Hemos asistido a una enorme transformación del discurso de la motivación política electiva, es decir del por qué hay que votar, debido a que había que sacar al mal gobierno neoliberal de Macri nos inculcaron, nos dijeron que la realidad material debía llevarnos al Frente de Todos, a la alianza de todo el peronismo, ese peronismo justicialista, mesurado y del orden. Se fomentó el paso de la convicción y la épica hacia el posibilismo, a votar a un gobierno que no se cansan de decirnos, es de transición (sin decirnos hacia dónde sería esa transición), y nos agregan a viva voz: qué sería de nosotres sin ellos en pandemia.
Empezaron diciendo que “había 2019” para conjurar las posibilidades que la vía electoral era la salida, para contener el posible estallido social, pero debemos pensar por qué ha sido tan efectivo su discurso, por qué actualmente tienen, con bajo recursos destinados a lo social, con la pobreza creciendo, una enorme contención y regulación social consentida por grandes mayorías.
Persiste entiendo yo un sentido común generalizado por la “década progresista”, que ha logrado consumar una forma de ver y comprender la política -sobre todo en su sentido institucional- que ha calado profundo no sólo en los sectores progres burgueses de la clase media, sino que ha tenido asimismo un profundo arraigo en los sectores plebeyos y populares.
En el discurso de la política además de los aspectos simbólicos, también se usan las referencias representadas por algunas personas para inculcar ideas, una de ellas y quizá la más descollante en el marco de su producción teórica y que ha calado hondo en algunos sectores de izquierda, es el ex Vicepresidente de la hermana República Plurinacional de Bolivia, Álvaro García Linera.
A él le pertenece la idea-fuerza de oleadas, nos dice que ”Las transformaciones se dan por oleadas. La gente se articula, se unifica, crea sentido común, tiene ideas fuerza, se convierte en ser universal, es decir, ser que pelea por todos. Logra derechos, acuerdos, Estado, política”[i]. Existe en Álvaro García Linera una correspondencia entre el ser en revolución y la forma progresista. No observa este gran pensador contemporáneo la contradicción histórica que el progresismo implica al ocupar actualmente el lugar del “populismo” histórico, y al igual que este genera una finita y reaccionaria alianza de clases que subsume a los sectores subalternos para sólo gestionar el capital, reformar o mejor dicho adecuar el Estado en algunos casos, regular la sociedad capitalista siempre.
He aquí gran parte del basamento diagnostico del progresismo para la izquierda, los cambios se dan por oleadas, les progres según este discurso formarían parte del bloque histórico del cambio, de la transformación, no sería según este discurso como si sabemos nosotres les anticapitalistas, parte de la regulación capitalista. Hasta han usado como una virtud, que después de un gobierno nacional y popular, siempre viene uno neoliberal, para que después venga nuevamente un gobierno nacional y popular, forma discursiva que nos impregnan bajo la idea de ciclos y no como lo que verdaderamente son, etapas del capital para la dominación y la regulación social.
Observemos por ejemplo la mirada progresista sobre el trabajo, desde el diagnostico progre el trabajo es fundamental dentro del armazón de su programa, desde una mirada neokeynesiana nos hablan casi constantemente que se debe generar trabajo, para impulsar el mercado interno y poner dinero en los bolsillos de las mayorías.
Nada dicen que esta comprensión sobre el trabajo mercantiliza los derechos, pues a partir del derecho al trabajo se accede a la seguridad social (salud, previsional, seguro de desempleo, salario familiar) como así a otros derechos desde la alimentación hasta la vivienda. La idea base del progresismo para lo social, es fomentar la empleabilidad de los sectores subalternos, de esta manera la mirada del progresismo sobre los derechos a partir del trabajo mercantiliza los derechos sociales.
Los aspectos civilizatorios de la relación capital-trabajo no son para el progresismo una relación entre explotadores y explotados, sino de accesibilidad mercantil de los derechos para la clase que vive de su trabajo, de ahí que se generó, para subsumir aún más al trabajo ante el capital, el Consejo Económico y Social. Claro el trabajo es también un mercado en las sociedades capitalistas.
Es decir claramente la perspectiva de derechos que tienen los gobiernos progresistas no sólo es a través del Estado acentuando las formas de dominación entre gobernantes y gobernados, sino que además tienen una mirada sobre los derechos, sobre todo aquellos de raíz social, mercantilizada. Es el mercado ampliado o bifurcado a través de políticas neokeynesianas quien otorga derechos para la visión progresista nacional y popular.
Ello implica en sí una forma discursiva sobre la economía y la política, que fortalece las formas de dominación de las clases dirigentes, de aquí que podemos comprender el viraje hacia un discurso más moderado de la mayoría del Frente de Todos en cuanto a los derechos sociales.
La otra diagnosis que ha calado hondo es el Estado como árbitro entre el capital -tanto nacional como transnacional- y el trabajo. Debemos en este sentido resaltar que la burocracia de la CGT y sus adláteres en las organizaciones sociales como la UTEP-CTEP median entre el Estado y la clase trabajadora, pero esa mediación se realiza bajo parámetros conservadores, es decir su finalidad es el acceso a algunas políticas focalizadas que varían desde acuerdos paritarios que le permitan al capital continuar con sus ganancias, a planes sociales cuya claro objetivo es la contención de la conflictividad social.
De aquí que los sectores nacionales y populares progresistas que forman el panperonismo en el Frente de Todos, tienen una mirada moderada en cuanto a la existencia y a la función del imperialismo, si bien en términos discursivos en ocasiones se muestran antiimperialistas a través de la unidad latinoamericana o alguna crítica aislada al sistema-mundo, su programa de contención social de la crisis desatada por lo que elles diagnostican es consecuencia del neoliberalismo de Macri pero que en realidad es una crisis del capitalismo global, requiere de su sumisión ante los estamentos de colonialidad imperialista como el FMI y otros de similares características en el plano internacional, además de coartar en lo interno cualquier intento de auto-organización de los sectores plebeyos y populares a través de la contención estatal y la institucionalización de la política.
Las declaraciones en redes sociales de les Fernández tanto Cristina como de Alberto sobre el discurso del presidente Joe Biden de EEUU, sus elogios y simpatías hacia el programa expuesto en esa alocución, son a las claras muestras de la falta de una perspectiva antiimperialista en el Frente de Todos, dado que ese elogio surge de la no comprensión de la función imperialista del capitalismo yankee y lo que el programa de Biden va a conllevar en cuanto a guerras por recursos.
El discurso progre para la derecha, es por un lado de la efectividad para la contención social que claramente tienen, pero además de ello hay un intento de generar un sector del capital que bajo la égida desarrollista genere empleos aumentando sus ganancias, fomentar el clima de negocios pero distribuir algo, conteniendo la conflictividad social a lo que llaman un capitalismo con rostro humano. Hasta muestran que de ser necesario ellos también reprimen, como ocurrió en la toma de Guernica. El discurso nacional popular y progresista para la (otra) derecha es: nosotres también somos capitalistas, pero nuestro capitalismo es más ordenado.
Para las izquierdas estos gobiernos como los del Frente de Todos son un gran desafío, por su raíz peronista y el arraigo que ello implica dentro de los sectores sociales que viven de su trabajo, con principal énfasis en lo plebeyo y popular. Es por ello que debemos clarificar que estamos inmersos en una batalla cultural donde la revolución como eje de la transformación radical de la sociedad debe ocupar su sitio como horizonte en claro antagonismo con cualquier perspectiva progresista. La revolución como forma del ser, la revolución como utopía y práctica prefigurativa, la revolución como praxis de la emancipación.
Estando como estamos cerca de las elecciones y tomando en cuenta lo que ello implica en cuanto a la propagación del discurso y mala diagnosis progresista, sumado al bipartidismo de derecha del que adolecemos, espero que muches compañeres anticapitalistas se acuerden que la revolución nunca será, ni emanará del ideario progresista.
Para todos, todo
Damián Ravenna
Presidente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos Zona Norte
de la Provincia de Buenos Aires (APDH ZONA NORTE)
[i] https://www.telesurtv.net/bloggers/Entrevista-con-Alvaro-Garcia-Linera-Las-transformaciones-se-dan-por-oleadas-20160828-0003.html