de periodistas. Dijo textualmente que había recibido el anhelado acceso a la inmunidad, gracias a su amistad de larga data con el renunciado ministro de Salud, Ginés González García. Un ser tan miserable, que al ser descubierto en esta conducta arbitraria, insolidaria y francamente ilegal, en vez de admitir su responsabilidad directa, le echa la culpa a su secretaria.

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La pandemia actuó en este caso como un poderoso revelador fotográfico, exhibiendo al rey desnudo, demostrando que es tan inmoral el que otorga el privilegio como el que lo recibe. Aceptar semejante “gauchada de un amigo” en un país donde millones de compatriotas esperan turno para no contagiarse, me parece sencillamente repugnante. Si no temiera que la mala memoria nacional, alimentada por la imbecilidad programada de los grandes medios, haga olvidar esta infamia, diría que todos los que fueron ilegalmente inmunizados como Verbitsky, han pasado a ser “muertos políticos”. Ojalá el escándalo deje una huella indeleble y termine por demostrar a los incautos que muchos personajes que se presentan como próceres de la causa “nacional y popular” practican una doble moral y no vacilan, cuando se trata de su salud o sus intereses, en comportarse como oligarcas. Espero que esto termine con el verso eterno de los malintencionados y los estúpidos: que criticar a los K es “hacerle el juego a la derecha”. A ver si quienes dicen ser de izquierda lo entienden de una buena vez: es la inmoralidad -venga de donde venga- la que le hace el juego a la derecha.

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