Desde ContrahegemoniaWeb aportamos estos extractos del capítulo “La solución de dos Estados es la única forma de avanzar”, del libro “Los diez mitos de Israel”, de ediciones Akal, en el que Ilan Papé desmenuza los motivos por el que la solución de dos Estados, uno palestino y uno judío, no resulta posible ni conveniente para la finalización del conflicto y, por el contrario, resulta un escollo para alcanzar la paz.
Este mito tantas veces repetidos se suele presentar como aseveración de que hay una solución para el conflicto israelí-palestino, que nos está esperando a la vuelta de la esquina. Sin embargo, la realidad de la colonización actual de la mayor parte de Cisjordania por Israel hace improbable cualquier solución de dos Estados. Lo máximo que cabe esperar, en el mejor de los casos, es un bantustán palestino. Pero tal acuerdo político crearía un Estado sin soberanía propia, dividido en varios cantones, sin medios de protegerse o mantenerse independiente de Israel. Cualquier expectativa de una entidad más independiente, si se produjera un cambio de mentalidad milagroso por parte de Israel, no convierte la solución de dos Estados en un acto final en el conflicto. Es impensable que una lucha nacional por la liberación, con casi 150 años de edad, pudiera terminar con un gobierno autónomo condicional en solo un 20 % del país.
Por otra parte, ningún acuerdo o documento diplomático podría nunca decidir quién es y quien no es parte del acuerdo. Por ejemplo, sería imposible declarar palestinos a los que viven en Cisjordania, sin que lo fueran también los habitantes de la Franja de Gaza. No iría más allá de la situación actual, porque tanto la Franja de gaza como muchas partes de Jerusalén parecen excluidas de las negociaciones y por supuesto del Estado previsto.
La solución de dos Estados es una invención israelí que pretendía cuadrar un círculo. Responde a la pregunta de cómo mantener Cisjordania bajo control israelí sin incorporar a la población que vive ahí. Por eso se sugirió que parte de Cisjordania sería autónoma, un cuasi-Estado. A cambio, los palestinos tendrían que renunciar a todos sus esperanzas de retorno, a la igualdad de derechos para los palestinos en Israel, al destino de Jerusalén y a llevar una vida normal como seres humanos en su tierra natal. Cualquier crítica a este mito se suele tildar de antisemitismo. Sin embargo, en muchos sentidos, es cierto lo contrario: hay una conexión entre el nuevo antisemitismo y el propio mito. La solución de dos Estados se basa en la idea de que un Estado judío es la mejor solución para el problema judío; es decir, que los judíos deberían vivir en Palestina y no en cualquier otro lugar. Esa noción es también compartida en buena medida por los antisemitas. La solución de dos Estados se basa, aunque sea indirectamente, en la suposición de que Israel y el judaísmo son la misma cosa. Por eso Israel insiste en que lo que hace, lo hace en nombre del judaísmo, y cuando sus acciones son rechazadas por gente de todo el mundo, la crítica no está dirigida únicamente contra Israel, sino también contra el judaísmo.
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Parece que nada va a impedir a Israel completar su colonización de Cisjordania y su asedio a Gaza. Esto se puede lograr con la bendición internacional, pero hay bastante políticos en Israel que parecen dispuestos a proceder sin esa bendición. En cualquier caso, Israel tendrá que usar la fuerza bruta para hacer realidad su visión de una “solución”: anexar la mitad de Cisjordania, guetizar la otra mitad así como la Franja de Gaza, e imponer una especie de régimen de apartheid a sus propios ciudadanos palestinos. Tal situación hará irrelevante y obsoleto cualquier discurso sobre la solución de dos Estados.
En la antigüedad, los muertos eran enterrados con sus artefactos y pertenencias favoritas. Este próximo funeral probablemente seguirá un ritual similar. El elemento más importante para ir bajo tierra es el diccionario de la ilusión y el engaño con sus entradas famosas como “el proceso de paz”, “la única democracia en el Oriente Medio”, “una nación amante de la paz”, “paridad y reciprocidad” y “una solución humana para el problema de los refugiados”. Desde muchos años se viene elaborando un diccionario de reemplazo, que define el sionismo como colonialismo, Israel como un Estado de apartheid y la Nakba como limpieza étnica. Sería mucho más fácil su distribución y uso común una vez que la solución de dos Estados haya sido declarada muerta.
Los mapas de la solución muerta también yacerán junto al cuerpo. La cartografía que redujo Palestina a una décima parte de su territorio histórico y que se presentó como un mapa de la paz, con suerte habrá desaparecido para siempre. No hay necesidad de preparar un mapa alternativo. Desde 1967, la geografía del conflicto nunca cambió en realidad, aún cuando se transformó continuamente en el discurso de los políticos, periodistas y académicos sionistas liberales. Palestina siempre fue la tierra entre el río y el mar, y sigue siéndolo. Su fortuna cambiante se caracteriza, no por la geografía sino por la demografía. Los colonos que fueron llegando allí desde fines del siglo XIX ahora representan la mitad de la población y controlan la otra mitad mediante un tamiz de políticas racistas y de apartheid. La paz no es una cuestión de cambio demográfico, ni un rediseño de mapas: es la eliminación de esas ideologías y políticas. Quién sabe, ahora puede ser más fácil que nunca hacerlo.
El funeral expondrá la falacia de la protesta masiva israelí de 2012, al tiempo que destacará su potencial positivo. Durante siete semanas, aquel verano los judíos israelíes de clase media protestaron en gran número contra las políticas sociales y económicas de su gobierno. Para asegurar una protesta lo mayor posible, sus líderes y coordinadores no se atrevieron a mencionar la ocupación, la colonización o el apartheid. La fuente de todos los males, según decían, era la brutal política capitalista del gobierno. A cierto nivel tenían razón. Esas políticas impidieron que la raza dominante en Israel disfrutara plena y equitativamente de los frutas del saqueo y despojo de Palestina. Sin embargo, una división más justa del botín no asegurará una vida normal para judíos o palestinos; solo el final del saqueo y el pillaje lo harán. Aún así, los manifestantes también expresaron su escepticismo y desconfianza con respecto a lo que sus medios y políticos les decían sobre la realidad socioeconómica; eso puede abrir la vía para una mejor comprensión de las mentiras que les han contado sobre el “conflicto” y su “seguridad nacional” durante tantos años.
El funeral debería darnos a todos energía para seguir la misma distribución de trabajo que antes. Para los palestinos sigue siendo tan urgente como siempre resolver el problema de la representación. Y ls fuerzas progresistas judías en el mundo deben colaborar más activamente en el BDS y las campañas de solidaridad. En la propia Palestina ha llegado el momento de convertir el discurso de la solución de un solo Estado en acción política y tal vez de adoptar el nuevo diccionario. Dado que la desposesión reina por doquier, la toma de posesión y la reconciliación tendrán que darse en todas partes. Si la relación entre los judíos y los palestinos debe replantearse sobre una base justa y democrática, entonces no podemos aceptar ni el viejo mapa sepultado de la solución de los dos Estados ni su lógica de partición. Esto también significa que la distinción entre los asentamientos judíos en Israel (antes de 1967) y en Cisjordania (después de 1967) debería ser enviada también a la tumba. La distinción debe hacerse, por el contrario, entre los judíos que están dispuestos a discutir una reformulación de la relación, un cambio de régimen para dar a todos el mismo status y los que no lo están, independientemente de dónde vivan ahora.
Si se estudia el tejido humano y político de Israel-Palestina en la actualidad, hay algunos fenómenos sorprendentes en ese sentido: la voluntad de entrar en diálogo es a veces más evidente al otro lado de la línea verde que dentro de ella. Los diálogos sobre un cambio de régimen, la cuestión de la representación y la campaña BDS son parte integrante del mismo esfuerzo por llevar la justicia y la paz a Palestina. Una vez que se haya enterrado la solución de dos Estados, se habrá eliminado un obstáculo importante para una paz justa en Israel y Palestina.
Extractos del libro: Pappé, Ilan, Los diez mitos de Israel, Madrid, Akal, 2019