Masacre de Pasco, ocurrida en marzo de 1975 fue el secuestro, tortura, fusilamiento y voladura de ocho militantes populares a manos de la AAA, en la localidad de Temperley, Lomas de Zamora. Tanto Masacre de Pasco, como Masacre de Avellaneda aparecen atravesadas por un sinnúmero de marcas y en ambos casos, Eduardo Duhalde, se desempeñaría, primero como Intendente de Lomas de Zamora y luego como presidente de la Nación.
Ambas masacres difieren en relación al contexto histórico en el que ocurren. Masacre de Pasco se encuentra enmarcada durante la participativa década del setenta, en un ámbito enriquecido por el aporte de distintas expresiones políticas, sobre todo en Lomas de Zamora, donde funcionó una suerte de usina de las disímiles manifestaciones militantes que luego tuvieron sus implicancias a nivel nacional. Por otro lado, Masacre de Avellaneda, según Miguel Mazzeo, se ubica durante un proceso de repolitización de los sectores subalternos, clausurado en pleno auge del neoliberalismo, sumado a la irrupción de nuevas formas auto- organizativas en función de transformar las relaciones de dominación. En ambos casos se promovía la instalación de un nuevo paradigma social, distintas estrategias que apuntaban a cuestionar un sistema arbitrario.
Con respecto a los objetivos y consecuencias, tanto la Triple A y el poder hegemónico, luego el gobierno de facto, a través de la Masacre de Pasco buscaron romper las redes sociales para desactivar y eliminar la pulsión militante. Fue el hecho bisagra que marcó el principio de la derrota de un proyecto social. Fue el castigo a las diferentes manifestaciones políticas presentes en el territorio que cuestionaban un orden desigual e injusto. También, la demostración anticipada de los métodos de exterminio que implementarían tiempo después, implicando a personajes aliados al poder hegemónico que reaparecerían con el tiempo en la escena nacional, repitiendo historias.
Si bien Masacre de Pasco fue el principio del fin, Masacre de Avellaneda tuvo otras connotaciones. Evitó que Duhalde reconstruyera la hegemonía de la clase dominante, precipitó su salida y dejó en claro que el control social, apelando a la represión popular, tenía un límite materializado por el rechazo de amplios sectores de la sociedad que ocuparon las calles en los días siguientes, pese al cerco mediático y gubernamental.
Características de las masacres
Las Masacres fueron una constante en nuestro país, sin embargo, hacia fines de los setenta, adquirieron características propias que luego serían prácticas comunes durante la dictadura: 1) La planificación, 2) El doble juego antitético de lo que se muestra y lo que se esconde, 3) Las zonas liberadas.
1) La planificación. La masacre de Pasco fue producto de una planificación previa por parte de un aparato de inteligencia local. La orden de secuestrar y asesinar en Temperley partió de una disposición del poder centralizado, a partir de los datos aportados por informantes locales. Germán Gómez, uno de los secuestrados pudo reconocer entre sus captores a un vecino policía de apellido Salazar que trabajaba en la Comisaría 1era de Lanús e integrante de la AAA local.
En cuanto a la Masacre de Avellaneda se trató de una prolija planificación organizada desde el propio estado para anular la protesta social, disciplinando a través de asesinatos. Según se relata en la investigación plasmada en el libro “Darío y Maxi, la dignidad piquetera”, los días previos al 26 de junio, Duhalde se reuniría con representantes de las Fuerzas Armadas, de la Policía Federal y Provincial, miembros del gabinete, representantes del Poder Judicial, Servicios de Inteligencia del Estado, el gobernador de Buenos Aires, Felipe Sola, entre otros para instruir sobre la decisión política de reprimir el conflicto social. Su intención era impedir las movilizaciones populares y demostrar su dureza ante el poder económico nacional y el FMI que exigían mayor control social. Tenían entre manos un documento con las desgrabaciones de los discursos pronunciados en la Asamblea Nacional Piquetera realizada los días 22 y 23 de junio en Villa Domínico. Los espías de Oscar Rodríguez, vicejefe de Inteligencia, infiltrarían los encuentros públicos y a las organizaciones populares.
2) El doble juego antitético de lo que se muestra y lo que se esconde. Las masacres tienden a ser perpetradas en secreto, ocultando y mostrando al mismo tiempo, desvirtuando en otros. Por ese motivo, la patota de la Triple A no sólo utilizó máscaras, sino que amedrentó a los vecinos a punta de pistola para que ingresaran a sus casas. Por otro lado, en un intento de visibilizar los asesinatos, escenificaron el lugar no sólo a través de la magnitud de la masacre sino también mediante carteles colgados que daban cuenta de quienes habían sido los falsos responsables (ERP y Montoneros) en un intento de instalar la figura del delincuente subversivo. De la misma manera, durante los días posteriores a la Masacre de Avellaneda, miembros del gabinete nacional, legisladores, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Felipe Solá y los mandos de las fuerzas represivas, se dedicarían a mentir sobre lo sucedido criminalizando la protesta social para justificar las muertes. Confeccionarían el discurso del «complot” para culpabilizar a las víctimas e instituir la existencia de una “trama” destinada a derrocar al gobierno de Duhalde. Inventaron la existencia de “balas piqueteras” para demostrar la presencia de organizaciones volcadas a la lucha armada. Mostrarían a la policía como blanco de las agresiones.
3) La instalación de zonas liberadas que luego serían prácticas sistemáticas durante la dictadura data de la época de la Triple A. Las fuerzas paramilitares cuando iban a secuestrar a los supuestos opositores al régimen le ordenaban a la policía no intervenir en caso de recibir un llamado de alarma en la zona del operativo. Y así lo hacían, cuando no participaban activamente en el mismo. La noche del 21 de marzo, Irma Santa Cruz y un familiar de los hermanos Díaz acudieron a la Comisaría de San José para denunciar los hechos ocurridos. Néstor Díaz les suplicó que salieran a buscar a sus hermanos, pero los policías se excusaron diciendo que no contaban con unidades. Irma Santa Cruz les exigió la custodia de un patrullero, pero le dijeron que estaban afectados a la masacre.
Contrariamente, la Masacre de Avellaneda, fue un procedimiento a vox populi y coordinado, donde participaron las cuatro fuerzas armadas: la policía de la Provincia de Buenos Aires, la Policía Federal, la Gendarmería Nacional y la Prefectura Naval. Por otro lado, anticipándose a lo que podía pasar, un día antes habían desalojado algunas salas del Hospital Fiorito.
Duhalde, Intendente de Lomas
Duhalde inicia su militancia en el Sindicato de Empleados Municipales como delegado, luego como Secretario Administrativo, a la par que se desempeñaba en la oficina de Asuntos Legales. Se afilia al Partido Justicialista. Algunos meses después consigue la confianza de los principales dirigentes de las 62 Organizaciones local. En aquel momento Rodolfo Illescas era el Secretario Gremial de la regional que abarcaba la CGT y las 62, dominaba el sindicato municipal. Illescas lo postula a Duhalde como concejal por la rama sindical. Al mismo tiempo participaba en el Centro Doctrinario, organización de corte ortodoxo que integraban Toledo, Graciela Giannettasio, Labollita, Alberto Trezza, Pedro Gutiérrez, Rubén Miguel Citara, Raúl Álvarez Echagüe.
Destituido Ortiz, en el mes de julio de 1973, lo reemplaza Turner, en consecuencia, Duhalde ocupa la Presidencia del Concejo Deliberante. El peronismo ortodoxo, personificado en la figura de Illescas, Secretario gremial del sindicato de municipales impulsa a Duhalde como reemplazo de Turner, luego de sucesivas maniobras que expulsaron a Turner de la Intendencia. Otros sectores reaccionarios le dan el visto bueno y brindan su apoyo como el gobernador Victorio Calabró.
La maldita policía
El 18 de marzo de 1975, tres policías señalados como torturadores y asesinos de militantes sociales son ajusticiados por Montoneros. Al día siguiente de ocurridos los hechos, la Municipalidad de Lomas publicaría una solicitada en el diario local “La Unión”. En ella expresaba su consternación y calificaba a los policías caídos como humildes servidores del orden público. Brindó sus condolencias al Comisario de la primera de Lomas, Enrique A. Paillard, al Jefe de la Unidad Regional II de Lanús, Comisario Luis Rodolfo Ventini, y al Jefe de la policía Comisario General Enrique Silva e invitó al pueblo de Lomas al velatorio que se llevó a cabo en 1° piso de la Municipalidad.
Otra solicitada del mismo día, emitida por el intendente Duhalde, el bloque del FREJULI, la Delegación de la CGT y la Regional de las 62 Organizaciones expresaba un contundente repudio contra los antipatria que respondían a intereses antinacionales. En esa oportunidad, Duhalde brindaría sus respetos a policías sospechados, entre ellos a Paillard, Comisario General que se desempeñó en dictadura como responsable de la Dirección de Inteligencia. Actualmente, juzgado según la causa N°1 por delitos de lesa humanidad. Años más tarde (1994), Duhalde, repetiría la misma actitud condescendiente al calificar a Klodzyck como «el mejor jefe de la mejor policía del mundo” conceptos que se trastocarían al visibilizarse la responsabilidad mafiosa de Klodzyck, luego de la muerte de José Luis Cabezas. Como corolario de esa línea de pensamiento, indultaría en los 90´ a varios miembros de la Triple A. Años después a Mohamed Alí Seineldín. De la misma manera propondría como slogan de campaña en las presidenciales del 2011: “Tenemos que parir en 2011 un gobierno para todos los argentinos, para el que quiere a Videla y para el que no lo quiere”. En otro reportaje afirmaría que “hoy se humilla a las Fuerzas Armadas” (Página 12- 2010), avalando públicamente la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final.

Distintos contextos, las mismas prácticas
Ya para el año 1974, Duhalde trabaría contacto con un sector controversial de la derecha peronista. No es casual que la revista “El caudillo” de Felipe Romero, vocero de la Triple A, lo señalaría como una salida esperanzadora para Lomas de Zamora, afirmando que “El intendente, Eduardo Duhalde tiene la oportunidad de revertir el proceso de anarquía, corrupción y marxistizacion, imponiendo a su gestión una política peronista. Los peronistas y el pueblo todo de Lomas de Zamora, mantienen una esperanzada expectativa.” Meses después ejecutarían a ocho militantes populares en la llamada Masacre de Pasco.
A un mes de ocurrida la Masacre de Pasco, la JP lomense, a través de volantes arrojados en la vía pública, no sólo denunciarían el hecho, sino también revelarían los posteriores hostigamientos a los militantes por medio de los allanamientos a los domicilios de varios de ellos. También identificarían a los responsables del hecho, marcando en primer lugar a la Comisaría Nº 1 de Lomas de Zamora por encarcelar y torturar a militantes peronistas, además de la desaparición del militante Sergio Alberto Escot. Igualmente responsabilizarían al intendente Duhalde por fomentar desde la Municipalidad la aparición de grupos parapoliciales, denunciando que durante el gobierno de Duhalde se produjeron la mayor cantidad de encarcelamientos y asesinatos a militantes populares en la historia de Lomas de Zamora. Agregan que la relación de Duhalde con la policía queda en claro cuando dos meses antes había prestado el salón de la Municipalidad para que fueran velados allí, los tres policías torturadores ejecutados por los Montoneros. Finalmente repudiarían al gobierno encabezado por Isabel. López Rega y la burocracia sindical y los igualarían con los gobiernos de las dictaduras.
Pasados algunos meses de la masacre, desde Lomas se organiza la movilización a Plaza de mayo, el 17 de octubre de 1975, día de la lealtad. Hablaría Isabel de Perón. La columna de Lomas, según relatan algunos asistentes al acto, ingresarían a la Plaza de Mayo cantando:” A la lata, al latero, queremos la cabeza de los jefes montoneros”.
Transcurrido el año 2002, asumiría la presidencia de la Nación, en circunstancias similares a la asunción como intendente de Lomas de Zamora, sin el voto popular.
Ocurrida la Masacre de Avellaneda durante su presidencia, afirmaría años después, el 15 de enero de 2011 en el diario Nación, en vistas a las elecciones de ese año: “Seré el presidente del orden… y el Estado “tiene el monopolio de la fuerza y debe utilizarla”.