Las elecciones del pasado 21 de noviembre en
Venezuela fueron un punto de inflexión en el escenario político del país. Y se
trata de un cambio que no responde inmediatamente a los resultados de la
contienda, sino a que, por el contrario, en estas elecciones se condensaron una
serie de reordenamientos en las coordenadas políticas del país que se vienen
produciendo de manera vertiginosa.
Estos cambios parecieran desplegarse en una extraña temporalidad de paulatino
vértigo, eclipsados por la siempre convulsionada situación política del país.
Son estas propias alteraciones en la realidad las que obligan a todas las
fuerzas políticas a modificar los preceptos con los que venían interviniendo,
si es que pretenden algo más que una simple “sobrevida”. Las crisis son, entre
otras cosas, momentos en que la realidad cambia más rápido que las estructuras
políticas que intervienen en ella.
1. La trastienda en el eclipse de una etapa política.
El elemento político más gravitante de estas elecciones es que fueron las
primeras desde el 2017 en que el conjunto del arco opositor decidió participar.
Las oposiciones de derecha, a partir de ese año, habían optado por dos
estrategias distintas: por un lado, seguir compitiendo en el terreno
institucional y, por el otro, apostar por construir “otra vía de derrocamiento
del gobierno”.
De esta manera, la vuelta al terreno electoral
supuso un cambio en la estrategia política en sus fracciones más
radicalizadas-aglutinadas en la flamante Plataforma Unitaria de Venezuela antes
denominada G4- lo cual no significa un cambio en cuanto a sus objetivos. En los
últimos años, estas fuerzas articularon una estrategia que combinó, por un
lado, un sistemático desconocimiento de la institucionalidad vigente en el país
y, por el otro, la construcción de una suerte de institucionalidad paralela,
que fue apoyada en el exterior por la Unión Europea y los EE.UU[1].
Esta última tuvo a Juan Guaido como su principal figura.
Esta estrategia de derrocamiento del gobierno, se emplazó con la aplicación de
Medidas Coercitivas Unilaterales (MCU) contra la República Bolivariana de
Venezuela, que se vienen llevando adelante, con intensidad, desde el 2014. Se
trata de medidas que derivaron en un bloqueo económico, financiero y comercial
que afecta principalmente a la población venezolana. Este bloqueo persigue el
objetivo de aislar, condicionar y finalmente derrocar al gobierno. Un proceso
de asedio contra la República Bolivariana de Venezuela[2]
que se inscribe en lo que diversos autores e investigadores califican como
Guerra Híbrida[3].
El bloqueo económico constituye el segundo elemento político más gravitante de
estas elecciones. La guerra económica opera como un telón de fondo en la
política venezolana, que resulta insoslayable debido a sus cruentas
consecuencias en la vida cotidiana de la población y su incisivo efecto en las
arcas del estado.
El ex embajador de EE.UU. en Venezuela, William Brownfield, en una entrevista
brindada al medio La Voz de América de octubre del 2018, frente a la pregunta
de si se iban a imponer sanciones a la industria petrolera del país (que
representa el 95% de las divisas que ingresan a Venezuela), grafica esta
estrategia de la siguiente manera: “Si vamos a sancionar a Pdvsa, ello tendrá
un impacto en el pueblo entero, en el ciudadano común y corriente. El
contraargumento es que el pueblo sufre tanto por la falta de alimentación,
seguridad, medicinas, salud pública, que en este momento quizás la mayor
resolución sería acelerar el colapso aunque ello produzca un periodo de
sufrimiento de meses o quizás años”[4].
La vuelta al terreno electoral de las fracciones más radicalizadas de las
derechas es evaluada por el gobierno como un triunfo propio. Ya que, por un
lado, estas fuerzas no consiguieron su objetivo inmediato -el derrocamiento del
gobierno- y, por el otro, supone un reconocimiento implícito de la
institucionalidad vigente. Sin embargo, pese a lo exaltados que resultaron sus
señalamientos en este sentido, conviene tener una mirada moderada al respecto.
Es cierto que la vuelta al terreno electoral de estas fracciones es una
victoria táctica de las fuerzas chavistas; no obstante, es necesario articular
esta evaluación con una visión que logre justipreciar el daño que las
oposiciones de derechas lograron infligir en estos años. Sobrevivir en una
escalada de conflicto que apuesta por el desgaste no es sinónimo de salir
indemne.
En cuanto a estas fracciones radicalizadas de las derechas, el no haber
alcanzado su principal objetivo les supuso una crisis de liderazgo. Mientras
los sectores opositores que siguieron compitiendo en el terreno electoral
ganaban espacio, estas fracciones vieron mermadas sus capacidades de
movilización y su apoyo interno,teniendo que subordinarse a las aventuras de
Juan Guaidó, que cosechaba apoyo externo pero que no necesariamente se tradujo
en el plano doméstico. De esta manera, la vuelta al terreno electoral era para
estas fracciones, que mantienen grados muy elevados de disgregación interna,
una oportunidad para dirimir su liderazgo de cara a las elecciones
presidenciales del 2024.
2. Las megaelecciones: una nueva geometría del poder institucional.
Según detalló el Consejo Nacional Electoral[5],
329 candidatos y candidatas compitieron por las 23 gobernaciones, lo que da un
promedio de poco más de 14 por gobernación; mientras que 4.462 candidatos y
candidatas compitieron por las 335 alcaldías, lo que arroja un promedio de 13
por alcaldía. Son cifras que, sumadas a quienes compitieron por las
legislaciones regionales y los consejos municipales, dan por resultado la
participación de 70.244 candidatas y candidatos para un total de 3.082 cargos.
La magnitud de los puestos electorales en juego le valió el nombre de
megaelecciones.
Cabe destacar que el proceso electoral estuvo arbitrado por un renovado Consejo
Nacional Electoral, institución que representa el órgano máximo del Poder
Electoral, uno de los cinco poderes en los que se divide la República
Bolivariana. En mayo de este año, el gobierno dio paso a un proceso de
renovación de su estructura en pleno. Esta renovación fue parte de un acuerdo
entre el oficialismo y la oposición, expresada tanto en fuerzas parlamentarias
como en asociaciones de “la sociedad civil”. De esta manera, se incorporó a dos
representantes de la oposición sobre un total de cinco miembros en su
estructura rectoral: Enrique Márquez,
quien fue dirigente del partido Un Nuevo Tiempo, del llamado G4; y Roberto
Picón[6],
quien fue Coordinador del equipo de apoyo técnico de la MUD.
El Gran Polo Patriótico, que nuclea a las fuerzas oficialistas del chavismo,
ganó 19 de 23 gobernaciones, y un total de 212 alcaldías, entre las cuales se
encuentra la alcaldía del Municipio Libertador en Caracas, la más relevante del
país en términos políticos. El resultado refleja una continuidad del clivaje
político que opera en el área metropolitana. Hacia el oeste, donde se congrega
la mayor cantidad de sectores populares, vuelve a ganar el chavismo, mientras
que al este, marcado por una mayor cantidad de sectores medios y altos, vuelven
a ser electos tres alcaldes opositores.
Las fuerzas opositoras, por su parte, obtuvieron 117 alcaldías. La opositora
Mesa de Unidad Democrática ganó la gobernación de Cojedes. Mientras que Un
Nuevo Tiempo (parte de la MUD), encabezado por Manuel Rosales, ex candidato
presidencial de 2006, se quedó con la gobernación de Zulia, el estado más
poblado del país. Finalmente, Fuerza Vecinal obtuvo la gobernación de Nueva
Esparta y también se convirtió en la primera fuerza opositora en el estado
Miranda, el segundo más importante del país en términos demográficos y
electorales.
Los gobernadores opositores electos en Nueva Esparta, Cojedes y Zulia, resultan
dirigentes veteranos, que provenían de antes de la llegada del chavismo. Las
fracciones de oposición que se mantuvieron en el terreno electoral ganaron más
de 50 alcaldías, mientras que las fracciones más radicalizadas obtuvieron casi
la otra mitad. De esta manera, las distintas fracciones de las derechas no
lograron, en lo inmediato, su objetivo de dirimir un nuevo liderazgo del bloque
opositor. En esta situación, Henrique Capriles Radonski, quien fue uno de los
principales impulsores de la estrategia opositora de la participación
electoral, planteó en una rueda de prensa del 23 de noviembre: “Hay una cosa
que hay que decir: nadie es dueño de la oposición, urge un proceso interno de
exploración porque el pueblo dio un mensaje claro. Yo no me siento como el jefe
de la oposición, no lo soy ni pretendo serlo”[7].
Una mención especial merece el caso de Barinas, donde luego de realizarse las
elecciones se llevó a cabo un intrincado conflicto de poderes. De esta manera,
el 29 de noviembre, la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ)
ordenó al Consejo Nacional Electoral (CNE) suspender la totalización (recuento),
adjudicación y proclamación de los resultados de la elección a gobernador.
También dio la orden de que se repita la elección a gobernador de ese estado el
9 de enero de 2022[8].
3. Detrás de la aritmética, la lucha de
clases
El primer elemento que resulta destacable es el hecho de que en sí mismo se
hayan celebrado elecciones, donde el oficialismo se presenta y vuelve a ganar.
Si bien las estadísticas resultan brumosas, se calcula que el PBI del país se
contrajo en un 75% en el periodo 2013-2020. Sostiene una hiperinflación[9] que
en 2018 fue de 30 mil por ciento anual, calculado por el IPC, y se calcula que
el 2021 terminará en torno al 1.000%. Esta cifra, si bien representa una
mejoría, sigue siendo la más alta del mundo.
Se trata de un desplome producto de la guerra económica que no tiene nada que
envidiarle a los efectos que produce una guerra tradicional. Que en ese
contexto gane el oficialismo es un fenómeno del cual no es exagerado decir que
no tiene parangón histórico. Sin embargo, resistir posiciones no es sinónimo de
avanzar.
La participación electoral estuvo nuevamente en el centro de las polémicas. Las
elecciones venezolanas tuvieron una participación del 42.26%. La comparación
con otras elecciones que se produjeron este año, muestra que esa cifra no es
demasiado distinta a la que obtuvieron otros procesos electorales. Ese mismo
día se llevaron a cabo elecciones presidenciales en Chile (que se supone que
deberían tener mayor participación que unas elecciones regionales), y allí hubo
una participación del 47.3 %. En junio, se produjeron elecciones regionales en
Francia, considerada una democracia modelo, con una participación del 34.69%. En Italia se celebraron tres
elecciones municipales en octubre: las de Roma, que tuvieron una participación
del 40.68 %; las de Calabria,con 44.36 %; y, finalmente, las de Bolonia, que
cosecharon un 51.18%. Son cifras relativamente similares, pese a que ninguno de
esos países vive una situación tan turbulenta, en lo económico y en lo
político, como Venezuela.
Sin embargo, señalar la hipocresía con que las corporaciones mediáticas
analizan este punto solo explora un aspecto de esta situación. Es preciso
señalar dos elementos adicionales: por un lado, la participación del 42,26%
sigue siendo baja para los estandartes que se construyeron desde la llegada del
chavismo al poder en 1999; por el otro, que un proceso de cambio, como se
pretende el chavismo, no puede prescindir de una alta participación
política.
En comparación con las elecciones legislativas de fines del 2020, donde la
participación fue tan solo del 31% del padrón electoral, hubo una notable
mejoría. Sin embargo, si se las compara con las elecciones para gobernadores
del 2017, en las quela participación fue del 61,07%, la cifra sigue siendo notablemente
baja. En relación con las elecciones legislativas del año pasado, la oposición
(que no había participado) argumentaba que la abstinencia era un virtual
rechazo al gobierno y un apoyo a su fuerza. Mientras,el gobierno atribuía la
baja participación a la ausencia de una oposición electoralmente competitiva y
a los efectos del Covid. Se puede afirmar que ninguna de las dos tesis se
confirmaron, por lo menos no en su totalidad. La participación con respecto al
2017 mantiene una caída del 18,81%. En este punto, es importante tener en
cuenta un elemento central: no se sabe con datos precisos cuál es la cifra de
emigrantes venezolanos, quienes en su gran mayoría siguen inscriptos en el
registro electoral. Sin embargo, se calcula que la cifra fluctúa entre entre 3
millones y 6 millones, lo cual tiene un impacto sensible en el padrón
electoral.
Si bien la política siempre es más compleja que la aritmética, lo cierto es que
las cifras también arrojan algunos elementos que no pueden ser soslayados. Por
primera vez, el porcentaje de votos obtenidos por el chavismo es menor al
porcentaje recibido por el conjunto de la oposición[10].
El conjunto de la oposición consiguió 4.675.740 votos, lo que representa el
52,34%, mientras que el chavismo obtuvo 4.046.748, lo que representa el 45,30%.
Es la primera vez, desde el 2004, que se produce esta situación, si se comparan
las distintas elecciones regionales. En términos porcentuales, comparado con
las elecciones del 2017, el chavismo disminuyó su caudal en un 7,39%, mientras
que la oposición en su conjunto aumentó en un 5,2%.
Si se desglosa el voto opositor, se encuentra que dentro de este bloque la MUD
también sufrió una merma en sus votos. En las regionales de 2017 obtuvo casi 5
millones de votos: en esta oportunidad la cifra descendió a 2.139.543 votos. Mientras, la Alianza
Democrática (parte de las fracciones opositoras que sí se mantuvieron en el
juego electoral durante estos años) logró acumular un 1.363.003 votos, lo cual
resulta un gran desempeño si se tiene en cuenta que fueron las primeras
elecciones donde tuvo presencia en el tarjetón electoral.
Es evidente que este fenómeno encuentra una multiplicidad de causas que lo
explican. Asimismo, abre interrogantes sobre el futuro político en el país. El
intelectual y exministro de comunas, Reinaldo Iturriza, plantea que existe en
el país un proceso de desafiliación política y que en en la Venezuela de 2021,
la población desafiliada políticamente es una sólida mayoría[11]. En
una dirección similar apunta el sociólogo opositor Damian Alifa, quien afirma
que: “en las encuestas de opinión cuando se pregunta la intención de voto, la
mayoría de los que responden que están “totalmente seguros de que irán a
votar” son personas de la tercera edad. El elector activo venezolano está
envejeciendo, mientras aguas abajo gana terreno la apatía”[12].
A su modo, tanto la oposición como el
oficialismo tomó notas de esta situación. Por su parte, varios referentes de la
oposición salieron a plantear que “si hubieran ido juntos, le ganaban al
chavismo”. Mientras, el presidente Maduro salió rápidamente a plantear una
autocrítica, que a la vez es una exhortación a los sectores disconformes:
“el bloqueo del corazón y de la mente, la indolencia, la incapacidad, la
corrupción y la ineficiencia son peores que el bloqueo gringo; así lo digo hoy,
1 de diciembre del año 2021”[13].
Venezuela transita el camino hacia una nueva etapa política. El fracaso del
proyecto Juan Guaido y la vuelta del conjunto de la oposición a la competencia
electoral parecieran “normalizar” el plano político. Julio Borges, quien fue
representante de gobierno de Guaido ante el grupo de Lima, recientemente
planteó[14]:
“El gobierno interino era un instrumento para salir de la dictadura, pero en
este momento se ha deformado hasta convertirse en una especie de fin en sí
mismo, manejado por una casta que existe allí. Se ha burocratizado y ya no
cumple con su función. Tiene que desaparecer”.
El plano económico también pareciera tener una lenta estabilización. La
situación hiperinflacionaria se encuentra amesetada, lo cual tiende a reducir
la devaluación del bolívar. Los índices macroeconómicos muestran una leve
mejoría, luego de años de caída abrupta. El gran interrogante sigue siendo cómo
se saldrá de la caída a la que fue forzada Venezuela. Por ahora, el leve
crecimiento económico no se traduce en una redistribución progresiva[15] y
se debe en gran medida a una paulatina y progresiva liberalización de la
economía. Por su parte, la estabilidad inflacionaria se debe en gran medida a
una virtual y forzosa dolarización de la economía[16].
En este contexto, dentro de las propias fuerzas chavistas, se disputan
distintos proyectos para hacer frente a esta situación. Por un lado, hay
quienes plantean una mayor apertura hacia el mercado y la necesidad de
recomponer acuerdos con la “burguesía nacional”. Por otro lado, hay sectores
que plantean la necesidad de profundizar la perspectiva comunal y del poder
popular como medio y fin de la transformación de las relaciones económicas. De
esta manera, la pregunta sobre el futuro del país no está restringida solamente
a las nomenclaturas políticas que disputan el poder institucional, sino que se
incorpora la pregunta por los proyectos de país que están en disputa, entre las
fuerzas políticas y al interior de estas. En los últimos años, el proceso de
cambio producto del asedio perdió mucho de la iniciativa que lo caracterizó.
Lo que se disputa en Venezuela es si las fuerzas populares logran, en este
renovado contexto, reimpulsar el sendero de transformaciones que signó el
horizonte de cambios en el país bajo el ideario del Socialismo del Siglo XXI. O
si, por el contrario, si se asiste a una paulatina normalización liberal en un
país profundamente golpeado y castigado. En la autoorganización popular, la
capacidad de movilización de los movimientos sociales, la construcción de las
comunas y el movimiento comunero, así como en su capacidad para hacerse de la
producción bajo una lógica distinta a la de la valorización del capital, se
cifran los horizontes de los destinos de Venezuela. En épocas de fuerte
ofensiva del capital, la resistencia popular no puede tener otra traducción que
una ofensiva popular.
Gabriel Vera Lopes.
[1] https://twitter.com/VP45/status/1123222613273321472
[2] https://www.alainet.org/es/articulo/211819
[3] https://www.alainet.org/sites/default/files/guerra_hibrida_espanol_pdf.pdf
[4] https://www.youtube.com/watch?v=YX127WVcW0o
[5] http://www.cne.gob.ve/web/sala_prensa/noticia_detallada.php?id=3995#:~:text=%3A%3A%20Consejo%20Nacional%20Electoral%20%3A%3A&text=Un%20total%20de%2070.244%20candidatas,Elecciones%20Regionales%20y%20Municipales%202021.
[6] https://misionverdad.com/venezuela/roberto-picon-de-conspirador-rector-del-cne
[7] https://talcualdigital.com/capriles-este-es-el-mejor-resultado-que-ha-tenido-la-oposicion-en-17-anos/
[8] Mientras se realizaba el conteo final de votos, el 29 de noviembre, la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) ordenó al Consejo Nacional Electoral (CNE) suspender la totalización (recuento), adjudicación y proclamación de los resultados de la elección a gobernador. De esta manera, en TSJ planteó en un comunicado: “La decisión señala que se declara procedente la solicitud cautelar, en consecuencia, ordena al CNE la inmediata suspensión de los procedimientos y/o procesos vinculados a la totalización, adjudicación y proclamación del CNE respecto de los candidatos al cargo de gobernador o gobernadora del estado Barinas”.
Esta decisión del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), se apoya en la Resolución Nº 01-00-000334, del 17 de agosto de 2021, dictada por la Contraloría General de la República (CGR), donde se inhabilita Freddy Superlano como candidato a la Gobernación del estado Barinas. Freddy Superlano, había sido indultado por Nicolás Maduro, junto a más de una centena de políticos opositores, en agosto de 2020. Sin embargo, la Contraloría General de la República lo sancionó por no presentar su declaración jurada de bienes luego de que concluyera su período como diputado, el pasado 5 de enero. Lo cual le produjo una inhabilitación por 12 meses para ejercer cargos públicos.
Esta decisión produjo una serie de reacciones. Por su parte, el
vicepresidente y rector del Consejo Nacional Electoral (CNE), Enrique Márquez,
afirmó que la decisión tomada recientemente por la Sala Electoral del Tribunal
Supremo de Justicia (TSJ), “podrían menoscabar las atribuciones” del ente
electoral. Mientras que, el exfiscal general y ex vicepresidente de la
República, Isaías Rodríguez, planteó que si el candidato opositor Freddy
Superlano estaba inhabilitado, debió decidirlo antes el Consejo Nacional
Electoral.
[9] https://77b6196f-0d53-4604-9208-8e2e39bded53.filesusr.com/ugd/c68724_e0484e9ac7e541609410fd0684afa979.pdf
[10] https://www.alainet.org/es/articulo/214453
[11] https://alainet.org/es/articulo/214453
[12] https://twitter.com/AlifaDamian/status/1462656020724035584
[13] https://www.efe.com/efe/america/politica/maduro-admite-que-corrupcion-es-peor-para-venezuela-el-bloqueo-gringo/20000035-4689240
[14] https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-59549486