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Carlos Fuentealba, un nombre que es bandera

Especial para ContrahegemoníaWeb

Dos escuelas llevan el nombre Carlos Fuentealba en Rosario. Las dos son de nivel medio, como el Centro Provincial de Enseñanza Media (CPEM) n.º 69 en la que trabajaba Carlos. También coinciden en las condiciones sociales: el Centro 69 estaba en barrio Cuenca XV, uno de los más pobres del oeste de la ciudad de Neuquén; las escuelas medias de Rosario que eligieron el nombre de Carlos quedan en las barriadas más pobres de nuestra zona oeste. La Media N° 569 queda “del otro lado” de la avenida de Circunvalación, en el barrio de Santa Lucía. La otra, la Media N° 518, es una escuela intercultural bilingüe que queda en “Rouillon al fondo”, en el barrio toba más poblado de la ciudad.

Vale llegar a estar escuelas para conocer en carne viva lo que es la pobreza en una de las regiones más ricas del país: en el centro de la pampa gringa donde están los puertos de los que todos los días salen barcos con inmensas riquezas en sus bodegas. Casas con apenas unas chapas, niños y niñas descalzos en cualquier época del año, zanjas que incuban enfermedades y muestran, a cielo abierto, el abandono municipal. La miseria, la desocupación y la violencia narco gritan presente en cualquier esquina. Las escuelas, las queridas escuelas “Carlos Fuentealba”, son una trinchera, unos de los pocos lugares donde las y los adolescentes se sienten abrazados, una apuesta a pelearle a este presente injusto para construir otro futuro. Lamentablemente el abandono es también del Ministerio de Educación: faltan aulas, espacios en condiciones, cargos docentes y de asistentes escolares; pero los reclamos de las y los profesores y de toda la comunidad están a la orden del día y logran arrancar algunas respuestas.

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Desde hace 14 años, desde aquel trágico 4 de abril de 2007, Carlos Fuentealba se ha convertido en una bandera de la docencia en lucha. En el marco de un duro conflicto salarial el sindicato ATEN resolvió hacer piquetes para cortar “la ruta del turismo” en el comienzo de la Semana Santa y así obligar al gobernador Jorge Sobisch a abrir una mesa de negociación. Carlos era delegado de su escuela, no estaba de acuerdo con la medida pero no dudó en acatar lo que había resuelto la mayoría y allí estuvo en la ruta 22 a la altura de Arroyito. Decenas y decenas de docentes fueron llegando en autos, en combis, en colectivos. Empezaron a ubicarse sobre la ruta pero rápidamente se vieron intimidados por un inmenso despliegue policial. Con cascos, con chalecos, con escudos, con armas, con cargos hidrantes cientos de policías empezaron a avanzar. Los huelguistas se replegaron, se subían a los vehículos o caminaban por un costado de la ruta hacia una estación de servicio cercana. Carlos Fuentealba ayudaba a los más rezagados; con la policía disparando a sus espaldas fue el último en subirse al último auto, un Fiat 147.  A escasos metros del auto el cabo Darío Poblete disparó su arma; el proyectil atravesó la luneta del vehículo y penetró en el cuello del docente hiriéndolo mortalmente. Como dice un inmenso cartel al costado de la ruta, allí “Carlos dio su última clase”.

La noticia corrió por todo el país y fue la conmoción, la indignación, la impotencia y también la lucha. “Las tizas no se manchan de sangre” fue el grito que atravesó las escuelas de cada rincón de la geografía nacional. El paro convocado por la Ctera para el lunes 9 de abril, a continuación de la Semana Santa, fue de una contundencia histórica, como lo fueron las marchas que recorrieron las ciudades capitales de cada provincia. En Rosario hicimos la movilización docente más grande en décadas. En Neuquén la movilización social fue inmensa y durante meses la Casa de Gobierno y la Legislatura permanecieron cerradas.

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Finalmente, la Justicia se vio obligada a avanzar. Pero, como pasa siempre, lo hizo a las órdenes del poder político. La causa iniciada se dividió en dos. “Fuentealba uno” se llamó la que investigó a los responsables materiales y terminó con la condena a Darío Poblete. “Fuentealba dos”, la que debía investigar las responsabilidades de Jorge Sobisch; esta causa nunca avanzó hasta finalmente prescribir por el simple paso de los años garantizando la impunidad de los poderosos.

A pocos días del 45 Aniversario del Golpe Genocida del ’76, este 4 de abril no vuelve a plantear la pelea por la Memoria, la Verdad y la Justicia.

Los nombres de las escuelas, y también de las calles, son parte de esa pelea.

Carlos seguramente estaría orgulloso de saber cuáles son las escuelas de Rosario que lo eligieron al momento de colocarse un nombre. También que la calle donde está la sede del Ministerio de Educación en Rosario, por donde normalmente transitan cientos de docentes, se llame a partir de ahora “Maestro Fuentealba” de acuerdo a una ordenanza votada el pasado 25 de marzo.

No se trata de un gesto formal vacío de contenido.

A catorce años de su asesinato Carlos sigue siendo una bandera para la docencia de todo el país.

Porque hay miles de docentes bajo la línea de la pobreza, por hay cientos de edificios en pésimas condiciones, porque el derecho a la educación sigue sin ser una realidad para muchos jóvenes de las barriadas más pobres de cualquier lugar del país.

Hacemos memoria porque seguimos reclamando justicia por Carlos y porque, como él, en las calles y en las aulas, apostamos a construir otro futuro.

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