Cuando las noticias del levantamiento popular en Chile de Octubre de 2019 comenzaron a llegar a nuestro país y se articularon con otras rebeliones en América Latina, un inmenso soplo de alegría y entusiasmo nos invadió a quienes siempre estuvimos junto a las luchas del pueblo chileno.
El país que era presentado permanentemente por las clases dominantes de toda la región como el mejor exponente del éxito de las recetas neoliberales con consenso social estallaba en mil pedazos y el espejismo se derrumbaba para dejar a la vista de todes las atrocidades introducidas por el fascismo pinochetista. Transformaciones estructurales que se sostuvieron sin modificaciones de ningún tipo –y en algunos casos incluso se profundizaron- por los gobiernos de la Concertación tras el retorno de la democracia parlamentaria.
La rebelión popular terminaba con ese montaje, como reflejaba con admirable poder de síntesis la consigna “No son 30 pesos, son 30 años”. Luego vino la pandemia, las elecciones de constituyentes y el escenario de elecciones presidenciales junto a acciones de resistencia que no se detuvieron en ningún momento pero que no ya no tenían la misma magnitud que en el epicentro de las jornadas iniciales.
El Domingo 19 en el Ballotage presidencial se enfrentan Gabriel Boric, apoyado por una alianza centroizquierdista encarnada en Apruebo Dignidad y el candidato de Ultraderecha por el partido Republicano, José Antonio Kast, que hoy cuenta con el respaldo de todo el arco de fuerzas que sostuvieron al gobierno de Piñera. Aquí se abre un debate en el seno de los movimientos que han protagonizado la revuelta en Chile: ¿Hay que optar por el mal menor que encarna Boric o esa opción es una trampa que conduce a la reconstrucción definitiva de la gobernabilidad bajo un rostro progresista, como ya sucedió con la Concertación? ¿Se puede evaluar simplemente similitudes cuando la ultraderecha que encarna Kast explícitamente asume sin tapujos su programa antimapuche, antifeminista, antiecologista, al mismo tiempo que anuncia un redoblado ataque a toda forma de protesta popular? ¿No es factible sostener el legado y el entramado organizativo de las jornadas de rebelión al mismo tiempo que, sin ninguna expectativa en Boric, llamar a votarlo mientras se organiza la resistencia a ataques que inexorablemente van a venir?
El acelerado giro al centro de Boric buscando ganar las elecciones y el apoyo de Bachellet, que simboliza la moderación aun mayor de un programa ya moderado, parece dar la razón a la primera postura. El surgimiento de una ultraderecha revanchista, que no es un fenómeno local sino mundial, y su accionar, ejemplificado muy cercanamente en el ejemplo de Bolsonaro o el uribismo en Colombia, refuerzan la segunda opción. La tercera se esboza aún tímidamente pero es una incógnita si puede encarnarse sólidamente en estrategias y en fuerza popular organizada. En las distintas miradas que aparecen en este especial se reflejan, en mayor o menor medida, esas opciones y otras preguntas centrales que aún no tienen respuesta.
No le corresponde a nuestro colectivo de comunicación ubicar respuestas que solo podrán encontrar la lucha del pueblo chileno y sus organizaciones populares. Si nos corresponde reflejar, acompañar esas luchas, gobierne quien gobierne, del lado del pueblo mapuche y el Wallmapu; de las compañeras que buscan tirar abajo el patriarcado y toda forma de opresión y explotación; de quienes luchan contra el ecocidio y defienden los bienes comunes de la naturaleza; junto a la primera línea en la resistencia y por la libertad de los presos políticos; para acabar con la pesadilla del sistema de pensiones privadas y una estructura educativa mercantilizada; por la reivindicación de las tradiciones revolucionarias anteriores y la defensa del derecho a rebelión cuando se termina con todos los derechos.
Allí desde Contrahegemoniaweb no hay preguntas sino certezas hasta que se abran las grandes alamedas.