La opresión, la desposesión y las discriminaciones coloniales sufridas por el pueblo palestino no son algo accidental sino producto de una larga historia. La resistencia palestina a este proceso de larga duración no ha concluido, a pesar de que hoy el movimiento nacional atraviesa una crisis y que los palestinos hacen frente a una correlación de fuerzas ampliamente desfavorable. El apartheid y la represión israelí es un fenómeno estructural y activo, está inscripto en los fundamentos mismos del Estado de Israel y en su papel de avanzada del imperialismo occidental en la región.
La colonización sionista de Palestina no se realizó a semejanza del modelo clásico, de una colonia de factoría; el principal objetivo no era la explotación económica de la población autóctona, sino el reemplazo y extermino de un pueblo; tampoco existió relación con una capital europea a la que desviar los excedentes económicos o materias primas, asimismo el asentamiento de la población colonial no era temporal sino definitivo y se expandió al conjunto del territorio. Esta colonización estaba sustentada en una ideología, el sionismo; junto a la superioridad económica, tecnológica y militar israelí, y con el apoyo de las potencias hegemónicas, consumaron la expulsión del pueblo palestino de sus tierras.
La historia de la resistencia se encuentra atravesada de contradicciones, la sociedad palestina no es una colectividad uniforme, la vida de un pueblo bajo ocupación y opresión, no se resume en la resistencia, sino que se organiza alrededor de una relación compleja y dialéctica entre lucha por la liberación y la organización de espacios en el seno del dispositivo de ocupación. Asimismo las clases populares fueron excluidas de la dirección del movimiento nacional; a pesar de ello la resistencia se convirtió en el principal medio para liberarse de la opresión y de la represión. Las intifadas, los continuos levantamientos y luchas fueron la expresión más visible, de una conciencia colectiva y de una voluntad compartida de acabar con la ocupación colonial.
Los orígenes
La colonización israelí de Palestina, hunde sus raíces históricas en los deseos de un sector del judaísmo de fundar un estado en la tierra que consideran su “madre patria”. Este es el fundamento ideológico del origen del sionismo como movimiento de reacción del pueblo judío frente a un clima de persecución y antisemitismo, imperante en Europa, cuyo ascenso se visualizó durante el caso Dreyfus durante el año 1895 en Francia. La primera gran ola de migración judía a Palestina se conoce como aliyá (ascenso) y se inició en 1881, como consecuencia de dicha situación. El fundador del sionismo político moderno, Theodor Herlz, fue el primero en registrar la idea de “un estado para los judíos”; publicó un panfleto llamado, “El Estado Judío”. Ubicaba geográficamente al estado ideal judío en la Palestina Otomana y para ello, incluso llegó a reunirse para negociar con el sultán Abdulhamid II en el año 1901. El embrionario movimiento sionista estaba convencido de que el antisemitismo estaba tan profundamente enraizado en Europa, que las sociedades lo apoyarían como una vía para librarse de los judíos.
El primer Congreso Sionista tuvo lugar en Basilea (Suiza), en agosto de 1897; presidido por Herlz, en él se plasmó la idea de que el pueblo judío era algo más que una comunidad religiosa, que aspiraba a derechos políticos y a asentarse en los territorios que denominaba su hogar histórico. En Europa se sucedían los progromos antisemitas; paralelamente el movimiento sionista propiciaba la idea de fundar un estado judío en Palestina, sin tomar en cuenta que esas tierras estaban habitadas por pobladores árabes que, comenzaban a percibir dicha iniciativa como una extensión del colonialismo europeo. Palestina a finales del S.XIX era parte del Imperio Otomano, dentro de la Gran Siria. La sociedad palestina era eminentemente rural y agrícola y mayormente de religión musulmana, en la que destacaban las redes informales de apoyo y los vínculos de parentesco como pilares de la organización social.
El sionismo era un movimiento ultraminoritario en el mundo judío, los asimilacionistas, igual que los religiosos ortodoxos y los judíos revolucionarios eran opuestos al sionismo. Los religiosos rechazan el nacionalismo que quiere reemplazar a la religión. El Bund, sindicato judío en Rusia, Lituania y Polonia, y el primer partido judío en Polonia, reivindican la lucha por la mejora de su condición en los países en los que los judíos se encuentran, y una autonomía nacional y cultural pero no territorial en un imperio ruso que desean que se transforme en una federación de los pueblos.
Durante la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa; se firman los acuerdos Sykes-Picot ratificando el reparto del Medio Oriente otomano entre Francia y Gran Bretaña, y prevén un estatus internacional para Palestina. Gran Bretaña cree que satisfacer a la colectividad judía estadounidenses permitiría obtener la ayuda militar americana, compensar a los judíos rusos permitiendo a Rusia seguir en guerra, asimismo reforzaría su posición en el Oriente árabe, en particular sobre el Canal de Suez. En ese momento se concreta la promesa Balfour, un mensaje enviado a los judíos del mundo entero siendo a la vez y una forma de acuerdo de subcontratación propuesto a los sionistas judíos para posicionar sus intereses imperialistas. Para todas las potencias coloniales de la época, los pueblos autóctonos no tienen ninguna importancia a ojos de la potencia imperial. Colonialismo y antisemitismo asociados serán los fundamentos de la promesa de un hogar nacional judío en Palestina.
El 2 de noviembre de 1917, el ministro británico de Asunto Exteriores, Arthur Balfour, dirigía una carta a Lionel Walter Rotschild, miembro célebre de la comunidad judía en Gran Bretaña y gran patrocinador del movimiento sionista. Será, conocida con el nombre de “declaración Balfour” es un momento clave de la historia de Palestina, puesto que por primera vez el gobierno de una gran potencia se comprometía a apoyar al movimiento sionista. La declaración Balfour estampa la alianza entre sionismo e imperialismo, al mismo tiempo que sella la suerte de los palestinos que son simbólicamente desposeídos de su tierra por una potencia colonial.
Esta declaración brindaba el apoyo oficial del gobierno imperial al proyecto de establecimiento de un estado judío en Palestina, entonces bajo administración otomana. Esta promesa, es un momento clave de la historia de Palestina, puesto que por primera vez el gobierno de una gran potencia se comprometía a apoyar al movimiento sionista. La declaración Balfour sella la alianza entre sionismo e imperialismo, al mismo tiempo que sentencia la desposesión al pueblo palestino de su tierra por una potencia colonial, que la concede a un movimiento colonizador. Balfour no actuaba como agente de un imperio que tenía intenciones geopolíticas a gran escala, no solo para Palestina, sino para la región árabe. Justo un año antes, había sido elaborado otro documento, por otro diplomático británico, Mark Sykes junto al representante francés Fançois Georges-Picot, El documento indicaba que cuando los otomanos fueran derrotados, sus territorios serían divididos entre las futuras partes victoriosas, fue firmado dos años después del comienzo de la Primera Guerra Mundial.
Desde la primera ola de migración judía sionista a Palestina en 1882, los países europeos facilitaban la instalación de numerosas colonias. Es importante recordar que el Imperio Británico, había hecho numerosas promesas a la autoproclamada dirigencia árabe durante los años de la Gran Guerra, que tomaba partido por los británicos en su guerra contra el Imperio Otomano. Se prometió a los árabes una independencia inmediata, incluso para los palestinos. Cuando las intenciones de los británicos y sus lazos con los sionistas se hicieron demasiado evidentes, los palestinos se rebelaron.
La instalación de un Mandato de Gran Bretaña sobre Palestina en 1920, después de la Primera Guerra Mundial, fue recepcionada con entusiasmo por la comunidad judía. En esta época, se produjo una nueva oleada migratoria de judíos hacia Palestina, en un intento de constituir una mayoría de población hebrea a través de la emigración. La oposición por parte de la comunidad árabe era cada vez más importante y así se produjeron disturbios en Jerusalén en abril de 1920 y con mayor virulencia en Jaffa en mayo de 1921. La comunidad judía estaba dividida; muchos opinaban que estaba incitada por algunos altos oficiales británicos, por su antisemitismo, pero para algunos líderes de la comunidad hebrea, como David Ben-Gurión, era claro que la principal oposición a su proyecto sionista venía de la comunidad árabe de Palestina. Estos sucesos propiciaron la aparición de la Haganá, organización paramilitar hebrea que se constituyó en el embrión de lo que posteriormente fue el ejército israelí.
La rebelión contra el Imperio.
En la década de 1920, los palestinos protagonizaron considerables rebeliones contra las colonias judías, una de las más importantes fue la “sublevación de Buraq”, en referencia al muro oeste de la mezquita Al-Aqsa, llamado “muro de Buraq” por los musulmanes y “muro de los lamentos” por los judíos. Se produjo en reacción al intento de apropiación del muro por parte de los judíos; en la revuelta participó la mayoría de las ciudades palestinas, y dejó un saldo de varias centenas de muertos y de heridos, tanto entre los árabes como entre los judíos; los británicos la sofocaron, con importantes unidades militares.
Las autoridades británicas, alarmadas por los acontecimientos, establecieron una Comisión de Investigación cuyo resultado fue una declaración política en 1930, emitida por el secretario colonial Lord Passfield. En ella, se limitaba la inmigración y la compra de terrenos por parte de la comunidad judía, parecía que el proyecto sionista estaba herido de muerte. Sin embargo el auge del fascismo y el nazismo en Europa así como las manifestaciones antisemitas en Europa Oriental, provocaron una inmigración masiva de judíos hacia Palestina; produciendo un considerable aumento de la población hebrea.
La resistencia del pueblo palestino se orientó más contra el sistema de ocupación británico que contra las unidades de poblamiento sionista. El liderazgo del movimiento nacional palestino había perdido toda esperanza de ver un cambio de posición del Reino Unido en relación a la declaración Balfour y el proyecto de un “hogar nacional judío”. En octubre de 1933, en varias ciudades palestinas, sobre todo Jerusalén y Jaffa, estallaron levantamientos y huelgas contra las autoridades británicas en protesta a su complicidad ante el armamento de las organizaciones sionistas y la inmigración judía en Palestina.
Temiendo que la dirección de la huelga general quedara en manos de los comités locales y por lo tanto que el rol de los partidos políticos palestinos se volviera marginal, los dirigentes políticos se reunieron el 25 de abril de 1936 y anunciaron la formación del Alto Comité Árabe, presidido por el muftí de Jerusalén, Mohamed Amin al-Husayni. Ese comité, presionado por las bases, llamó a continuar con la huelga general hasta que las autoridades británicas aceptaran las demandas del movimiento nacional árabe; interrupción total de la inmigración judía, prohibición de la apropiación de las tierras por parte de los judíos, y formación de un gobierno nacional.
Las autoridades coloniales utilizaron varias estrategias para derrotar la revuelta, la instauración del estado de emergencia y la movilización de unidades militares; incluso utilizaron la tortura; efectuaron bombardeos, que destruyeron la ciudad de Jaffa, donde se habían refugiado los insurgentes palestinos. Se detuvieron a miles de insurgentes, muchos fueron condenados a muerte. Las autoridades britanicas apoyaron la formación de, unidades armadas compuestas de palestinos que se oponían a al-Husayni. También legitimaron la actuación de la Haganá, la organización paramilitar sionista. La idea de la revuelta armada contra los judíos y la autoridad británica se materializó a través del predicador y líder árabe sirio Izz ad-Din al-Qass, muy activo en la ciudad de Haifa, que apoyaba la yihad religiosa contra los sionistas y el imperio británico. Murió en un enfrentamiento armado con las tropas coloniales británicas en 1935. Al año siguiente se produjo una revuelta espontánea de la comunidad árabe de Palestina tras la declaración de una huelga general.
La revuelta árabe, que combinaba concepciones islámicas con nacionalistas, fue liderada por el gran muftí de Jerusalén al-Husseini. Se organizó en torno a un Alto Comité Árabe, ilegalizado por los británico en 1937, por lo que sus líderes tuvieron que partir al exilio; para el pueblo árabe el sionismo era una extensión del colonialismo británico. La política imperialista, tuvo un elevado costo de vidas, también supuso desastrosas consecuencias económicas para la comunidad árabe, contrariamente a la comunidad judía le permitió iniciar el camino hacia la progresiva independencia social y económica. En esta época los sionistas, construyen el puerto de Tel Avi, para evitar el puerto árabe de Jaffa, paralizado por huelgas. La comunidad árabe además se encontraba inmersa en una fuerte división interna, entre los partidarios de Haj Amin al-Husseini y sus opositores del clan Nashashibi, a lo que se unía las rivalidades entre localismos y entre cristianos y musulmanes.
El imperialismo británico estableció la Comisión Pell, en donde dictaminaba la existencia de dos movimientos nacionales en Palestina, planteando en el año 1937 la partición del territorio en dos estados; uno hebreo y otro árabe. La oposición a esta propuesta por parte de la comunidad árabe fue prácticamente generalizada con la excepción del emir Abd Allah I de Jordania, ansiando la anexión de la porción palestina para su reino. Los judíos aceptaron la propuesta ya que satisfacía las pretensiones del proyecto sionista, fue postergada debido a que estalló la Segunda Guerra Mundial.
Aunque se puede decir que la rebelión fracasó en el año 1939, constituyo para la comunidad árabe el afianzamiento de una identidad nacional y una demostración de las intenciones del imperialismo y su aliado el sionismo. Por otro lado la falta de cohesión de la sociedad palestina, puso de relieve su dependencia de la intervención de otros países árabes; perdiendo, la dirigencia palestina, los mandos en la toma de sus propias decisiones. En el lado judío, la revuelta supuso la expansión y desarrollo de las fuerzas de autodefensa de la Haganá, contando con la aprobación británica. Se formaron fuerzas auxiliares británicas judías, impulsadas por un oficial británico. La comunidad árabe estaba cada vez más marginada, tanto social como económicamente, además de profundamente dividida.
Son conocidas las huellas que dejo la Segunda Guerra y el genocidio nazi en el pueblo judío. Durante ese proceso uno de los líderes sionistas Ben Gurion tomo preeminencia, por luchar contra los nazis con las tropas británicas; con miles de voluntarios judíos, dándoles experiencia de combate. En esa época se crearon, las unidades de élite denominadas Palmaj, también una “Brigada Judía” dentro del propio ejército británico. El genocidio nazi trajo la casi aniquilación del pueblo judío en Europa; al mismo tiempo el mundo se dividía en dos grandes polos geopolíticos liderados por el imperialismo norteamericano y la burocracia Soviética, así como el declive de las potencias coloniales. Estados Unidos, debido a la presión de la influyente comunidad judía y su propio interese abogó por la inmigración a tierras palestinas de los desplazados judíos sobrevivientes del Holocausto.
Después de la Segunda Guerra Mundial, se produjo un cambio muy importante en la situación de los países imperialistas; la contracción del poder de Inglaterra se hizo más evidente y Estados Unidos emergió como la potencia hegemónica. El control del Medio Oriente, poseedor de enormes reservas de petróleo, adquirió un valor estratégico. Por eso EE.UU., además de buscar el apoyo de las petromonarquías aliadas, necesitaba una “base propia”, un punto de apoyo para controlar la región; fue el Estado de Israel el que desempeño ese papel. Por esos años, organizaciones armadas sionistas como Ergun y Lehi atacaron aldeas palestinas. Estos fueron los primeros hechos de una verdadera la limpieza étnica, bendecida por el imperialismo, con la complicidad de la burocracia soviética, unos pocos miles de palestinos permanecieron en sus tierras; el resto fue desalojado.
El nacimiento del nacionalismo judío es uno de los fundamentos del sionismo, que asume la concepción colonial europea de la época sobre el Estado-nación, ignorando los derechos de los pueblos colonizados. La naturaleza colonial de sionismo será invisibilizada, considerado como un nacionalismo local que entra en competencia con el palestino; será presentado como un movimiento de independencia contra Gran Bretaña, va a ocultar y borrar literalmente al ya activo movimiento palestino de independencia. De hecho, la retirada de Gran Bretaña deja en pie una nueva potencia colonial, Israel, que continuará defendiendo los intereses occidentales sobre los que no ha dejado de apoyarse.
Las guerras contra el Estado de Israel.
En el año 1946 se establece una Comisión
anglo-americana de Investigación para estudiar la situación en Palestina, esto
revelaba la posición determinante Estados Unidos en el destino de la región. En
ese periodo comenzaron a producirse ataques armados contra instalaciones
británicas en Palestina, efectuadas por fuerzas judías; como la
voladura de todos los puentes de comunicación perpetrado por la Haganá o el
atentado al Hotel Rey David, llevado a cabo por la organización Irgún. La
propia inmigración judía comenzó a utilizarse como un instrumento de
desestabilización del equilibrio de fuerzas en la región, el diálogo entre las
comunidades hebrea y musulmana se encontraba roto, llevó a los británicos a dar
por impracticable el Mandato y traspasar el problema a Naciones Unidas. Esta
decisión coincide con la independencia de la India del Imperio Británico; por
lo tanto, sin presencia en aquellos territorios y sin necesidad de asegurar las
rutas comerciales, la existencia británica en Palestina no poseía valor
estratégico.
En mayo de 1947, las Naciones Unidas establecen un Comité Especial sobre
Palestina, que planteó una propuesta de partición del territorio en dos
estados; uno judío y otro árabe. La solución materializada a través de la
Resolución 181 no convencía demasiado a ambas comunidades aunque tenía el apoyo de la Unión Soviética, ávido de
terminar con la influencia británica en la región. La Asamblea General de las
Naciones Unidas votó a favor de la partición de Palestina en noviembre de 1947,
dejaba menos de la mitad del territorio a una comunidad árabe que constituía
los dos tercios del total de habitantes.
Al día siguiente a la firma del Plan de partición, que supone el fin del
mandato británico en Palestina, se enfrentan las dos comunidades,
inicialmente supuso una lucha por el control de las vías de comunicación. En el
mes de marzo, la comunidad judía parecía estar al borde de la derrota y las fuerzas
irregulares árabes, se vieron apoyadas por una milicia denominada “Ejército
Árabe de Liberación”. Pero en abril, los judíos con el apoyo británico
pasan al contraataque y comienzan a ocupar las poblaciones árabes que se
encontraban dentro del área delimitada para ellos. Los hebreos ponen en marcha
el Plan Dalet o Plan D para controlar las zonas asignadas al futuro estado
hebreo y asegurar sus fronteras, lo que provocó las primeras expulsiones
y oleadas de refugiados palestinos. El avance terminó con un triunfo para
los judíos; que produjeron importantes episodios de violencia sectaria.
El líder sionista Ben Gurion declara unilateralmente la independencia del estado de Israel el 14 de mayo de 1948, iniciándose una nueva fase con la guerra con los estados árabes; Jordania, Egipto, Líbano y Siria. Los estados de Irak, Transjordania y Egipto, vacilaron en intervenir en apoyo de la causa palestina; cada uno tenía su propia agenda y sus intereses contrapuestos. Al principio la lucha era favorable a las tropas árabes; pero el suministro de armas provenientes del bloque soviético al ejército judío, como así también el apoyo político del imperialismo norteamericano y el respaldo económico de la comunidad judía internacional, contribuyeron a inclinar la balanza a favor de Israel.
El triunfo militar dio al naciente estado judío una ampliación de su territorio de manera considerable a costa de la comunidad palestina, para esta supuso la dispersión, la pérdida de sus hogares y la partida como refugiados para muchos constituyéndose esto, el nudo central que forjo la identidad nacional Palestina Posteriormente, Israel impuso la Ley de Ausentes; el Estado se apropiaba de las casas y tierras de los ciudadanos declarados ausentes, los palestinos expulsados por las fuerzas represivas, para luego distribuirlas entre los “presentes”, los colonos judíos. Esto fue el inicio de la tragedia denominada por el pueblo palestino como, Nakba, provocada por la creación del Estado de Israel; así comenzó también la lucha por recuperar su tierra.
Los Armisticios firmados entre Israel y los países árabes no lograron traer el fin del enfrentamiento armado de manera definitiva. La franja de Gaza quedó bajo control egipcio, Cisjordania bajo control jordano y los Altos de Golán permanecieron como una zona parcialmente desmilitarizada. Israel forjó los principios de su doctrina militar de seguridad, que duran hasta hoy en día, basados en poderosas fuerzas armadas, instrumentos de inteligencia, crear y reforzar en forma continua un poderoso aparato represivo, junto con el empleo de la segregación, la tortura y la generalización de los ataques preventivos, contra la comunidad palestina.
Varios regímenes árabes aliados al colonialismo británico colapsaron, por causa de emergentes movimientos nacionales; la toma del poder por los Oficiales Libres en Egipto en 1952, el derrocamiento de la monarquía en Irak en 1958. La nacionalización de la Compañía del Canal de Suez en el año 1956 y la victoria política del presidente egipcio Nasser después de la agresión franco-británica-israelí marcan la victoria de una nueva forma de nacionalismo revolucionario junto con la unidad sirio-egipcia lograda y la constitución de la República Árabe Unida bajo la presidencia de Nasser.
La región a principios de los años 50 presentaba un panorama complejo, en pleno auge de la guerra fría no era ajena a dicho conflicto. Israel estaba obsesionado en mantener el statu quo generado después de la guerra de 1948 y no pensaba realizar concesiones; cediendo solamente parte de la región sur del desierto del Negev, o no permitiendo el retorno de los refugiados palestinos. Mientras tanto, en las fronteras entre Israel con Egipto y con Jordania, no cesaban de producirse incidentes armados. En Egipto despuntaba la figura del líder nacionalista Nasser con su modelo de panarabismo y socialismo árabe que postulaba como objetivo la liberación del pueblo árabe del imperialismo.
De la unión entre Egipto y Siria surgió la República Árabe Unida, fue el momento cumbre del rais egipcio. También de la hegemonía de las concepciones panarabistas, compartidas por los palestinos, fundamentaron la liberación de Palestina a través de la unidad árabe. Fue importante el liderazgo egipcio en los asuntos árabes, fueron los paladines de la exhortación a la unidad del mundo árabe conocido como el panarabismo, asimismo pretendían superar el marco nacionalista con la incorporación de elementos ideológicos de izquierda, que dieran contenido social y económico al proyecto.
Las consecuencias de la derrota de Palestina fueron determinantes para la región; cientos de miles de refugiados, la anexión por parte de Israel de parte de los territorios previstos para el estado palestino, la anexión de Cisjordania por el rey Hussein; la Franja de Gaza, bajo control egipcio. El Alto Comité Árabe liderado por Hadj Amin El-Husseini, que había dirigido las luchas nacionales palestinas en las décadas de 1930 y 1940, quedo prácticamente destruido, y desacreditado. El presidente Nasser no confía en él y rechaza la solicitud de la HCA de unirse a la RAU. Tomando la iniciativa política, en el año 1959 determina la agenda del Consejo de la Liga Árabe, donde se postula la creación de una entidad Palestina, tratando de instituir instituciones que los represente.
La decisión Nasser tiene varios objetivos; evitar la “liquidación” del problema palestino; problematizar la inmigración masiva de judíos de Europa oriental y Estados Unidos; organizar en los asentamientos de los países árabes a los refugiados palestinos; sospechaba que gobiernos occidentales querían reducir el conflicto a una confrontación entre Israel y los estados árabes solamente. También pretendía mostrar que la RAU estaba activa y que poseía una solución para los palestinos; espera sumarlos en la cruzada que ha iniciado para asegurar su hegemonía en el mundo árabe. Por último, busca negar al rey Hussein, que anexo a su territorio Cisjordania, el derecho a representarlos. El líder egipcio propone la implementación de políticas activas y la creación de instituciones en la RAU, Jordania y Líbano, que representen a Palestina en los organismos internacionales y se adhiera a la Liga Árabe. Logro concretar esta política en Gaza, sobre las que Egipto se aseguró el control; creando la Unión Nacional Palestina y se llevarían a cabo elecciones para un Consejo Legislativo. Se promulgo la Constitución Provisional de Gaza, que es el único territorio de Palestina Árabe que no había sido anexado.
Los retrocesos, los fracasos y frustraciones, políticas y militares de esta iniciativa emergieron con la ruptura del paradigma panárabe, generando el desaliento en el mundo árabe, del que tardó en recuperarse. Se produjeron altos costos materiales y políticos como ser; las pérdidas territoriales de Gaza y Cisjordania (Palestina), península del Sinaí (Egipto) y los altos del Golán (Siria). Estas pérdidas engendraron un importante desprestigio político de las potencialidades de los ejércitos y, de los gobiernos árabes; incapaces no sólo para derrotar al Estado israelí, también impedir su expansión; el descrédito y las derrotas políticas de las tesis panarabistas supusieron el repliegue a sus fronteras nacionales.
Luego del triunfo del pueblo argelino que logra su independencia del yugo colonial francés, Argelia se constituye en el primer estado árabe en proponer la creación de un estado palestino independiente, que debería concretarse en dos etapas; primero en Cisjordania y Gaza, territorios bajo control árabe, luego en toda Palestina. En 1960, el periódico oficial iraquí anunció el establecimiento de un Ejército de Liberación de Palestina, cuyos primeros contingentes habían comenzado su entrenamiento; la repercusión de estos llamamientos es considerable entre los palestinos. Al afirmar que deben recuperar sus propios asuntos, el dirigente argelino, Kassem se opone al nacionalismo árabe representado por Nasser y alienta la corriente política palestina favorable a la autonomía.
El derrocamiento de Kassem en 1963, tras un golpe de Estado, no detuvo el movimiento, ni la adhesión a sus posiciones. Incapaces de oponerse al plan israelí de desviar las aguas del Jordán, los estados árabes deciden tomar medidas adicionales para reconocer el hecho palestino. En septiembre de 1963, la Liga Árabe utilizo a Ahmed Choukairy como representante de Palestina en la Liga Árabe. También es nombrado jefe de la delegación de Palestina ante las Naciones Unidas. En la primera cumbre de jefes de Estado árabes en El Cairo, Choukairy estuvo a cargo de sentar las posiciones políticas para la organización del pueblo palestino, arrogándose su representación.
En Jordania, la comunidad palestina constituía una mayoría considerable de la población y el estado procuraba su cooptación a costa de la eliminación de su identidad, pero Nasser y otros líderes árabes intentaban promover el “Renacimiento de la Identidad Palestina”. En este contexto, surgieron dos líneas paralelas de acción en el mundo árabe; por un lado, el nacimiento de un movimiento palestino con el objetivo de organizar una lucha autónoma desde la clandestinidad y, por otro, un movimiento público panárabe de solidaridad con la causa palestina en el marco de la Liga Árabe.
Las derrotas y los errores políticos desvalorizaron la causa nacional árabe, que fue reemplazada por la defensa de los intereses de cada Estado de la región, esto se tradujo en la aceptación de las resoluciones de las Naciones Unidas. Al mismo tiempo, los gobiernos acentuaron sus esfuerzos diplomáticos en la retirada israelí de los territorios árabes ocupados en la guerra, ofreciendo el reconocimiento de la soberanía del Estado israelí sobre los territorios palestinos de la línea de armisticio.
Estas políticas alteraron las relaciones entre los Estados árabes y la dirigencia palestina, y mermaron la confianza popular; decepcionada de la capacidad de los recursos militares de los regímenes árabes y de su idoneidad política, la defensa de sus intereses fue desplazada a la resistencia directa del pueblo palestino. La tutela de estos regímenes sobre los palestinos y su cuestión nacional fue deslegitimada, el vacío político postbélico conoció el desarrollo y auge del movimiento palestino. Su origen, estaba radicado en un medio social desarticulado y políticamente inmaduro que, asistió al nacimiento político de un grupo generacional constituido por jóvenes ligados al movimiento estudiantil de las universidades del Cairo y Beirut, procedentes de familias acomodadas en Palestina o en la diáspora.
Esta nueva generación militante derivaba mayormente, de concepciones panarabistas en su versión nasserista o baasista, también existían la hermandad musulmana y los comunistas. Sus primeras experiencias transcurrieron en la clandestinidad, la cárcel y la resistencia armada. El impacto de la derrota militar árabe se tradujo en un giro de los panarabistas palestinos, agrupados en torno al Movimiento de Nacionalistas Árabes, hacia posiciones entonces despectivamente denominadas regionalistas, que no eran otras que las del nacionalismo palestino, que ponían énfasis en la cuestión palestina.
La Organización para la Liberación de Palestina (OLP).
En 28 de mayo de 1964, el rey Hussein de Jordania inauguró en Jerusalén, el congreso fundador de la OLP. Este congreso, a pesar de sus limitaciones, las rivalidades entre árabes jugaron un papel decisivo, marcaría el comienzo del renacimiento político de los palestinos. Estaba surgiendo una nueva generación de líderes que acentuaba la lucha del pueblo palestino. En la lista de participantes encontramos a Khaled Al-Hassan, Khalil Al-Wazir y Yasser Arafat, entre otros líderes. La experiencia que muchos de ellos adquirieron en la Franja de Gaza jugó un papel importante en su formación y en el resurgimiento del nacionalismo palestino.
El Congreso adopta dos textos fundamentales; la Carta Nacional y los estatutos de la OLP. En estos documentos, no existían referencias a la idea de soberanía territorial del pueblo palestino, y la creación de un estado palestino. El artículo 24 de la Carta incluso especifica que la OLP no ejerce ninguna soberanía regional sobre Cisjordania o la Franja de Gaza, como tampoco se especifican las responsabilidades militares de la OLP. Estos dos puntos fueron la condición para la presencia del rey Hussein en la apertura del Congreso. La Carta se hace hincapié en la definición de Palestina como parte del mundo árabe reafirmando los vínculos del nacionalismo con los demás países árabes que conforman “Gran Patria Árabe”.
El punto central del programa de la OLP era lograr una Palestina laica, democrática y no racista. El mismo incluía; el rechazo de los “dos estados” porque significaba admitir y aceptar la usurpación y el robo legalizados por la resolución de la ONU de 1947; el derecho al regreso de los que habían sido desalojados de sus hogares y tierras; afirmó que todos los judíos israelíes que desearan permanecer allí y convivir en paz podrían hacerlo con plenos derechos; se propuso un carácter democrático y no racista del Estado; asimismo planteaba que la construcción de una nueva Palestina implicaba la necesidad de destruir el Estado sionista de Israel.
En un principio la OLP tenía una función más nominal que real; sin respaldo popular era un aparato burocrático con escaso poder de maniobra fuera de la órbita de influencia de los regímenes árabes. Las organizaciones de la resistencia estuvieron respaldadas, en las comunidades palestinas de la diáspora, sobre todo entre los refugiados en los países limítrofes. La incapacidad exhibida por la OLP, desde sus inicios, de establecer bases autónomas en los territorios ocupados y agregar el soporte o protección social requerida, trasladó el centro de su actuación casi exclusivamente en la diáspora, por su debilidad para superar el alto precio impuesto por la represión israelí.
Fue gracias a la rebelión de los jóvenes palestinos y los procesos de descolonización, junto con la influencia de los movimientos de liberación nacional, la lucha antiimperialista vietnamita y argelina, las rebeliones juveniles y de las luchas populares en el mundo; que provocó un ascenso de las organizaciones revolucionarias dentro de la OLP, en ese contexto Yasser Arafat resultó elegido su presidente en 1969, otorgando un nuevo perfil. Las organizaciones armadas de resistencia que tomaron, la dirección de este movimiento, no pondrá en cuestión su objetivo trascendental, sino la estrategia para lograrlo; no ya mediante la guerra llevada a cabo por los estados árabes, sino mediante la lucha armada y la organización autónoma de los palestinos.
En esos años proliferaron diversas organizaciones populares que expresaban distintos posicionamientos políticos e ideológicos; como el FPLP (Frente Popular de Liberación de Palestina) organización marxista leninista con gran influencia, que se había constituido como la segunda fuerza dentro de la OLP; el FPLP-CG (Frente Popular de Liberación de Palestina-Comando General), escindido en 1968 del FPLP; la Saika organización político militar ligada al régimen baazista de Siria; o el FDLP (Frente Democrático de Liberación de Palestina) de orientación maoísta, escindido del FPLP en 1969, todos daban testimonio de la politización y vitalidad de la nueva generación, la resistencia y enriquecían la discusión sobre la especificidad de la causa palestina.
La hegemonía construida por el Fatah y Arafat permite que dentro de la resistencia se impongan la mayoría de sus fundamentos teóricos, la edificación de una autonomía Palestina progresista e igualitaria como parte de la nación árabe. Por el deseo de consolidar la unidad interna, la organización recibía la influencia de los diferentes gobiernos árabes, la dirigencia adopto una fórmula cuyo contenido declaraba la pertenencia del pueblo palestino a la nación árabe, esto combinada la diferenciación entre liberación nacional y unidad de la nación árabe. El programa del Fatah, inspirado en el palestinismo y el deseo de independencia, implicaba la propuesta de un Estado democrático, pluriconfesional y plurirracial en todo el territorio palestino.
En Jordania, las relaciones entre la OLP y el rey Hussein se deterioraban rápidamente hasta llegar a la confrontación en el año 1966. El otro foco de resistencia en la región era en la frontera entre Israel y Siria por la infiltración de combatientes palestinos y por la disputas por el uso de los recursos hídricos, ya que el suministro de agua desde el lado sirio era de vital interés para Israel. En junio de 1967, tiene lugar la llamada “Guerra de los 6 Días” en el que se enfrentaron una Coalición de Países Árabes e Israel. El resultado fue una gran derrota para los países árabes, esto haría fortalecer una resistencia palestina autónoma, cuyo eje político postulaba que la liberación de los palestinos sería obra de los mismos palestinos.
Israel tomó militarmente la franja de Gaza y la península del Sinaí a Egipto, Cisjordania y Jerusalén Este a Jordania y los Altos del Golán a Siria. Tras la guerra, las Naciones Unidas emitieron a través del Consejo de Seguridad, la Resolución 242, que habilitaba poner en marcha la fórmula “paz por territorios” por la que Israel condicionaba la progresiva retirada de sus fuerzas militares a la obtención de garantías de paz. Por otro lado, la nula alusión a la causa palestina, dejaba a esta comunidad fuera de juego y su lucha diluida en el marco del conflicto árabe-israelí. Al mismo tiempo, comenzaba a instaurarse la práctica de establecer asentamientos judíos en Cisjordania. El declive político y militar del nacionalismo árabe se profundizo luego de la derrota; sus consecuencias fueron desastrosas dando lugar a la política de los dirigentes de intentar borrar las heridas de la guerra y aceptar las politicas del imperialismo.
La derrota militar y también política de los países árabes tuvo repercusiones directas en el campo palestino; la resistencia se liberó de la tutela oficial de los distintos gobiernos. Asimismo la lucha armada se reafirmó y cobró impulso. Los palestinos dejaron de depender del apoyo de los ejércitos árabes regulares en su lucha, especialmente después de la aceptación por Egipto y Jordania de la resolución. También sirvió para confirmar la orientación defendida por Fatah a mediados de la década de 1960 de que el pueblo palestino debería depender únicamente de su propia fuerza en su lucha por la liberación, optando por la utilización de la lucha armada; estas circunstancias fortalecieron a los nuevos movimientos populares palestinos, nacionalistas o de izquierda.
Fatah y otras organizaciones palestinas querían convertir a los territorios palestinos ocupados en el principal frente, había diseñado llevar a cabo sus operaciones militares en esa región. En efectos el 28 de agosto, Fatah anunció las primeras operaciones en Cisjordania, una unidad militar secreta llevó a cabo un ataque contra un objetivo israelí. La idea era bases secretas se expandieran y con el tiempo se convirtieran en territorios liberados, esta decisión encontró una represión policial israelí generalizada e incluso con un toque de queda impuesto por el ejército. La campaña resultó en cientos de muertes y arrestos de fedayines y simpatizantes. A pesar de todo, toda la esperanza de formar bases para la lucha armada en los territorios ocupados se había acabado.
Tras el fracaso de la decisión política, de que los territorios ocupados se constituyeran en el aparato de la resistencia armada, las milicias se encontraron en la necesidad de encontrar refugios seguros en los países árabes vecinos de Palestina. Jordania parecía ser visiblemente el lugar más propicio, ya que amparaba a la mayoría de los refugiados palestinos. La orilla oriental del Jordán se convirtió velozmente en la plataforma más grande para la resistencia. Por su parte la creación de bases fedayines a mediados de 1968 en Siria alentó la expansión de la resistencia armada en el sur del Líbano.
La falta de autonomía y los intereses jordanos entorpecían la idea de un Estado palestino, que tampoco era evidente para la mayoría de las organizaciones creadas al final de la década del sesenta, el contacto con los hechos y la dinámica interna de la resistencia impulsada por el Fatah, empiezan a desdibujar los fundamentos del mito de la Gran Nación Árabe, a derrumbar los condicionantes de la ideología y a hacer necesaria la inclusión de la propuesta de un Estado palestino en el cuerpo ideológico. El mito de la Gran Nación Árabe era parte constituyente de la ideología de la resistencia, daban testimonio de la politización y vitalidad de la nueva generación y enriquecían la discusión sobre la especificidad de la causa palestina.
Sin embargo esto constituía un fuerte límite político, resultado de la subordinación de la causa palestina a la Gran Nación Árabe, fundada en la dependencia e indiferenciación de los objetivos propios de la resistencia con relación a los Estados aliados. La liberación de Palestina era considerada por la corriente progresista hegemonía dentro de los núcleos de resistencia, como el primer paso de la revolución árabe. Los Estados árabes tenían una presencia activa en las organizaciones palestinas, las divisiones ideológicas que los fragmentaban eran reproducidas en aquéllas, la revolución árabe desempeñaba un papel tan importante como la liberación palestina. Implicaba la pertenencia a un potente conglomerado árabe, cuya hegemonía reposaba en Egipto y en el pensamiento nacionalista-progresista de Nasser.
La derrota militar y política de los regímenes árabes frente al ejército israelí, otorgo a las organizaciones armadas de la resistencia palestina, y en particular al Fatah, las banderas, y la hegemonía de la Revolución árabe, del movimiento nacional y de las organizaciones de la izquierda árabes. Las incursiones de los fedayins en los territorios controlados por Israel debían ser el preludio y el método por el que la masa de los refugiados palestinos podría reintegrarse a su país y reconstruir su sociedad.
El conflicto armado con Israel evidenció la exigua capacidad militar de los ejércitos y la problemática realidad económica y social del mundo árabe. Las consecuencias militares colocaron a la resistencia en una situación cada vez más autónoma, en el centro de la lucha por la hegemonía política. La causa palestina fue fragmentándose, al tiempo que las ambiciones territoriales jordanas y sirias y la presencia política de los palestinos en el Líbano, desembocaban en graves litigios árabe-palestinos. La apuesta de los gobiernos por los planes de paz mostraron el fallecimiento de la salida militar, que perdía relieve al tiempo que abandonaban la idea de la Gran Nación Árabe deslizándose al proyecto de una federación de Estados.
Desde 1956, Egipto fue el país árabe que llevó al frente la decisión de enfrentarse a Israel; asumiendo el liderazgo de la alianza que respaldaba la causa palestina. No obstante, después de la guerra de 1967, Nasser asistió al deterioro del sueño panárabe que encarnaba. Al amparo de posiciones contrapuestas, los diferentes gobiernos, jalonarían el conflicto en medio de un sistema regional multipolar, enmarcado por la fragmentación de la unidad árabe con los subsiguientes conflictos internos. La resistencia sufriría el impacto de estas divisiones, manteniendo siempre un equilibrio inestable de fuerzas que permitiría conservar la unidad de la OLP a costa de adormecer el poder de lucha. No sólo quedó vencido el panarabismo, sino que el balance militar llamó a una reflexión sobre las posibilidades de una derrota total de Israel y las conquistas territoriales ampliaron el campo del litigio palestino israelí a las fronteras jordanas, egipcias y sirias. La ocupación del Sinaí, el Golán, Gaza y Cisjordania por parte del ejército israelí, abrió una brecha en la solidaridad y coordinación árabe al tocar intereses nacionales particulares, desde la óptica de los países afectados la cuestión palestina quedo confinada o directamente marginada.
La coordinación de las acciones militares en 1973 tuvo como motivo primordial el deseo de Egipto y Siria de recuperar la soberanía perdida y no la liberación de Palestina; tal es la conclusión a la que se puede llegar luego de observar el desarrollo del combate y los hechos que condujeron al tratado de paz egipcio-israelí de 1979. Con la retirada de Egipto del escenario de la guerra, Palestina perdió sobre todo un apoyo militar. El resto de países árabes se inclinaban cada vez más hacia una solución negociada. Los enfrentamientos de 1967 y 1973, demostraron que la falta de unidad había tenido eco en la incapacidad de los ejércitos árabes para encontrar una articulación que superara el espacio estrecho de las acciones puntuales.
La lucha de algunas organizaciones palestinas como Fatah contra Israel continuó desarrollándose fundamentalmente desde suelo jordano. Los palestinos habían constituido prácticamente un estado dentro del propio estado de Jordania. Esta situación, provocó la respuesta armada de Israel. Las cada vez más frecuentes operaciones militares israelíes en el valle del Jordán, obligaban a los combatientes palestinos a adentrarse cada vez más en territorio jordano, especialmente en Ammán, constituyéndose en un factor de inestabilidad política para el régimen jordano.
En noviembre de 1966, las poblaciones de Naplousse, Ramallah y Jerusalem manifestaron su disconformidad con el gobierno jordano, a causa de la indiferencia con la que había reaccionado ante el ataque de tropas israelíes a la población palestina. Esa protesta, que llevó al rompimiento de relaciones entre la OLP y el rey Hussein, un reflejo del malestar existente entre los palestinos y la monarquía jordana. El proyecto de revolución árabe que la nueva dirección de la resistencia encarnaba no tenía buena acogida en el régimen conservador de Ammán, que veía a esta como un segundo poder nacional, dado el alto porcentaje de palestinos con respecto al número total de habitantes del reino hachemita y la intensa actividad política de éstos dentro de su territorio.
Luego de la masacre de Ammán y del Septiembre Negro, el acuerdo de El Cairo puso fin a la primera agresión de un Estado árabe contra la población palestina, con muy escaso poder militar; conllevo la salida de la resistencia de Jordania. Esto expuso las ambiciones de Hussein sobre una importante porción del territorio palestino ocupado por Israel en 1967, conoció el inmediato el rechazo tanto de la OLP como de la Liga Árabe. Las cumbres de Argel y Rabat entre 1973 y 1974 cancelaron de forma definitiva las pretensiones expansionistas del rey hachemita y su intención de ser el vocero legítimo de la causa palestina, cuando reconocieron a la OLP como la única representante del pueblo palestino.
La estancia de la resistencia en el Líbano también estuvo acompañada de combates con el ejército o con diferentes agrupaciones políticas y religiosas. En Beirut, el 2 de mayo de 1973, las Fuerzas Armadas libanesas inician una ofensiva contra las bases palestinas que dura quince días. Es el comienzo de un nuevo conflicto cuyos acontecimientos empalman con la intervención Siria de 1976 a favor de la falange y obligan a la dirección de la OLP a salir de Beirut entre agosto y septiembre de 1982. La motivación del gobierno libanés y de los grupos de derecha tiene raíces en el alineamiento de la resistencia dentro de los conflictos sociales y políticos internos y en las constantes incursiones israelíes en su territorio bajo la excusa de combatir a la OLP. En efecto, las organizaciones palestinas son un factor de politización de las clases subordinadas libanesas, dentro de un panorama político, social y religioso que antecede y desborda su presencia en el Líbano.
La actitud de los estados árabes frente a la resistencia palestina fue diversa. El gobierno de Siria tenía ambiciones territoriales sobre el Líbano y Palestina, y lucha por la hegemonía en el mundo árabe y dentro del movimiento de resistencia palestino. Damasco pretendía crear un Estado panárabe que reuniera a Siria, Jordania, Palestina y el Líbano. La guerra civil en este último país y las incursiones israelíes conformaron la oportunidad precisa para que entrara a ser actor central de la contienda. Las divergencias con el Fatah, además de dejar un saldo criminal, ocasionaron la ruptura de relaciones en ese mismo año con la expulsión de Arafat de Siria. Por su parte Egipto no protagonizó ningún ataque militar contra la resistencia, pero sí una ofensiva política que empezó en 1977 con la visita de Sadat a Jerusalem. Era un reconocimiento del Estado de Israel sin ninguna contrapartida y una traición al movimiento de resistencia palestino. Esto junto a los acuerdos terminaron de echar por la borda la unidad árabe en torno a la liberación palestina y reconfirmaron la preponderancia de los intereses nacionales de los estados.
Los resultados favorables en las guerras de 1967 y 1973 y el consecuente abandono práctico por parte del mundo árabe de la alternativa de liberar militarmente todo el territorio palestino, le demostraron a Israel su superioridad sobre las fuerzas de sus adversarios. Esta certeza y el apoyo ininterrumpido de los Estados Unidos le permitieron abandonar los mitos fundadores como base de su legitimación interna y externa para pasar a profundizar sus políticas expansionistas y conquistadoras, con la implantación de las autoridades israelíes en Cisjordania y Gaza.
Esta estrategia estaba inspirada por una doctrina de la seguridad nacional similar a las de las dictaduras genocidas latinoamericanas, sólo veía la salida en la guerra total y en la aniquilación del enemigo. Una colonización que buscaba apropiarse del territorio y expulsar a la población; los territorios ocupados fueron explotados económicamente con una estrategia de rapiña, desposesión, segregación represión y explotación de las comunidades palestinas.
La renovada dirección de la OLP empieza un proceso de unificación e integración, recibe el reconocimiento de casi la totalidad de las organizaciones palestinas; convirtiéndose en la instancia resolutiva de la resistencia, su representante oficial y el espacio en el cual son zanjadas o mantenidas en suspenso las diferencias intergrupales. El quinto y el sexto Consejo Nacional Palestino CNP consagraron la hegemonía del Fatah, reafirmaron la voluntad de la resistencia de mantener a la OLP como único representante de la lucha palestina. La importancia de la resistencia en los territorios ocupados, dentro del conjunto del movimiento palestino, correspondía también a la totalidad de las acciones políticas. El programa de dichas instancias, reflejo la necesidad de otorgar a la resistencia de una plataforma política que articulara las aspiraciones de los palestinos del interior y del exterior; el establecimiento de una autoridad nacional sobre todo territorio liberado.
Por la unidad que se logró, a pesar de las divisiones internas, se pudo establecer el principio de autonomía ideológica con disciplina interna. A causa del retiro militar de los aliados árabes, la OLP tuvo que asumir sola las acciones armadas contra Israel durante largos lapsos, esto contribuyo a reforzar la autonomía que había pregonado desde un principio y que tenía como símbolo la victoria de las tropas palestino-jordanas sobre el ejército israelí en la batalla de Karameh.
En Septiembre de 1970 se produce un levantamiento de los grupos armados palestinos, que se enfrentan con las tropas jordanas, en lo que después de ha venido a conocer como el Septiembre Negro; finalmente para la resistencia palestina supuso una gran derrota y su expulsión definitiva de Jordania, perdiendo dicho territorio como base de operaciones y trasladándose al Líbano. Este acontecimiento afectó la política de la resistencia, como así también varios factores de su ideología, los medios de lucha, el mito de la Gran Nación Árabe y la unidad. El uso de las armas pasa a ser el recurso, desde el punto de vista teórico, más importante, y en la práctica, en un recurso secundario con respecto a la vía diplomática.
El 6 de octubre de 1973 se produce un ataque sorpresa por parte de Egipto y Siria sobre Israel. Dicho conflicto recibe el nombre de “Guerra del Yom Kippur” por coincidir con una fecha sagrada del calendario judío. Pese a los iniciales éxitos militares en los frentes del Sinaí y los Altos del Golán fueron rápidamente repelidos por el contraataque israelí, imponiéndose un Alto el Fuego auspiciado por las grandes potencias a través de la Resolución 338 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. En los años posteriores se llegaron a acuerdos parciales, que no satisfacían las aspiraciones de la OLP y las reivindicaciones del pueblo palestino. La firma de dichos acuerdos terminaba de certificar la retirada de Egipto del “bloque árabe” en su lucha contra Israel.
Las guerras expusieron las limitaciones de una resistencia dependiente del interés de los gobiernos aliados y adicionó un nuevo componente que iría a consolidar la posición del grupo de Arafat; la integración decidida de la población de Cisjordania y Gaza a la OLP. La importancia de la resistencia en los territorios ocupados dentro del conjunto del movimiento palestino, significaba para Israel la presencia en espacios bajo su control de una amplia manifestación popular que impugnaba la legitimidad del Estado; asimismo para la OLP, la necesidad de responder con autenticidad a las exigencias de los palestinos que permanecían en su patria; y para los países árabes la reafirmación cotidiana de la identidad nacional palestina.
La dirigencia había desarrollado cambios significativos en la estrategia política e ideológica; un sector proponía la solución diplomática; significaba abandonar el objetivo de liberar todo el territorio palestino de la dominación israelí. En noviembre de 1974, la ONU reconoció a la OLP bajo la forma de invitación a los debates de la Asamblea General y admisión en calidad de observador. Esto contó con la oposición del imperialismo estadounidense, consecuente con su histórico apoyo militar y diplomático a Israel y por la preocupación de neutralizar la influencia de la URSS en el Medio Oriente. En los organismos internacionales, la dirección de la OLP apuntaba al retiro de Israel de todos los territorios ocupados en 1967, desmantelamiento de las colonias israelíes instauradas en territorio árabe, edificación de un Estado palestino independiente bajo su dirección, el retorno para los refugiados, libertad de cultos y creencias en los lugares santos y restitución de la parte oriental de Jerusalén a los árabes en cabeza del Estado palestino.
El cambio de ejes en el mundo árabe, la inoperancia militar de los Estados aliados, el reconocimiento internacional de la OLP, la anexión económica de los territorios ocupados por parte de Israel y el nuevo peso de la resistencia interior, llevaron a la dirigencia del movimiento palestino a elaborar unos esquemas políticos más acordes con la evolución de estos condicionantes. La respuesta fue trivial, reformularía el concepto de Estado Nacional Independiente y hablaría del objetivo inmediato de liberar Cisjordania y Gaza, sin hacer mención explícita a los fines estratégicos, pero también sin definir el territorio del futuro Estado. La lucha armada desaparecía de sus prioridades ideológicas, abonando el la solución negociada, incompatible con la intención de recuperar la totalidad del suelo palestino.
Desde 1975, Líbano fue el escenario de una guerra civil, en la que los intereses de la geopolítica de Siria e Israel, interfirieron directamente. Con el objetivo de crear una zona de amortiguamiento para protegerse de los ataques de la OLP, y extraer los recursos hídricos de la región, Israel ocupó parte del sur del Líbano en 1977. En 1982, lanzó la operación “Paz en Galilea”, invadiendo territorio libanés hasta Beirut; con su intervención en la guerra civil libanesa consiguió expulsar a la OLP de ese territorio. Esto provocó que el centro de gravedad de la política palestina se trasladase desde la diáspora, hacia el núcleo de los territorios de Gaza y Cisjordania.
En esos años se funda la organización, Hezbollah “el partido de Dios”, un partido islamista chií formado por la fusión de varios grupos, tras la invasión israelí. Participó en la guerra de guerrillas contra Israel en el sur del Líbano, y contra el ejército del sur libanés, aliado de los israelíes. Después de haber prometido lealtad al ayatolá Jomeini, líder del régimen iraní; logra el sostén de este. En 1984, participó en un levantamiento contra el ejército de Amine Gemayel, presidente libanés aliado con Israel, tras lo cual logró controlar los suburbios del sur de Beirut.
La invasión al Líbano del ejército sionista provocó, una gran matanza de libaneses y palestinos, como las masacres de Sabra y Chatila, privados de toda protección tras la aceptación por Yasser Arafat de la evacuación de sus militantes armados. Estas masacres marcaron un giro importante tanto en el interior de Israel como en la opinión pública mundial, como consecuencia de las imágenes que se difundía de este genocidio, perpetuado por falangistas libaneses y el ejército israelí. La invasión al Líbano provocó en las fuerzas judías un número de pérdidas elevado, y también que un sector de la sociedad israelí tenga algún tipo de cuestionamiento, se realizaron manifestaciones de repudio.
El gobierno israelí se vio obligado a formar una comisión de investigación interna, la comisión Kahane, que no solo incriminó la responsabilidad directa de Ariel Sharon, entonces general que dirigía las tropas en el Líbano, organizador y realizador de las masacres, sino que también reconoció la responsabilidad de Israel en la guerra civil. Estas manifestaciones no eran el efecto de una novedad; pequeños grupos disidentes dentro al comunidad judía, que se oponían a la política de su gobierno desde tiempo atrás obtuvieron una mayor visibilidad luego de largos años de ostracismo. Por primera vez, Israel llevaba a cabo una guerra sin el consenso y con una pequeña pero visible oposición interna.
El fin de la guerra civil libanesa y el debilitamiento de la influencia de Irán en la región, contribuyeron en gran medida a un cambio de actitud de Hezbollah; renunció a la idea de una República Islámica y buscó integrarse al sistema político nacional participando en las elecciones, como un partido de oposición. Consiguió influencia gracias a su capacidad de movilización social, especialmente en los suburbios del sur de Beirut, ofreciendo servicios sociales para los grupos más marginados, y a las familias de los combatientes. También dando a conocer sus actos a través de su canal de televisión Al-Manar y organizado ataques contra los intereses israelíes en el exterior.
Desde su fundación la OLP, la idea del retorno y de una Palestina liberada se conjugara con la de un estado democrático y no confesional para los árabes y los judíos de Palestina, percibidos como una comunidad religiosa perteneciente a la nación palestina. El objetivo de una “Palestina democrática y no confesional” marcaba una ruptura verdaderamente progresista con la concepción que prevalecía hasta entonces que conjugaba el retorno de los palestinos a su patria con la repatriación de los colonos judíos y de sus descendientes hacia sus países de origen. Acepta, a los israelís como ciudadanos iguales en el estado palestino, lo que contrasta, con la posición sionista que reivindica un estado étnico religioso, que excluye el derecho al retorno de los refugiados palestinos, y mantiene la población árabe en una situación de discriminación. Contrariamente a los prejuicios racistas enraizados incluso en la socialdemocracia europea, el movimiento nacional palestino puede, dar cursos elementales de democracia a los sionistas, incluso a llamados “sionistas de izquierdas”.
La Primera Intifada
En la Franja de Gaza y Cisjordania existían serias dificultades económicas, el estancamiento político bajo una ocupación militar y la represión ejercida por Israel, estos factores dieron el fundamento para la revuelta liderada por los jóvenes palestinos; que estalló de manera espontánea contra la ocupación israelí a finales de 1987. La insurrección se consumó luego de una gran marcha organizada por las fuerzas nacionales, sindicales, obreras, profesionales y feministas partiera tras la plegaria del Eid desde la mezquita de al-Aqsa, en Jerusalén, las mezquitas oficiaban de lugar de reunión y de movilización durante la rebelión. El levantamiento popular fue llamado “Guerra de las Piedras” “Intifada” por la utilización de piedras contra el ejército israelí.
Desde el principio estuvo protagonizado por la juventud palestina desarmada contra el aparato armado israelí, fue recibido con expresiones de solidaridad a nivel internacional. Otro elemento distintivo lo constituía el hecho que los sectores populares palestinos comenzaban a tomar las riendas de su propia lucha, desplazando a los líderes de los estados árabes como su portavoz y a buena parte de su dirigencia. El declive de la OLP como vocero del pueblo palestino coincidía con el auge de los movimientos islamistas, gestado desde largo tiempo en los movimientos estudiantiles de Gaza y Cisjordania. La crisis de la dirección permitió que el espacio político y social, fuera ocupado por tendencias fundamentalistas islámicas, abriendo el camino para el surgimiento y crecimiento de Hamas, una organización relacionada con la Hermandad Musulmana de Egipto.
La intifada, permitió que los palestinos recuperaran la iniciativa para enfrentar la ocupación marcando el inicio de la colaboración entre las fuerzas vivas de la resistencia en Cisjordania y la franja de Gaza, que permitió desplazar el centro político de la resistencia, hasta entonces en el exterior, hacia el interior de los territorios ocupados. La rebelión también obligó a Jordania a resignarse al control de Cisjordania, estimuló al Consejo Nacional Palestino a declarar unilateralmente la independencia de Palestina y a patrocinar la iniciativa de paz durante su sesión ocurrida en Argel a mediados de noviembre de 1988.
El Mando Nacional Unificado de la intifada hacía hincapié en sus objetivos de libertad y de independencia, centrándose en los territorios ocupados, que se convirtieron en su zona de acción; distinguiéndose por su carácter popular y democrático, las clases populares fueron las que encabezaron la lucha; por su buena organización, logró cercar al ejército israelí. La segunda parte de la intifada estuvo marcada por los conflictos internos, al interior de la OLP y con Hamás. En efecto, nacieron desacuerdos en torno a la gestión de la intifada, que experimentó una cierta burocratización luego de la creación de varias decenas de instituciones y de comités financiados con dinero proveniente del exterior.
La Intifada comenzó bajo la forma de una explosión de rebeldía espontánea, ante la situación de opresión de los palestinos de Gaza y que se extendió a Cisjordania. Un levantamiento verdaderamente popular, que puso en movimiento prácticamente al conjunto del pueblo, siendo los sectores más pobres la vanguardia de la rebelión, con una participación notable de las mujeres. Exponía ante el mundo el accionar represivo de la sociedad israelí, su estatus de ocupante colonial, de opresor, y de invasor. La sociedad israelí se había habituado a la ocupación, a esos territorios adyacentes sometidos a su control militar, pero que no les planteaba un problema político. La intifada iluminaba una cruda y repentina imagen sobre la comunidad judía, la realidad de la ocupación, Este cuadro produjo algunos cuestionamientos políticos y morales en la sociedad israelí; convenció a la élite del poder israelí, al establishment sionista, de la necesidad de habilitar una solución a fin de deshacerse lo más rápidamente posible del problema del control de las poblaciones de Cisjordania y de Gaza, convertido en algo muy problemático para un ejército israelí reconvertido en policía antidisturbios.
Por su carácter popular, durante la intifada el movimiento popular palestino pudo desarrollar formas de autoorganización; fueron creados comités populares en todos los pueblos, y en los barrios; que organizaban los diferentes aspectos de la vida bajo la ocupación que se había hecho todavía más violenta. Las direcciones que emergieron y que coordinaron la lucha, salieron de los territorios ocupados, en cuyo seno la izquierda palestina jugaba un papel importante. Este proceso de autoorganización se constituyó como la base del conjunto de la sociedad; se trataba de comités de autodeterminación popular, en condiciones de lucha difíciles bajo la ocupación directa, y bajo la represión.
Por la presión de la Intifada la lucha palestina alcanzo el apogeo del impacto internacional ante la opinión pública; obligando al poder israelí y al estadounidense de la necesidad de encontrar rápidamente una solución, que desembocó en Oslo, un compromiso que la desviaba y suscitaba la decepción y la frustración, gracias a una dirección de la OLP en el exilio que traicionó a la lucha de su pueblo para negociar acuerdos secretos a sus espaldas. La resistencia, encara profundos cambios en su interior; el movimiento popular de los territorios ocupados que hasta el momento había sido muy débil asume la dirección y el protagonismo; esto fue uno de los resultados concretos inmediatos de la Intifada. También le provoco al régimen sionista costos políticos muy importantes, volvió inútil la superioridad militar israelí que había demostrado en las sucesivas guerras.
Los sectores judíos progresistas que negaban la situación de los palestinos, vivieron una crisis de identidad; el sionista de “izquierdas” no podía admitir que aquellos pudieran todavía reivindicar derechos. Si el ocupado, el desposeído, el refugiado, se obstina en pelear por sus derechos, se habrá dado una vez más la prueba de que no está interesado por la paz, son terroristas y por tanto, merecen la represión de la que son objeto. Actitud típicamente colonialista y racista, de quienes no pueden imaginar que los “salvajes” sometidos puedan rebelarse contra quienes los oprimen “por su bien”. La resistencia palestina, expuso la brutalidad de la sociedad israelí; el carácter popular y masivo de la primera intifada hizo reaparecer lo que se ocultaba, en la opinión pública internacional, el carácter colonial del estado de Israel.
La Intifada transforma todo el contorno que hasta ese momento había rodeado la acción política de los palestinos. En su carácter de manifestación popular, masiva, directa y autogestionada, reduce la función de los países árabes a aquella que las corrientes palestinistas le habían querido asignar desde un comienzo; solidaridad y apoyo. La forma de expresión y el sentir de una nueva generación palestina que no había vivido las guerras sino las consecuencias, expuso la fuerza de un pueblo que durante años había delegado toda la carga de la resistencia en las organizaciones políticas. En la vitalidad y firmeza de sus acciones, confirmó la vigencia de la causa palestina; como así también la virtud de haber elevado la conciencia universal de la realidad y los derechos nacionales palestinos a un nivel superior de percepción y comprensión.
Los acuerdos.
Cuando Irak invadió Kuwait el 2 de agosto de 1990, el mando de la OLP se encontraba en plena crisis política. Por su parte, los países árabes se dividieron, una vez más fueron incapaces de enfrentar al imperialismo norteamericano. La OLP decidió adoptar la iniciativa política propuesta por Sadam Husein, que quería abordar todos los conflictos de Oriente Próximo en conjunto. La solución comenzaría por el retiro “inmediato y sin condiciones” de Israel de todas las tierras árabes ocupadas en Palestina, Siria y el Líbano. La derrota del ejército iraquí ante la coalición internacional y su retiro de Kuwait dio como resultado el asedio político y económico a la OLP, por haber apoyado a Bagdad.
Esta circunstancia, unida a la caída del bloque soviético, llevó a esta entidad a tomar la medida de aceptar la negociación con el estado sionista de Israel. El colapso del régimen soviético estimuló la emigración en masa de judíos a la región, y el temor de que fueran ubicados en nuevos asentamientos en Cisjordania y su debilidad política, llevó a Arafat a aceptar el diálogo con Israel. Existía en Yaser Arafat el gran temor a perder el liderazgo político en los territorios ocupados en favor de la organización islamista Hamas. Del lado israelí, el primer ministro laborista Isaac Rabin estaba deseoso de firmar la paz con los vecinos árabes más inmediatos a Israel y en ese sentido, el problema palestino era pieza clave en cualquier acuerdo.
Bajo esta situación la dirigencia de la OLP acepto las condiciones de los estadounidenses para participar en el Congreso Internacional por la Paz previsto por Washington y entablar negociaciones con los israelíes. Esas dieron lugar a la Declaración de Principios palestino-israelí, conocida con el nombre de “acuerdos de Oslo”. En paralelo, la expoliación de las tierras, la colonización y la judaización de Jerusalén continuaron, y las condiciones de vida de los palestinos no dejaban de deteriorarse. Lo esencial de estos pactos era que ambas partes; Israel y la OLP se reconocían mutuamente; esta última también renunciaba recurrir a la violencia, así como reconocía el derecho de Israel a vivir en paz y con seguridad. Al mismo tiempo, Israel se comprometía a una retirada paulatina por fases de Gaza y Jericó. Se acordó igualmente el establecimiento de una Autoridad Palestina que iría progresivamente tomando el control de Gaza y Cisjordania, asumiendo funciones de seguridad y administrativas; no se mencionaba expresamente la creación de un estado palestino.
En los acuerdos explícitamente quedaron pendientes importantes cuestiones; el estatus de Jerusalén, capital deseada tanto por Israel como por un futuro estado palestino; los asentamientos judíos en territorios palestinos; y el retorno de la diáspora palestina de refugiados repartidos por todo el mundo. A pesar de la política acuerdista de la dirigencia de la OLP, emergieron sectores palestinos críticos de los acuerdos considerándolos una suerte de capitulación ante el sionismo. De igual modo se oponían amplios sectores de la derecha más radical israelí; no estaban de acuerdo en realizar concesiones en lo que consideraban territorios históricos del pueblo judío.
La resistencia palestina se dividió entre “pro-Oslo” y “anti-Oslo”, los que apoyaban el acuerdo eran conscientes de que se trataba de un mal compromiso con el movimiento colonial que le había expoliado sus derechos y los de su patria; obligaba a renunciar a una gran parte de sus históricos reclamos. Lo argumentaban exponiendo que el “reconocimiento mutuo” era una conquista para los palestinos, junto al compromiso tomado por Israel de retirarse de los territorios ocupados. Es importante aclarar, que estos intentos de acuerdo son el resultado de la lucha heroica de los palestinos durante la Intifada. La apertura del proceso de Oslo se hace en el marco de una nueva ofensiva imperialista en Medio Oriente.
En esos momentos comenzó la retirada de Gaza y de Jericó del ejército israelí; así como la transferencia progresiva de la administración de los territorios ocupados a la Autoridad Nacional Palestina. Se conformó una fuerza armada palestina con la retirada de las fuerzas de ocupación de las ciudades de Cisjordania y de la gran mayoría de la Franja de Gaza. Sin embargo, desde el comienzo, se hicieron indudables las efectivas intenciones israelíes; el calendario de retiro acordado no fue respetado por el gobierno de Rabin y el paso que garantizaría la conexión entre Gaza y Cisjordania nunca se ejecutó. Se suma a esto, los miles de presos políticos no fueron liberados, y las organizaciones palestinas, incluso aquellas con las que Israel hacía las negociaciones, siguieron siendo ilegales y consideradas terroristas.
Se hizo evidente la ausencia de soberanía de la Autoridad Palestina sobre los territorios que tenía que controlar. Lo que se creó a partir de los acuerdos, fue un protectorado autoadministrado pero no independiente, y tampoco se constituyó como un Estado. Contrariamente, se consumó la recolonización, y la reconquista por las administraciones de israelíes de Barak y Sharon de las escasas conquistas materiales, territoriales y simbólicas de Oslo. Como se esperaba, los acuerdos no pusieron fin al proceso de colonización sionista sino que, al contrario permitieron acelerarla, sin tener ya que gestionar la vida cotidiana de millones de palestinos y delegando una parte de la política de seguridad a las milicias árabes.
Otra de las tentativas de llegar a una solución negociada fueron los Acuerdos de Camp David del año 2000, bajo los auspicios del presidente norteamericano Clinton. La negociación estaba protagonizada por primer ministro laborista israelí Ehud Barak y Yasser Arafat. Israel ofrecía una retirada del 80% de los territorios ocupados de Cisjordania; los dirigentes palestinos se negaban, argumentando que Israel ocupaba ya el 78% de la Palestina histórica.; Gaza y Cisjordania constituía solo el 22% del territorio. Para Israel, el punto de partida eran las fronteras de 1967, para Palestina las de 1948. Cuestión no menos difícil era la situación de la ciudad de Jerusalén, pero lo más irresoluble para los acuerdistas era el retorno de los refugiados; dado que Israel argumentaba que podía verse comprometido su seguridad.
En el debate interno de la OLP, las organizaciones de la resistencia, con excepción de los grupos minoritarios apoyados por Siria, creían que estaban reunidos todos los elementos constitutivos de un Estado, que significara el reconocimiento internacional de su pueblo y su territorio, afirmando la identidad nacional. Un Estado que ejerciera sus derechos a la autodeterminación, a la independencia política y a la soberanía sobre su territorio. La naturaleza democrática, plurirracial y pluriconfesional que estaba presente en la resistencia quedaría plasmada en la declaración de independencia; esto iría acompañado por la aceptación de la existencia de Israel como un hecho de fuerza irreversible a causa de su prolongación en el tiempo, sin dejar de desconocer la ilegitimidad de los fundamentos ideológicos del sionismo.
La segunda Intifada.
La segunda Intifada tiene lugar en un doble contexto, por un lado el aumento de las pugnas entre el pueblo palestino y el ejército israelí, y por otro, la interrupción del proceso acuerdista. Comienza durante las manifestaciones conmemorativas de la Nakba, el “desastre” de la expulsión del pueblo palestino de su tierra, que son reprimidas. Unos días después, las manifestaciones organizadas en apoyo a los presos palestinos también dieron lugar a enfrentamientos. Al mismo tiempo, el fracaso de la cumbre de Camp David, celebrada del 11 al 25 de julio de 2000 bajo el patrocinio de Estados Unidos, demostraba la inviabilidad y las contradicciones del proceso negociador. Fue la consecuencia lógica de la situación política y social, y del fracaso de los procesos de acuerdo. El sustento y la lógica de estos se fundaba e, la continuidad de la colonización. A este elemento se agrega, la multiplicación de las acciones represivas del ejército israelí y la quiebra de la legitimación y del liderazgo de la Autoridad Palestina.
Los palestinos se movilizaron el día de la visita de Ariel Sharon a la explanada de la mezquita Al Aqsa, una grave provocación. Pero fue al día siguiente, el 29 de septiembre de 2000 cuando realmente comienza la insurrección. Se producen manifestaciones masivas, en repudio al sionismo, en la mayoría de las principales ciudades palestinas; por la represión israelí mueren una decena de palestinos, incluido el joven Mohammad al-Dura en Gaza, su asesinato fue filmado, constituyéndose en una imagen que llevara a encender la mecha de la generalizada insurrección en los territorios ocupados el 1 de octubre. Se organizaron manifestaciones casi diarias, en las que se unieron todas las fuerzas políticas, y muchos líderes de la Autoridad Palestina, entre ellos Yasser Arafat. La respuesta represiva sionista no se debilitó, sino al contrario fue más brutal y extendida.
La segunda intifada, expresaba el hartazgo de los palestinos y su convicción de la inutilidad de negociar. A partir de las primeras semanas, aparecieron divisiones entre las fuerzas participantes, algunas de las cuales querían mantener la dimensión popular de la revuelta, mientras que otras deseaban orientarla hacia la acción armada. Y también había fracturas entre quienes querían circunscribirla a los territorios ocupados y aquellos que querían extenderla. Políticamente, opuso a la autoridad nacional con las fuerzas nacionales laicas y con las fuerzas religiosas, que la tomaban como un medio de implementar su línea política basada en la idea de la liberación de todo el territorio nacional palestino.
Los aparatos oficiales de la Autoridad palestina, se unieron al levantamiento e hicieron uso de armas de fuego, esto fue utilizado por la opinión pública occidental para presentar los acontecimientos como una confrontación violenta. Permitió a Israel presentar la rebelión como una guerra entre dos campos armados más que como un levantamiento popular reprimido por el ejército, y a partir de esto justificar el empleo de todo su armamento.
A diferencia de la primera intifada, este proceso careció de instrumentos de autoorganizacion, estando controlado desde el comienzo por el aparato de la AP. Se trataba casi exclusivamente de la dirección de la OLP salida del exilio y llegada a Palestina con la autorización de las autoridades israelíes para ejercer la vigilancia de una población a la que se juzgaba incontrolable. Es la estructura de la OLP, transformada en aparato de la Autoridad Palestina, con sus diferentes componentes, que se implanto en el papel de dirección y de representación del movimiento.
En las primeras semanas de la movilización se observaba un gran masividad y como así también una gran violencia represiva israelí; la mayoría de los heridos en Gaza eran jóvenes, en este momento la movilización palestina fue esencialmente popular y no la llevan a cabo grupos armados; se caracteriza al principio por su carácter popular y masivo, por la participación de todas las fuerzas políticas palestinas en diversas iniciativas y por la amplitud y celeridad de la represión israelí. El levantamiento, es sobre todo la expresión de una revuelta masiva de la población palestina de los territorios ocupados contra las políticas de Israel, aunque el carácter popular del levantamiento duró solo unas pocas semanas.
El inicio de la lucha colocó a la dirección de la AP en una posición incómoda, ya que puso al descubierto las contradicciones inherentes al proceso de Oslo y su errónea posición, no se pudo consumar ni un Estado, ni un movimiento de liberación nacional unificado. La estrategia contradictoria seguida hasta entonces por Yasser Arafat, de combinar y conciliar, las negociaciones con Israel y cierto apoyo a la lucha de la sociedad palestina, mostró sus límites y lo empujó a adaptarse a la nueva situación inducida por el levantamiento.
La segunda intifada rápidamente, dio un giro militarizado a través de los atentados suicidas, que tomaron otra dimensión con los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001. En efecto, la política de la administración de George W. Bush, apuntaba a que la confrontación se mantuviera limitada a los territorios palestinos, para que no tuviera consecuencias negativas sobre los intereses estadounidenses en la región. Tras los atentados, el gobierno israelí de Ariel Sharón comprendió que esa nueva situación le permitía presentarse como la punta de lanza de la guerra contra el terrorismo, consolidando así el entendimiento político entre la derecha conservadora estadounidense y la nacionalista israelí.
La militarización del levantamiento, fue consecuencia de la violencia de la represión israelí y de las iniciativas tomadas por militantes y mandos intermedios de Fatah. Arafat, intentó aprovechar la evolución de los acontecimientos, apostando por construir un equilibrio de poder militar con Israel para mejorar su posición en las futuras negociaciones. Esta opción resultó ser un fracaso, en particular debido a la inflexibilidad israelí, pero también a desacuerdos dentro del núcleo gobernante. A pesar de ello, le permitió afianzar su aparato y mantener cierta legitimidad a los ojos de la población de los territorios ocupados, pero aceleró su aislamiento y alentó el cuestionamiento de su autoridad incluso dentro de la AP.
La segunda intifada se vio afectada por la ausencia de participación popular masiva continua. Se debió a la debilidad de los partidos y de las formaciones políticas, quienes no contribuyeron ni ayudaron a estructurar, consolidar y ampliar la movilización popular. Eso tuvo como consecuencia un retroceso significativo en el discurso, en la cultura, y en su influencia política, de la corriente nacional demócrata laica y, permitió que los movimientos políticos religiosos conquistaran legitimidad e influencia ideológica y política en la organización de las masas. Un ejemplo de esto es el triunfo del islamismo en las elecciones estudiantiles y sindicales, resistiendo la ocupación por medio de la militarización y la utilización de atentados suicidas.
Los cambios de época.
Desde 2002, el gobierno de George W. Bush, que no dejaba de acusar al presidente de la Autoridad Palestina de alentar el terrorismo, pretendía excluirlo del mando de la OLP. Por su parte, el gobierno de Sharon aprovechó la oportunidad para debilitar a la AP, en especial luego del sitio del cuartel general de Arafat en Ramala y de la invasión del ejército israelí de ciudades administradas por la Autoridad Palestina. Luego del fallecimiento de Yasir Arafat, algunos sectores de la política palestina se elevaron para advertir el fin de la época de la legitimidad histórica y exigir la celebración de elecciones. En efecto, el 9 de enero de 2005 se realizó una elección presidencial. El candidato de Fatah, Mahmud Abás, resultó vencedor con el 63% de los sufragios. En su programa electoral, insistió en la necesidad de reformar el régimen político y reactivar el rol de las instituciones. También llamó a terminar con la militarización de la intifada y a regresar a la mesa de negociación, estimando que era la única vía para llegar a una solución política y que contribuyera a mejorar su imagen ante la opinión pública internacional, asegurándole apoyo económico, este proceso llevo a que intifada perdiera se fuera paulatinamente debilitando.
Fueron los Acuerdos de Oslo el comienzo del lento declive, de la AP que se vio atrapada entre su misión original y sus nuevas responsabilidades como protoestado, con sus instituciones burocráticas y de seguridad. Con la muerte de Arafat, Fatah perdió no solo al fundador y líder, sino también a su mayor sustento, la memoria histórica encarnada en el líder de la OLP. Paulativamente quedaba sin una ideología clara, ningún discurso específico, ninguna experiencia o carácter distintivo. También lo encontraba sin un Estado genuino e independiente, que había quedado trunco; y con un movimiento de liberación, encerrado en un proceso de negociación estéril y privado de los medios para gobernar por el efecto combinado de la ferocidad israelí y sus propias insuficiencias.
Israel durante la operación “Escudo Defensivo” ocupo nuevamente los territorios que había liberado en Cisjordania en el marco del proceso de Oslo. En esta época, se generalizó el empleo de comandos suicidas por parte de algunas organizaciones palestinas, atacando en ciudades como Tel Aviv o Haifa. El líder derechista del Likud Ariel Sharon ocupaba el cargo de primer ministro, conocido por sus actos genocidas. Esto consolido el fracaso de las negociaciones de paz, e iba a suponer un serio revés para Fatah, que asistió impotente al auge de la organización islamista Hamas y su fuerte penetración en la sociedad palestina.
En 2006, el repliegue de Al-Fatah se reflejó en el triunfo de Hamas, de la mano de Ismail Haniyeh, en las elecciones legislativas de la AP. Este hecho provocó un enfrentamiento entre las dos organizaciones y un golpe de Estado de Mahmoud Abbas con el apoyo de Israel, mantuvo el dominio de este sobre Cisjordania, pero la asonada fue derrotada en la Franja de Gaza, que quedó bajo el control de Hamás. Desde entonces, Israel bloqueó este territorio y ha estado lanzando continuos ataques para desalojar a Hamas. A pesar de toda la resistencia y de haber mantenido la lucha contra Israel, la influencia y el prestigio de Hamas ha ido decayendo; han perseguido y reprimido a los opositores. Por otro lado, han tenido una actitud hostil a la primavera árabe, impidieron o incluso reprimieron las movilizaciones que estaban surgiendo en Gaza a favor de esa revolución.
Durante su existencia la Autoridad Palestina había reproducido el funcionamiento de la OLP; un funcionamiento autocrático con Arafat como autócrata y una multitud de grupos, a veces rivales unos de otros, como así también una tolerancia por la diversidad y la pluralidad políticas. Esta la tolerancia de la diversidad política, fue casi siempre una condescendencia controlada, restringida y limitada por el aparato de la OLP. En este periodo surgieron numerosas ONGs que se desenvolvieron gracias a un conjunto de privilegios materiales por su financiación. Sus actividades se desarrollan, en el terreno de los servicios sociales, la defensa de los derechos humanos, de los derechos de las mujeres; son un fenómeno marginal y socialmente limitado a una franja de la sociedad palestina.
Paralelamente la organización Hamas desarrollo importantes servicios sociales que aseguraban un importante apoyo popular. En tanto que movimiento de masas, ha organizado una especie de contra-sociedad con todo un conjunto de prácticas clientelares y culturales sustentadas y reforzadas en su ideología religiosa, sin embargo es incapaz de organizar al conjunto de la sociedad palestina. Hoy las organizaciones sociales palestinas son muy diversas y pasan desde; la Autoridad palestina, que es al mismo tiempo el Fatah, la OLP, los partidos políticos, las organizaciones sindicales, nucleamientos como el BDS, Hamas con sus diferentes ramificaciones, y las ONGs.
La derrota política de la OLP y del conjunto de la dirigencia palestina propicio el surgimiento y posterior crecimiento de Hamas. Tras Oslo, vio abrir las oportunidades de crecimiento y consolidación, por la capitulación de la AP al poder israelí y al imperialismo, hasta el punto de aceptar que los acuerdos no mencionaran la culminación de la colonización judía. Todo esto anunciaba el fin político, a medio plazo, del ascendiente de la dirección de la OLP sobre la población palestina y despejaba el campo de acción a los integristas islámicos. Las tentativas de reprimir al grupo de Hamas comenzaron en 1994, la fuerza policial de la Autoridad palestina. Esta política represiva al movimiento popular será una tarea demasiado difícil de cumplir, a pesar de las presiones del sionismo y del imperialismo; sin contrapartida real, van a renunciar a realizarla frontalmente, prefiriendo utilizarla como una carta en sus negociaciones con los israelíes.
La Autoridad palestina se convirtió en un aparato autocrático y corrupto, cuyo funcionamiento no es verdaderamente democrático, a diferencia del pueblo palestino que históricamente demostró un pluralismo político real. El nivel de corrupción del aparato burocrático palestino es similar a lo que existe en los regímenes dictatoriales de la región; pero a diferencia de estos controla poblaciones que viven en campos de refugiados, en la miseria más absoluta. La autocracia palestina ha utilizado el nepotismo y la corrupción más que la represión. Esto explica en buena parte la antipatía profunda del pueblo respecto a los dirigentes, una desafección que ha beneficiado a Hamas. El movimiento islámico se ha podido presentar una imagen de movimiento de personas íntegras, que vive de forma austera y rechaza la corrupción.
En Palestina, como en otras partes de la región, son los movimientos de naturaleza integrista islámica los que van ganando prestigio y popularidad. Es el resultado, por un lado, del fracaso de las direcciones nacionalistas tradicionales, y por otro, de la carencia de una alternativa nacida desde abajo. Esto permite la emergencia de la corriente integrista como principal portavoz de la contestación popular y del descontento popular frente a los regímenes existentes y frente a la dominación sionista.
Los tiempos recientes.
Para comprender lo que ha sucedido en los últimos años, debemos tener en cuenta una serie de hechos importantes. Que van desde la guerra entre Iran-Irak (1980/1988), pasando por la ocupación de Kuwait en 1990, la invasión a Irak en 2003, los ataques militares israelíes en Gaza, la persistente ocupación con planes de judaización, colonización, desplazamiento y anexión en Cisjordania, a los que se suman los frecuentes intentos en las cumbres árabes de modificar o revertir los históricos reclamos, con el pretexto de que esto podría inducir a Israel a aceptar la paz. Junto con la alianza estadounidense-israelí-árabe contra Irán abandonando al pueblo palestino.
A partir del año 2002, Israel aduciendo razones de seguridad comienza a construir un sistema de vallas, alambradas y muros siguiendo el trazado de la antigua “Línea Verde” del armisticio de 1949 y adentrándose en los territorios para rodear los múltiples asentamientos judíos que hay en Cisjordania, un avance en la histórica política de hechos consumados del régimen israelí, perpetuando un sistema de “bantustanización” que confisca las tierras de las comunidades palestinas, para luego instalar de manera acelerada asentamientos judíos, aislando a los palestinos en verdaderos guetos, similar al del Apartheid sudafricano. Un nuevo intento de negociaciones entre Israel y Palestina se produjo en 2008 entre el presidente palestino Mahmoud Abbas y el primer ministro israelí Ehud Olmert. Pese a que ambas partes estaban de acuerdo en la existencia de dos estados, Israel consideraba inaceptable el retorno de los refugiados, por su parte la AP rechazaba que Israel controlase su seguridad o incluso el espacio aéreo, con lo cual las negociaciones fracasaron.
Durante los primeros meses del año 2011, en Túnez, comenzó una ola de rebeliones que se fue expandiendo por toda la región, conocida como la primavera árabe; iba a pasar como un ciclón por numerosos países del norte de África y Oriente Medio y modificaría el equilibrio de poderes en la región, eclipsando la causa Palestina. El impacto del proceso revolucionario árabe en el pueblo palestino, especialmente en la juventud, fue grande demostró y le dio un nuevo impulso a las grandes manifestaciones y acciones como una herramienta de lucha. Asimismo fue un impulso para la vanguardia juvenil que se organizó de forma independiente, sin el apoyo de las viejas organizaciones políticas, ya sean laicas o islámicas; el rol de las redes fue clave, se convirtieron en una herramienta formidable, para la organización y comunicación de la lucha. Esta experiencia de los jóvenes palestinos, son los cimientos de una posibilidad real de construir un nuevo liderazgo que se convierta en una alternativa a los viejos líderes y organizaciones, responsables de tantos años de derrotas y frustraciones.
Un síntoma del impacto de la primavera árabe, son las movilizaciones, que se sucedieron cada año para recordar el 15 de mayo, el día de la Nakba, cuando miles de palestinos exiliados marcharon junto a simpatizantes de los países limítrofes hacia la frontera, reclamando su derecho a regresar a su tierra. Estas fueron reprimidas, primero por los ejércitos y fuerzas policiales de los países árabes y quienes lograron cruzar por el ejército israelí. La revolución árabe repercutió en toda la región, e impacto sobre el pueblo palestino y llevando a profundizar la crisis de las antiguas organizaciones políticas.
A partir del año 2008, se impone por parte de Israel un bloqueo a la franja de Gaza, y se suceden diversas ofensivas militares relámpagos israelíes. A finales del 2017 otro elemento del avance del imperialismo norteamericano en alianza con el colonialismo israelí; la administración de Trump reconoció a Jerusalén como capital del estado sionista de Israel, trayendo una nueva ola de protestas del pueblo palestino. La única diferencia entre Trump, las administraciones precedentes y la actual es que este mostraba claramente el verdadero rostro del capitalismo y del imperialismo. El pueblo palestino rechaza y se enfrenta contra estas tentativas, como asimismo resiste a las intenciones de acallar su lucha no solo con palabras, sino con hechos como fue la “Gran Marcha del Retorno” de Gaza, una verdadera revuelta popular.
El Gobierno ultraderechista judío de Netanyahu continúa con el proceso de anexión de facto que viene llevando a cabo por intermedio de sus políticas de desplazamiento forzoso, expropiación de tierras y traspaso de población israelí a los asentamientos en el territorio palestino ocupado. El régimen de apartheid, colonialismo y ocupación ilegal sobre Palestina lo permite la comunidad internacional, de manera abierta y sin simulaciones, porque la ocupación es un negocio muy rentable para el imperialismo y el estado sionista. Las comunidades siguen estando amenazadas por todo tipo de crímenes, leyes represivas y ataques por parte del estado israelí. Por otro lado el movimiento nacional palestino atraviesa una crisis general; teórica, política y económica.
La Autoridad Palestina cumple la función de subcontratista de la ocupación israelí, al realizar la seguridad en coordinación con Israel. La misma fue suspendida temporalmente por el presidente de la AP en señal de protesta contra los planes de anexionar partes de la Cisjordania ocupada. La victoria electoral de Joe Biden despertó la confianza en que EE UU propiciará la creación del Estado palestino, volviendo a los acuerdos de Oslo, el objetivo de su política es ganarse el favor del nuevo gobierno estadounidense. Se convirtió en una fachada de autonomía dentro del régimen colonial israelí; siendo nada más que subcontratista de la ocupación israelí. Esto implica colaborar con las operaciones represivas del ejército israelí y aceptar la discrecionalidad de Israel sobre las actividades económicas de Palestina, sin posibilidades de detener la expansión de los asentamientos judíos o sus abusos contra la población palestina. Incluso sin coordinar e impulsar la lucha de repudio contra los actuales bombardeos israelíes en la Franja de Gaza.
La AP sufre, no solo quiebra financiera, sino de valores, de ideas y de política. Atrapada por una situación diseñada en Oslo, en la actualidad los territorios palestinos administrados se encuentran con, las arcas vacías a causa de las presiones económicas y la deficiente administración, a esto se suma las consecuencias de la pandemia. Asimismo aumentan las exigencias imperialistas para que reanude las negociaciones. Como respuesta aplica un severo plan de ajuste recortando los salarios de los trabajadores del sector público y dejando de prestar servicios básicos. Igual de fatal, ha sido la falta absoluta de imaginación por parte de la elite política palestina, no ha propuesto ninguna estrategia para deshacerse el control israelí o impulsar la autosuficiencia palestina y fortalecer y organizar la lucha de su pueblo.
En el pueblo palestino, encontramos una sociedad extenuada, cansada de muertos, destrucción, represión, torturas, discriminación y limitaciones como consecuencia del bloqueo y la ocupación militar. De igual modo, el llamado movimiento de resistencia palestino se encuentra profundamente fragmentado, pese a que a finales de 2017 los principales grupos, Fatah y Hamas intentaron un acercamiento. En las últimas luchas se puede observar que han adquirido mayor protagonismo grupos más minoritarios y combativos como la Yihad Islámica. La Autoridad Palestina, Fatah y la OLP durante los últimos años está viviendo su declinación, sus instituciones se marchitan como también sus dirigentes se desprestigian.
El territorio palestino ocupado es un laboratorio de pruebas único para desarrollar la poderosa industria de la guerra israelí, que posteriormente vende a sus socios internacionales, con la ventaja de haber sido probado en combate. Tecnología de guerra y tácticas represivas que oprimen y asfixian a la población palestina de Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este y que luego se exportan al resto del mundo. Además el ejemplo de las políticas sionistas refuerzan los discursos racistas de dirigentes como, Trump, Bolsonaro y el mismo Netanyahu, como así también la de las organizaciones de ultraderecha de Europa y EEUU. Robustecen los pilares de estructuras opresivas y discriminatorias sustentadas sobre los cimientos del supremacismo blanco y la islamofobia que se propaga peligrosamente por todos los rincones del planeta.
El abandono del proyecto nacional, y el dar la espalda a la lucha de su pueblo, sometiéndose a negociaciones impuestas por el imperialismo, ofreciendo concesiones sin contraprestación, dando pruebas de un correcto comportamiento y creyendo que era posible llegar a un acuerdo negociado; explican la crisis de la AP. Junto a las sucesivas concesiones favoreciendo; sus propios intereses de casta, los del imperialismo, incluso los del estado de Israel. El programa de liberación nacional y social fue reemplazado por un proyecto estatal. Israel ganó el derecho a existir en el marco de los acuerdos de Oslo, sin que se reconociera los derechos de los palestinos, incluido el derecho a crear su propio Estado.
Hoy el movimiento nacional palestino se encuentra en plena crisis, se enfrenta a desafíos y divisiones internas y externas sin precedentes que atraviesan todas las corrientes y organizaciones. Los resultados de la política negociadora de su dirección son negativos, el Estado palestino aún no existe, y las condiciones de vida su pueblo fueron empeorando. Agregando una avanzada del gobierno sionista de Netanyahu, con el apoyo del imperialismo estadounidense, que entre otras cosas acelera y profundiza la colonización de Cisjordania y gradualmente se come el territorio de un hipotético estado palestino, afianzando la política segregacionista y represiva. Por su parte la Autoridad Palestina, continúa en el papel de protectora del ocupante a través de acuerdos de cooperación en materia de seguridad.
La Primavera Árabe contribuyó al surgimiento de una nueva generación luchadora, independiente de los partidos políticos, que rechaza la división y busca alianzas con la juventud rebelde de Egipto o Túnez, como lo demuestra el Movimiento de la Juventud Palestina, que frente a la comunitarización de la política, manifiesta que Palestina sigue siendo una línea de lucha común para los pueblos de la región. Los activistas palestinos, independientemente de su afiliación, siguen sujetos a un objetivo común, más importante que cualquier alianza o fe, su autodeterminación.
El movimiento por la defensa y la liberación de las personas presas en el interior de las prisiones israelíes ha jugado un papel central en la lucha contra la opresión sionista. El acuerdo de unidad nacional palestina, llamado “Documento de las y los presos”, fue elaborado en el seno de las prisiones y constituye la base de todas las discusiones sobre la resistencia palestina, desarrollando diversas experiencias de lucha. Israel ha vulnerado sistemáticamente los derechos humanos a través del uso indiscriminado de la violencia contra la población palestina, de la explotación de sus recursos naturales, la construcción de un muro y controles militares que limitan la libertad de movimiento, fraccionando el territorio, y con la imposición de sistemas legales arbitrarios que despojan a la población palestina de sus derechos más básicos.
En los últimos años surgió la acción; Boicot, Desinversión y Sanciones BDS, contra la política de ocupación ilegal de territorios y el apartheid a la población palestina ejercida por los gobiernos israelíes. Una campaña política y social de trascendencia mundial fundada en el objetivo de acabar y denunciar las políticas sionistas, contrarias a los derechos humanos y que cuenta con la complicidad de las potencias hegemónicas. El BDS se ha convertido en un instrumento de movilización social y presión política contra la complicidad de los Gobiernos con la ocupación y el apartheid israelí. La experiencia del BDS recupera la tradición política y de la solidaridad internacional, ya practicada contra el apartheid de Sudáfrica o las dictaduras militares de América Latina.
La continuidad de la Resistencia Palestina.
Desde su expulsión, desposesión, exilio y dispersión, una gran parte del pueblo palestino deambuló por los campos de la diáspora con un objetivo; la supervivencia. Las consecuencias que acompañaron a la fragmentación de su sociedad, sin recursos movilizadores, inclinaron el atomizado paisaje social hacia la apremiante tarea de supervivencia individual y búsqueda de los bienes más básicos para la existencia; en muchas oportunidades la respuesta socioeconómica que encontraban fue la incorporación como mano de obra barata al mercado laboral de Israel, los países limítrofes, o bien la emigración a los países árabes productores de petróleo. Por su parte la dirigencia política estuvo pasivamente esperanzada en la diplomacia internacional y, particularmente, en las capacidades militares y diplomáticas de los Estados árabes.
Las prácticas genocidas del Estado de Israel no se corresponden solamente con una ocupación militar, sino con una expansión colonial, que ataca directamente el derecho de autodeterminación del pueblo palestino, con la expulsión forzada de dos tercios de la población palestina y el expolio de sus tierras y bienes. Más allá de su carácter ilegal; incluso el concepto ocupación se queda corto a la hora de describir la brutalidad de un régimen de discriminación institucionalizada y opresión sistemática semejable a un régimen de apartheid, y que practica métodos de represión similares a los utilizados por las dictaduras genocidas latinoamericanas.
A pesar de esta situación se observa una nueva generación de activistas, pensadores, artistas, periodistas, educadores y jóvenes luchadores que están rejuveneciendo la causa, forjando lazos entre los territorios ocupados y la diáspora. Los comités en las aldeas y colectivos de activistas en la base constituyen una primera línea de defensa contra la violencia de los colonos israelíes y la expansión de sus asentamientos. La historia de la resistencia del pueblo palestino continúa actualizándose cada día; Palestina sigue siendo una nación territorialmente fragmentada, en los campos de refugiados, en la diáspora, bajo ocupación militar o tratados como ciudadanos de segunda en un país en el que sus antecesores han vivido desde tiempo inmemorial. La historia de continuo desprecio al pueblo árabe palestino se perpetúa, de la misma forma que la resistencia palestina al colonialismo.
Incapaz de proteger a su pueblo, la dirigencia política palestina ha perdido de vista su histórica estrategia a largo plazo y se contenta con gestionar el desastre, y hasta frenar la resistencia y la idea de la autodeterminación del pueblo palestino. Efectivamente hay una crisis del movimiento nacional, pero no del ideal, ni de la conciencia nacional, como así tampoco un abandono de la experiencia histórica de lucha del pueblo palestino, que aunque fragmentada y dañada, resiste. Como lo demuestra su historia, el movimiento de resistencia palestino nació varias veces, cuando parecía muerto o a la deriva. A su interior los interrogantes son múltiples; el territorio, el poder político, la religión, el estado sionista de Israel, la relación con los estados Árabes, los medios de lucha y las reconfiguraciones ideológicas e identitarias.
Para contrarrestar los intentos de liquidar la causa palestina, por parte del imperialismo norteamericano, el estado genocida de Israel, y los gobiernos árabes; se observa la necesidad que los sectores de lucha busquen y desarrollen una fuerte unida , experimenten nuevas formas autoorganización y lucha, una nueva visión y estrategia, un cambio completo en los enfoques políticos, que desarrollen otro tipo de instituciones y de dirección política, con el objetivo de fortalecer la unidad y la resistencia popular; liberarse de las limitaciones de la Autoridad Palestina , reconstruir las organizaciones populares y sentar las bases para una presencia de la lucha popular en forma duradera.
La única portadora de eficiencia, firmeza y resistencia, es la movilización y la lucha del pueblo palestino; como así también se observa necesario renunciar a la estrategia de supervivencia, espera y reactividad, dejar de esperar soluciones desde arriba o de creer en un cambio en las políticas imperiales o de algún cambio “progresista” en Israel. El pueblo palestino necesitaría adoptar una estrategia proactiva, comprender los nuevos desarrollos y las nuevas realidades, impulsar el cambio en lugar de sumisión. La esperanza está en el pueblo palestino, su voluntad de permanecer firme y continuar la lucha en su país y en la diáspora.
El mantenimiento del orden sionista es asegurado por la represión. La revuelta latente de la juventud muestra que los fenómenos de normalización no equivalen a un consentimiento colectivo de someterse al orden colonial. Pero esta revuelta no ha arrastrado al resto de la sociedad palestina, la aplastante superioridad israelí pesa sobre las conciencias; modificar concretamente la correlación de fuerzas sigue siendo una de las tareas esenciales, y una condición necesaria, para la reconstrucción del movimiento de resistencia palestino. La situación de desigualdad prosigue, y con ella la perpetuación de la resistencia. Lo que los británicos, los primeros sionistas, el imperialismo norteamericano y los distintos gobiernos israelíes siguientes no han comprendido nunca y continúan ignorando, es que los palestinos continuarán resistiendo mientras sigan en pie las razones que estuvieron en los orígenes de su rebelión.
Fernando Coll
Imagen del artista palestino Sabaaneh
Fuentes:
Pappé, I., Historia de la Palestina moderna (Un territorio, dos pueblos), Ediciones Akal, 2007.
Pappé, I., La limpieza étnica de Palestina, Barcelona, Crítica, 2008.
Pappé, I., Los palestinos olvidados, Ediciones Akal, 2015.
Said, E.W., Cultura e Imperialismo, Debate, 1993.
Said, E.W., La cuestión palestina, Debate, 1992.