En el décimo aniversario de la masacre de Once en la que murieron 52 personas en el tren Sarmiento, entrevistamos a Paolo Menghini, padre de Lucas Menghini Rey, fallecido en ese trágico día, e integrante del grupo de Familiares y Amigos de las víctimas de la tragedia de Once.
Contrahegemonia: ¿Cómo calificás lo que pasó ese día trágico en Once? Según la mirada que se tenga, hay quienes lo califican como accidente, otros como tragedia y hay quienes como masacre. ¿Qué fue lo que ocurrió ese 22 de febrero de 2012, hace ya 10 años?
Paolo Menghini: Hace ya diez años, lo que paso tuvo tintes de tragedia, mucho de masacre, nada de accidente. Fue una matanza de personas que enlutó a un cuerpo social; por eso es una tragedia y una masacre a la vez, que no fue casual, que tuvo en la corrupción el centro de los motivos. La corrupción une todo lo que no se hizo, todo lo que se denunció y se ignoró, todo el descuido hacia el usuario, todo el enriquecimiento a costa del otro, a costa del usuario, a costa de los argentinos, a costa de trabajadores, estudiantes, madres, padres, hermanos, hijos, hijas. Entonces ese día, toda esa ambición desmedida, sin importar el otro, vulnerando los funcionarios todas sus responsabilidades; y desde los empresarios no solo el respeto al usuario, sino además a la vida ajena, se llevó la vida de cincuenta y dos inocentes.
CH: ¿De qué manera, como familiares de las víctimas, intentan conservar la memoria en la sociedad, tanto de las víctimas como de los hechos que condujeron a lo que muchos consideraban una tragedia anunciada?
PM: Como colectivo de lucha creemos imprescindible mantener viva la memoria social; porque la memoria es uno de los pocos antídotos que tenemos los ciudadanos de a pie, para que las grandes tragedias argentinas no se repitan. Nosotros tomamos de ejemplo desde el primer día, a los familiares de la masacre impone de la AMIA; a los familiares de la masacre impune de la Embajada de Israel; a los papás, a los familiares de los pibes de la masacre de Cromañon, de la tragedia de Ecos; a tantos de los que nos antecedieron y aprendimos de ellos que los ciudadanos de a pie necesitamos mantener viva la memoria, no sólo porque es el motor de nuestra lucha como colectivos, sino además porque sinceramente de corazón, creemos que es la única manera que tenemos de prevenir que las masacres y las tragedias se repitan; y mantener la memoria desde un lugar que no tenga nada que ver ni con el odio ni con la venganza sino con la búsqueda de justicia. Entonces creemos que lo que hemos hecho para mantener viva la memoria es buscar justicia y lo hemos conseguido casi en su totalidad, aunque todavía falta. Pero creemos que los pueblos que pierden la memoria son los pueblos que están destinados trágicamente a repetir lo más oscuro y luctuoso de su pasado.
CH: ¿Cómo apareció o se dio la articulación de familiares y que dificultades tuvieron que enfrentar antes, durante y después del juicio?
PM: El cuerpo de familiares se formó desde el momento mismo de la tragedia; cuando nos fuimos encontrando y nos fuimos fortaleciendo desde el más profundo dolor, desde el momento mismo que dejábamos a nuestros familiares en su descanso final, para comenzar la lucha por justicia. Y todos en ese momento, aún sin conocernos, decidimos que nuestro horizonte era la búsqueda de justicia y la condena a los responsables de esas muertes tan innecesarias, tan anunciadas y crueles. Además, desde ese primer momento nos presentamos en sociedad como los “familiares y amigos de las víctimas de la tragedia de once” y, acompañamos a la justicia en el desarrollo de las investigaciones. El trabajo de Leonardo Menghini, que es mi hermano y que además es el tío de Lucas, fue central en la búsqueda de justicia y en la obtención de las condenas que se obtuvieron. No podemos decir que recibimos trabas de la justicia, aun cuando muchas veces tuvimos de acuerdo y otras en desacuerdo. Siempre confiamos en que estando nosotros atrás apoyando la investigación, el resultado más temprano que tarde iba a llegar. Y así se dio, es verdad que aún hoy, todavía tenemos cuentas pendientes para que la justicia determine las responsabilidades de algunos de los actores políticos fundamentales, como Ricardo Jaime y Julio De Vido. Pero no podemos decir que hayamos tenido obstáculos con la justicia. Creemos sin embargo que nada habría sido igual sin nosotros, impulsando las investigaciones. Pero de la justicia obtuvimos hasta el día de hoy los resultados. La cuestión judicial es muy compleja, porque entran a tallar códigos penales y montos de penas que nosotros no podemos decidir ni modificar; pero luchamos y obtuvimos con mucha satisfacción la condena de la enorme mayoría de los responsables.

CH:¿Cuáles crees son las responsabilidades por parte del Estado, de la empresa (por entonces del grupo Cirigliano) y de los trabajadores de la formación?
PM: Nosotros siempre dijimos que las responsabilidades, y los grados de responsabilidades, los iba a determinar la Justicia, que nosotros teníamos la presunción de cuáles eran, pero que no éramos nosotros quienes íbamos a poner ni las escalas, ni los montos de las penas. Y antes de detallar esto quiero aclarar algo, porque viendo los montos de las penas hacen que parezcan exiguas. La mayoría de los investigados fueron procesados por dos cargos: por la administración fraudulenta de bienes del Estado, y por el estrago culposo. La suma máxima de ambas penas en el código penal era de once años. Insisto en esto de que la Justicia lo determinó, los familiares no condenamos, fueron las pruebas las que los condenaron, lo que ellos no hicieron a favor del usuario, y todo lo que hicieron en contra del usuario argentino fue lo que los condenó.
Por eso la responsabilidad mayor recayó en Claudio Cirigliano, el presidente de Trenes de Buenos Aires, la empresa que explotaba el servicio; en Juan Pablo Schiavi, el ex secretario de Transporte, en Ricardo Jaime, quien antecedió a Schiavi, en todos los gerentes de Trenes de Buenos Aires, que formaron parte de la estructura que licuó todos los miles de millones de pesos que se hicieron humo, que era dinero del Estado y que no tuvo ningún tipo de control. Entonces las responsabilidades mayores en la masacre fueron de Claudio Cirigliano, de los funcionarios del área de transporte, como Juan Pablo Schiavi, Jaime, de todos los gerentes; y en último término la Justicia determinó que Marcos Antonio Córdoba tuvo la responsabilidad de no haber detenido la formación, cuando ésta le dio avisos de que debía detenerla. Pero claramente Córdoba tenía a cargo un tren absolutamente destruido por el óxido, sin ningún tipo de reinversión, que no debía estar sobre las vías, según los propios mails de la compañía. Es decir, a Córdoba le dieron una bomba de tiempo, que le explotó en las manos, con una cantidad de pasajeros promedio entre seis y nueve por metro cuadrado, de una unidad sin ningún tipo de sistema de seguridad, con el sistema de frenado completamente colapsado y con la estructura absolutamente dañada. Por eso Marcos Córdoba es el último eslabón de esta cadena de condenas.
CH: ¿Cuál fue la actitud de los gobiernos para la causa y con les familiares?
PM: Yo no hablaría de la postura de los gobiernos, si bien el gobierno que estaba a cargo del país al momento de la tragedia tenía un signo político y el que vino después fue otro, que claramente la reacción fue diametralmente opuesta, pero no quiero hablar de la postura de los gobiernos, yo creo que es importante entender la diferencia entre los gobiernos y el Estado, y para nosotros la responsabilidad es del Estado, no importa quién gobierne. Así como en estos días se habla tanto del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, por ejemplo, cuando se habla de esa deuda, la discusión sobre el origen de esa deuda, sobre cómo se manejó, cómo fue el otorgamiento de los créditos y todo lo demás, para el organismo de crédito la deuda es del Estado argentino. En el caso nuestro se aplica exactamente lo mismo, como se aplicó a los familiares de las otras grandes tragedias argentinas, desde los desaparecidos de la última dictadura cívico-militar genocida, a todos los demás que vinieron en democracia, la deuda es del Estado argentino, y éste, como tal, no fue al día de hoy capaz de sostenernos desde ningún lugar, ni desde los daños físicos ni desde los psíquicos, que son los más importantes de todos y que con el paso del tiempo se agravan, lejos de curarse; las heridas que dejó la Masacre de Once no se curan, sin una atención absolutamente integral que tenga que ver con todos los daños que se sufrieron, no sólo los familiares de los fallecidos, sus deudos, sino además todos los heridos, muchos que no pudieron volver a trabajar de su oficio, que quedaron con severos daños psíquicos. Por eso estamos impulsando una ley de reparación que esperamos que sea tratada dentro del corriente año en las sesiones del Congreso de la Nación.
CH: ¿Que pensás del fallo del juicio?, ¿qué responsables y causas del desastre permanecieron impunes y cuáles no? ¿En qué estado está hoy la causa?
PM: Bueno respecto del tema de los fallos, un poco ya está dicho de antes, nosotros creemos que ninguna cantidad de años de condena hubiese alcanzado para el desastre generado por aquellos que nosotros llamamos los asesinos de escritorio, que son quienes armaron el entramado corrupto que llevó a la muerte de nuestros familiares. Entonces, si vos me preguntas en lo personal, así le hubiesen dado diez mil años a cada uno, ninguno me devuelve un solo pelo de mi hijo. Ahora, si vos me preguntás por el monto de las penas, yo te digo que se consiguió lo máximo que se pudo, de acuerdo a lo que los códigos establecen. Porque sumando los dos cargos contra los procesados daba once años, y hubo penas de siete años y pico, ocho años y pico, que tiene que ver con atenuantes, por ejemplo que Claudio Cirigliano no tuviese ninguna condena previa fue un atenuante al máximo de su condena, por eso no fueron once años, y así se fue dando en escala menores de acuerdo a las responsabilidades.
Así que en cuanto a la cantidad de años obviamente parecen ridículas, porque la mayoría además ya cumplió su pena. Por eso también esperamos que algún día quienes vulneran de la manera en que vulneraron estos criminales no solo su responsabilidad como funcionarios sino también como empresarios, sean encuadrados de otra manera dentro de los códigos penales, cuando su mal accionar genera la pérdida de vidas inocentes.

Y respecto de lo pendiente, queda pendiente la resolución a la condena de Julio De Vido, estamos esperando que se dé el paso en la Cámara de Casación y que se confirme su condena. Y lo mismo en el caso de Ricardo Jaime, que todavía le queda un paso más, de acuerdo a haber sido incluido en los últimos fallos de la Cámara de Casación dentro del delito de estrago culposo al cual no había sido incorporado en primera instancia.
CH: Mirando el sistema ferroviario y de transporte hoy, ¿cambió algo o es posible una nueva tragedia?
PM: El cambio que se dio en el sistema de transporte no fue una decisión política o, si fue una decisión política, no lo fue en función del usuario sino en función del desastre que desde el propio gobierno se había generado y tuvo que ver, no con una revolución ferroviaria, como dijo el exministro (Florencio) Randazzo en su momento, sino con la necesidad de tapar de alguna manera el desastre humanitario, la tragedia social y la masacre individual que habían generado. Porque tuvieron muchos años para hacer ese cambio ferroviario y nunca lo hicieron. Lo hicieron sólo sobre la vida de 52 inocentes. Entonces, partiendo de esa base, creemos necesario decir que el sistema ferroviario sí ha cambiado, pero a un costo altísimo, que es la vida de inocentes. Las unidades se compraron y la red del Sarmiento mejoró sustancialmente, eso también hay que decirlo, pero diferimos completamente con los motivos que generaron ese cambio. De todas maneras, el usuario hoy viaja mejor, el usuario ha entendido que ese cambio se debió a una masacre absolutamente evitable, y creo que en ese sentido cuida mucho más el servicio.
Por otro lado, creo que los usuarios cuidan mucho esos trenes, que fueron comprados no por una decisión política, sino por la necesidad de intentar tapar una masacre absolutamente previsible. Y el usuario lo entiende. Y en estos diez años que han pasado, al recorrer los vagones, vemos que el usuario los respeta, que respeta eso que es su vehículo para ir a trabajar y volver. Pero que por sobre todas las cosas respeta las vidas que nos fueron arrebatadas de una manera tan cruel, tan insensible, y de una manera tan poco responsable. Y que se llevó la vida de 52 inocentes que pagaron con su vida la desaprensión por el país, porque lo que hicieron los empresarios y funcionarios fue eso, desaprensión por la vida de cada uno de los argentinos, no importa si tomaban ese maldito tren o no. Y eso no lo perdonaremos, no olvidamos, no nos reconciliamos, no perdonamos, pero nuestra lucha siempre, siempre, será en paz, sin odio ni venganza, sólo empuje de justicia.
Hay muchas cosas para mejorar, obviamente, pero creo que lo principal del cambio profundo que se tiene que dar es un diálogo fluido entre los trabajadores y los funcionarios encargados del área del transporte ferroviario. Eso es fundamental, el diálogo entre trabajadores y funcionarios va a hacer que cualquier anomalía detectada en el servicio sea detectada a tiempo, denunciada y solucionada a tiempo. Porque eso fue lo que pasó en el tren Sarmiento, antes de la tragedia, todas las denuncias fueron ignoradas. Y eso no puede volver a pasar. Y respecto a una posible, nueva tragedia, va a depender del accionar de los actores. De que los usuarios cuiden cotidianamente el tren, que denuncien lo que tengan que denunciar las organizaciones de usuarios, que los trabajadores tampoco se queden callados, que asuman con responsabilidad las capacitaciones y el rol determinante que tienen al momento de poner una tuerca en el tren, al manejarlo. Y del otro lado, del área de los funcionarios, no importa de qué gobierno sean, escucharlos, siempre escucharlos, porque son quienes están arriba de las unidades, quienes están en los galpones, quienes están en los talleres, quienes manejan los trenes, entonces ellos saben fehacientemente encontrar el más mínimo inconveniente que haya y poder denunciarlo y poder trabajar en ese sentido. Una nueva tragedia dependerá específicamente de cuanto cuidado se ponga al mantenimiento de las unidades ferroviarias.
CH: La lamentable y dolorosa muerte de Lucas tuvo un tinte especial, dada la tardanza en encontrarlo. ¿Como pudiste/pudieron afrontar la pérdida y la negligencia con qué se actuó?
PM: Respecto del caso de Lucas es absolutamente paradigmático por lo doloroso. Porque en la negligencia del abandono de su cuerpo, de la no búsqueda de su cuerpo, se sintetiza la crueldad de una manera casi imposible de sobrellevar. Al día de hoy, después de un juicio vergonzoso en el que la jueza Servini de Cubría, de la mano del fiscal Delgado, absolvieron a los responsables de la ausencia de búsqueda del cuerpo de Lucas, después de ese fallo vergonzoso en el que había sobradas pruebas para condenarlos, ese fallo fue revisado y fue ordenado realizar un nuevo juicio, que al día de hoy estamos todavía esperando que se realice. Así que sabemos que más temprano que tarde los responsables de esas horas de dolor que quedaran clavadas para siempre en mi pecho y en mi memoria, paguen por esa responsabilidad. Lucas estaba en un lugar al que se accedía simplemente poniendo una escalera y mirando para adentro de una cabina que no tenía vidrio, y no lo hicieron, y nos llevaron a sesenta horas de búsqueda desesperada.
Esa responsabilidad recae en los jefes del operativo, nosotros en ningún momento fuimos ni contra bomberos ni contra policías rasos, fuimos contra los jefes del operativo de seguridad, insisto, en un juicio vergonzoso en el que el fiscal Delgado ni siquiera tomó una sola línea de notas de todos los testigos que hubo, de los testimonios que se brindaron, y sin tomar nota ni valorar las palabras de los familiares de Lucas, pidió finalmente la absolución de los policías. Pero bueno, ese juicio fue tildado de manera muy determinante por los superiores de la Jueza Servini y repito, más temprano que tarde esperemos que sean condenados.
CH: ¿Qué agregarías, cuando se cumple una década de lo que ocurrió en Once?
PM: A diez años creo que nos queda como saldo, en primer lugar, la enorme lucha que nosotros encaramos, la dignidad con la que lo hicimos y la entereza que nos seguimos sosteniendo como grupo. En el dolor somos una gran familia, que hemos aprendido, como decimos siempre, de los hermanos del dolor de las grandes tragedias anteriores, que la única lucha que se pierde es la que se abandona. Así que acá estamos, con el mismo dolor del primer día y con las mismas convicciones para seguir buscando justicia como el primer día. Y creemos que eso ha repercutido en el cuerpo social, y siento que el mayor halago que nosotros recibimos es cuando me hablan de la coherencia, cuando me hablan de la manera de encarar la lucha, de transmitir nuestros valores, nuestros ideales como grupo. Creo que eso es irremplazable y hace que las vidas que perdimos vuelvan. Y que la resiliencia con la que pudimos enfrentar todo lo que nos pasó se vuelve más orgullo todavía.