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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

Más allá del lenguaje de las urnas

Los procesos políticos son complejos, multidimiensionales y multicausales. Analizarlos en la inmediatez de una coyuntura siempre implica una simplificación, una toma de postura que impone una jerarquía de rasgos, una escala de relevancia, un recorte en el abanico de sentidos.

Tomando en consideración el resultado general de las elecciones legislativas, se puede decir que perdió el gobierno, aunque no tanto. Si se considera el resultado de las PASO y el pequeño terremoto provocado por la carta pública de la vicepresidenta, esta derrota fue casi un triunfo. Se evitó el desastre que muchos anunciaban. Una derrota digna siempre es mejor que una catastrófica e inapelable.

La principal oposición (JxC, para simplificar la denominación) ganó, pero no tanto. No pudo dar el prometido “golpe de gracia” al gobierno. De hecho, hasta vio mínimamente reducida la distancia porcentual que le había sacado en las PASO.

Es una práctica habitual ver el resultado electoral como un mensaje. ¿Un mensaje para quién? ¿Para el gobierno? ¿Y quién es el intérprete más fiable para descifrar el “mensaje de las urnas”? Por un lado, hay quienes dicen que el pueblo le ha dicho “Basta” al kirchnerismo; por otro, dicen que le ha dado una segunda oportunidad. Parece que ese mensaje es interpretado de manera diferente, dependiendo dónde está ubicado el receptor.

En cualquier caso, la situación no cambia mucho respecto de los últimos meses. JxC y el FdT siguen siendo las dos fuerzas dominantes en el nivel nacional, tienen la mayor responsabilidad en el nivel legislativo y mantienen sus aspiraciones en la próxima disputa presidencial.

El negocio de la grieta

En los procesos políticos podemos reconocer una dimensión simbólica y una dimensión material. La primera incluye procesos discursivos que desarrollan relatos y argumentaciones que (re)producen representaciones de hechos, circunstancias, actores, proyecciones. La segunda está constituida por las relaciones de producción, el régimen de propiedad, la estructura impositiva, el volumen de ganancias del Estado y de las empresas, es decir, por las condiciones materiales determinadas por el modo de producción. Ambas dimensiones están interrelacionadas dialécticamente, es decir, de un modo dinámico y no lineal. Cada una influye en la otra.

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La famosa grieta que separa al kirchnerismo y al macrismo es principalmente un fenómeno discursivo e ideológico, es decir, no tiene un correlato similar en la dimensión material. El gobierno del FdT no modificó la estructura del Estado ni el régimen de propiedad ni la generación de desigualdades y exclusiones sociales. Tampoco la relación con el FMI. Macri tomó una deuda que financió la fuga de capitales y que, pese a todo, Alberto Fernández aceptó pagar sin dudarlo un instante.

En fin, ambas fuerzas adhieren al capitalismo: una prefiere una variante más neoliberal y la otra, menos. Desde cierto punto de vista, la diferencia es una cuestión de estilo, no de fondo. Una favorece más las ganancias de los grandes capitalistas, la otra da más beneficios sociales a los trabajadores. Pero el sistema no se toca ni se discute.

Todos Juntos a la derecha

La irrupción de la extrema derecha liberal, encarnada en Milei, ha provocado un sacudón tanto en JxC como en el FdT. Al macrismo le provoca la incomodidad propia de alguien que creció de la noche a la mañana en el propio nicho ideológico. Milei es lo que Macri hubiera querido ser (y tal vez lo sea en sus sueños más febriles). Y Macri es, para el neurótico libertario, el destino anunciado: adónde podría ir sino al regazo de la estructura política de derecha más consolidada a escala nacional. Será cuestión de moderar el discurso antisistema y sentarse a la mesa junto con Bullrich, Larreta, Vidal, Carrió, Santilli y varios otros. JxC se acomodará un poco más a la derecha y, seguramente, experimentará varias tensiones internas. A muchos radicales no les agradará ese agrupamiento, pero también es cierto que ya se han comido tantos sapos que quizá uno o veinte de ultraderecha ya no les parezca repulsivo.

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El FdT, después de la derrota en las PASO, también se corrió un poquito más a la derecha. Cristina fue la principal promotora de ese desplazamiento. Quizá también haya sido un efecto no deseado de la aparición de Milei, un modo de reaccionar ante la ampliación de la arena política hacia uno de los polos. Aún así, el negocio de la grieta le seguirá resultando productivo, porque, si se concreta ese futuro con el “Cambiemos-Libertario”, por contraste, el FdT seguirá siendo la alternativa progresista a la que hay que apoyar para que no avance la derecha. Y, así, hasta Manzur y Berni terminarán siendo figuras de centroizquierda. Es una cuestión de coordenadas políticas.

Logros y deudas de la izquierda

La izquierda trotskista agrupada en el Frente de Izquierda y de los Trabajadores – Unidad (FIT-U) hizo una elección moderadamente buena. En principio, confirmó la falsedad de la afirmación “A la izquierda del kirchnerismo está la pared”. Es evidente que eso no es cierto, sobre todo a la izquierda de este kirchnerismo. Ahí está el FIT-U, parado de manera visible e innegable.

Logró la elección de cuatro diputados nacionales y, además, realizó una elección histórica en Jujuy, donde Alejandro Vilca obtuvo más del 25% de los votos. Se consolidó como la tercera fuerza nacional, aunque todavía muy lejos de las dos mayoritarias (su porcentaje ronda el 6%).

Cuenta con referentes reconocidos y ha conseguido mantener la estructura del FIT-U a pesar de las tensiones propias de partidos con historias de disputas entre sí. Es decir, logró una buena base para seguir creciendo. Su presencia en las luchas sindicales y sociales debería ser cada vez más fuerte, en un escenario de progresivo ajuste y frente a una burocracia sindical de espaldas a los trabajadores.

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La izquierda, además, denuncia lo que es cada vez más evidente: la grieta es un negocio electoral y, a la vez, un mecanismo distractor que oculta coincidencias de fondo. El FdT y JxC comparten una agenda bastante definida: entre otras cosas, el acuerdo con el FMI, la apuesta al extractivismo, el aliento al negocio de los agrotóxicos, el ajuste a los trabajadores, la indiferencia (cuando no la violencia) ante los reclamos de los pueblos originarios y, por supuesto, las acciones políticas y legales para que todo esto sea posible.

Igualmente, el FIT-U tiene también el desafío de alcanzar un nivel de organización más eficiente que el que tiene. Hasta ahora, es una estructura muy centralizada y, por ende, poco sensible a las particularidades de cada contexto regional. No ha contado con coordinaciones provinciales y cada partido ha hecho campaña por sus propios candidatos.

A la vez, recibe las críticas de otros sectores de izquierda que no están dentro del frente. Como se sabe, cada uno acusa al otro de ser sectario o de no ser verdaderamente de izquierda. Falta madurez o generosidad para aceptar que los matices de cada programa son secundarios respecto del desarrollo de la lucha de clases y las posibilidades de cambiar de modelo político, económico y cultural. La revolución no acontecerá mañana.

En un mundo capitalista, en un país conducido por gobiernos que favorecen la explotación de los trabajadores y la miseria de los desocupados y, como contrapartida, protegen a los grandes empresarios, la izquierda socialista, revolucionaria y popular es necesaria. Su existencia es una demanda histórica. Y es un deber tratar de cumplir de la manera más digna e inteligente ese rol.

En el campo político, los resultados electorales no modifican formas de pensar, sino estrategias. Es cierto que muchas cosas parecen seguir igual que antes y justamente eso es lo más importante.

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