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La hidrovía y la cuestión nacional

La decisión del gobierno nacional de llamar a licitación para la administración de la llamada Hidrovia Paraná-Paraguay desató fuertes controversias tanto por fuera como dentro del gobierno. Es que en este cauce navegable se ponen en juego definiciones estratégicas que forman parte de nuestra cuestión nacional nunca resuelta.

Así el Dec. 949/20 que habilita a la mencionada licitación no hace otra cosa que sacralizar nuestra histórica dependencia, en este caso cediendo una vez más el manejo y control de nuestra principal vía navegable al capital multinacional.

Economía y política

Desde nuestros orígenes como país la Cuenca del Plata y sus afluentes navegables fueron motivo de disputas. Estas adquieren hoy particular relevancia en el caso del Sistema de Navegación Troncal (SNT), según su denominación técnica, que nace en Brasil (Pto. Cáceres) sirviendo a 5 países de la región llegando hasta Montevideo (Pto. Palmira). La mitad de su extenso recorrido transita por aguas nacionales.

Este cauce navegable tiene un valor estratégico para nuestro comercio internacional. Lo transitan unos 6000 barcos al año que transportan el 95% de las importaciones y el 80 de las exportaciones (80% de las granarías y sus derivados, el 100% de las de vehículos que salen por vías navegables, el 90% de los conteiner).

Antecedentes inmediatos

Con el paso del tiempo y en la medida que crecían nuestras exportaciones este curso fluvial fue requiriendo dragados de mayor profundidad para permitir operar buques cargueros de cada vez mayor calado. En el transporte a granel el costo del flete pesa mucho sobre el valor final y la mayor profundidad del dragado permite mayor carga transportable, menos viajes y menor tiempo de espera de los barcos. Así se abarata el costo  del producto en destino y se gana en competitividad..

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En los años ’90 del siglo pasado el gobierno encabezado por Carlos Menem, bajo los designios del Consenso de Washington, lanzó un vasto proceso de privatizaciones (empresas ferroviarias y aeronáuticas, energéticas y petrolera, servicios portuarios y nuestra flota de bandera…) que alcanzó también a esta cuenca navegable. Todo se hizo en tiempo récord.

En aquel contexto de auge de la globalización neoliberal es que en 1995 se llamó a licitación para la administración (dragado, balizamiento y mantenimiento) del SNT, concurso que ganó Hidrovía SA (consorcio integrado por  las empresas Jan de Nul (belga) y Emepa (nacional). El contrato (que no estuvo exento de irregularidades) se extendía por 10 años pero fue renovándose hasta que en 2009 se lo prorrogó con vencimiento el 30 de abril de este año.

Otra vez sopa

En agosto pasado el gobierno anunció la creación de la Administradora Federal de la Hidrovia Sociedad del Estado, abría así la posibilidad de que la administración estatal lograra retomar el control de nuestras exportaciones por vía marítima. Sin embargo en noviembre se dio a conocer el Dec. 949/20 que habilita a un nuevo llamado internacional para administrar la hidrovía. La conclusión es obvia: nuevamente se entregaría al capital privado internacional el control de la ruta que va desde la Confluencia Paraná-Paraguay hasta el Río de la Plata. Según distintos cálculos, en concepto de peaje la hidrovía recauda 750 mill. de dólares al año, mientras que su mantenimiento y operación cuesta unos 325. La diferencia la embolsa el concesionario que además tiene subsidiado el gas oil.

Pero no es solo un gran negocio. La hidrovía tiene también un fuerte valor geopolítico. Nuestra historia da cuenta de las reiteradas disputas entre las clases dominantes (la burguesía comercial porteña, los terratenientes y los agentes de los imperialismos, inglés, francés y luego norteamericano) alrededor de este cauce navegable. Es que quién controla la operación de estos ríos, sus afluentes y sus puertos controla buena parte de la actividad del país. Desde la privatización el Estado nacional perdió el control y capacidad de regulación de este curso  navegable estratégico. Esto se complementó con que las grandes multinacionales exportadoras fueron construyendo y apropiándose de más puertos administrados en forma privada que aceleraban los tiempos de carga y descarga y evaden el control sobre lo que realmente se despacha (miles de millones de dólares se pierden año tras año por exportaciones no declaradas).

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Ahora es cuando

Este año no solo vence la concesión de la hidrovía, también la de algunos puertos y la de ramales ferroviarios claves para el transporte de granos. Hay que derogar el Dec. 949/20 y aprovechar esta oportunidad única para retomar el control del transporte del principal producto de exportación y de nuestro comercio exterior, que debiera complementarse con una flota de bandera y con la puesta en operaciones del Canal Magdalena. Sería un acto de soberanía nacional efectiva y no meramente declarativa, como nos tienen acostumbrados.

No se trata como en el caso Vicentín (¿una oportunidad ya perdida?) de expropiar nada, simplemente de hacer valer el derecho del Estado nacional de, al vencimiento de las concesiones, recuperar el control de recursos que hacen a una efectiva soberanía nacional. Un amplio abanico de organizaciones sociales y políticas ha lanzado el Frente por la Soberanía con el objetivo concreto de derogar el mencionado decreto e impulsar que el Estado recupere el control de nuestros ríos y salida marítima que nunca debiera haber cedido.

Dejar pasar esta oportunidad será revitalizar la lógica privatizadora y sus consecuencias.

*integrante del colectivo EDI –Economistas de Izquierda-

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Con el actual curso del Sistema Troncal todo el transporte marítimo hacia y desde la región central y norte de nuestro país está como apartada del océano atlántico y del Sur del país, por lo tanto debe transitar obligadamente por el Canal Punta Indio (de costoso dragado, navegación compleja y de una sola mano lo que produce constantes atascamientos) y utilizar, peaje mediante, el Puerto Palmira (Montevideo).

Por el contrario la naturaleza y la geografía han dotado al país de una alternativa: el Canal Magdalena, de dragado menos costoso, de doble mano y navegación favorable, que permite la salida al mar por aguas jurisdiccionales propias, sin trámites aduaneros ni tiempos de espera. Se potenciaría así el puerto de La Plata con una mayor complementación con los puertos de Bahía Blanca y Quequén y más al sur también.

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