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Escuelas: entre la insuficiencia presupuestaria y el vandalismo creciente

Esta nota tiene dos partes. En la primera nos centramos en las luchas impulsadas desde el sindicato y las comunidades educativas para tener edificios escolares en condiciones. En la segunda parte compartimos algunas reflexiones sobre el grave flagelo que significan los robos sistemáticos y el vandalismo que sufren las escuelas de los barrios más carenciados

La lucha por edificios en condiciones

Desde hace ya largos años la situación de los edificios escolares en el departamento Rosario es un tema de disputa.

Cuando en el año 2004, como frente de agrupaciones clasistas, ganamos la seccional Rosario de Amsafe, la pelea junto a la comunidad por la puesta en condiciones de las escuelas empezó a tener un lugar importante. La situación era crítica; a los recortes presupuestarios de los años ’90 se había sumado el impacto de la crisis del 2001 y el deterioro en algunos casos era realmente gravísimo.

Plateamos el debate con una mirada que sumaba las condiciones de trabajo y las condiciones de aprendizaje. Señalamos que los edificios escolares “no son un mero telón de fondo sino un factor estructurante del proceso de enseñanza-aprendizaje” y que en el estado de las escuelas también se jugaba el derecho a la educación de nuestrxs pibxs.

De ahí para acá se comenzó a revertir la tendencia y las inversiones empezaron a llegar… pero nunca en la medida de lo necesario. Hoy, una parte importante de los 2564 edificios escolares adonde asisten los 630000 alumnxs de las escuelas públicas de la provincia de Santa Fe (últimos datos oficiales) están lejos de tener las condiciones adecuadas. Falta mantenimiento, instalaciones eléctricas en mal estado, problemas en la provisión de agua y corte en el suministro de gas son los problemas que más se repiten. Además es alarmante la falta de aulas en el nivel secundario.

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La desigualdad aquí vuelve a gritar presente: la línea general es que las escuelas de los barrios más carenciados son las que tienen más carencias. En muchos casos los problemas con el agua y la luz tienen que ver con déficits estructurales en la zona; se trata así de comunidades doblemente castigadas por problemas en los servicios tanto en las casas particulares como en las escuelas.

La escasez presupuestaria se combina con una distribución discrecional de los recursos existentes. Siempre llevan ventaja las escuelas de los sectores medios que son un factor importante de presión y también aquellas cuyas comunidades se organizan y logran visibilizar sus demandas en los medios de comunicación. Impulsados desde el sindicato o desde algún sector de la comunidad los “abrazos” a las escuelas o los “frazadazos” logran muchas veces la aprobación de una obra que llevaba años esperando.

La alarma frente al vandalismo creciente

Pero la pandemia vino a potenciar un problema que ya está tomando niveles alarmantes: el robo sistemático y la destrucción de los edificios. Las escuelas 251 y 660 en la zona norte de Rosario; la 6383 y la 1381 en la zona oeste; la 407, la 756, la 1257 y la 2069 en la zona sur son algunas de las instituciones que ya han soportado más de una decena de robos cada una. Primero fueron los meses donde no había presencialidad y la actividad escolar era reduciada; después fueron los fines de semana y después una noche cualquiera. Cuando a un edificio entraron a robarle 12, 14 o 20 veces ya no queda nada de valor. Primero se llevan las computadoras, los equipos de música y TV, algún instrumento musical, herramientas de los talleres; luego se llevan los ventiladores, las estufas, la vajilla, los sanitarios, la grifería, la bomba de agua; después ya avanzan sobre las aberturas, los cables de electricidad, los bancos escolares y hasta los caños de agua.

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Reponer cada una de esas cosas lleva un tiempo… y a veces es menor el tiempo en que vuelven a robarla.

Muchas veces se suma la destrucción por el solo afán de destruir: de archivos de la escuela, de material didáctico, de carpetas de alumnxs y docentes. En algunos casos se han generado incendios intencionales con daños extras diversos.

La mayoría de las escuelas que sufren esta situación están enclavadas en los barrios más pobres y reciben estudiantes de primaria o secundaria a quienes les falta de todo. Y encima, por efecto del robo y del vandalismo, deben dar clase en peores condiciones o hasta volver a casa porque la escuela suspendió las actividades.

Es evidente la responsabilidad del Estado provincial que debería garantizar el más elemental cuidado de los edificios escolares. Pero lejos de eso la reiteración de los robos es ya una práctica gravemente naturalizada

La destrucción genera además una grave sensación de impotencia en toda la comunidad. A veces no quedan energías para volver a exigir a las autoridades de Educación la reposición de lo perdido cuando ya se hizo varias veces y se sabe que eso no hace más que anticipar el próximo hecho vandálico.

Las causas de esta situación dramática son profundas. Sin dudas la miseria está en un lugar primordial. Mandados o no por algún “delincuente mayor” los protagonistas de estos hechos son pibes; del propio barrio o del algún barrio cercano. Pibes a los que este capitalismo del siglo XXI les muestra por la TV o las redes todo lo que pueden desear, pero a lo que no pueden acceder. Pibes muchas veces expulsados por el sistema educativo. Pibes que no pueden conseguir un trabajo decente. Pibes que solo viven el hoy y a quienes cualquier futuro les parece lejano e inalcanzable.

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Creo que no se puede exagerar el dramatismo de la situación. De la mano de la miseria y la injusticia, las bandas narco-policiales vienen ganando la partida en nuestros barrios. Los “soldaditos” son la dolorosa expresión de una territorialidad creciente que asusta por su eficacia. La ecuación es sencilla: la vida cada día vale menos y las muertes son cada vez más; sobre todo de nuestros pibes.

Sin dudas se pueden denunciar a las escuelas como precarias, atrasadas, expulsivas, clasistas. Pero a pesar de los pesares siguen siendo un bastión; un lugar donde nuestros pibes puedan encontrar aprendizajes, contención, respeto. Un límite al todo vale menos la vida. Una trinchera contra el sálvese quien pueda. Un espacio de encuentro donde se pueda apostar a combatir este presente y construir otro futuro.

El robo y el vandalismo crecientes que sufren las escuelas nos están mostrando la extrema debilidad, pero también la fortaleza simbólica que aún conservan estas instituciones.

Juan Pablo Casiello Secretario Gremial Amsafe Rosario

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