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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

Comienza el juicio contra Higui de Jesús

En 2016 Higui (Eva Analía De Jesús) fue acusada de homicidio por defenderse de una violación. Se acerca el juicio en el que tendrá que declarar ante las instituciones que han ejercido violencia sistemática contra ella. Su historia expone la doble vara de una sociedad que se conmueve ante la noticia de un presunto abuso sexual grupal, ocurrido en pleno día en Palermo, pero que, cuando la víctima es de otro estrato social y se defiende, la conduce directamente al banquillo de los acusados. A pocos días del 7M, el día de la visibilidad lésbica, el movimiento lgbt y los feminismos populares reclaman su absolución.


El 15 de marzo, Higui (Eva Analía De Jesús, nacida en Haedo el 7 de junio de 1974) estará en el banquillo de los acusados en el Tribunal Oral en lo Criminal Número 7 de San Martín, adonde la llevarán imputada por “homicidio simple” por defenderse de un grupo de hombres que intentó violarla para “sacarle lo lesbiana”.

Amplios sectores del movimiento lgtb+ y de disidencia sexual y diversidad, feminismos populares e interseccionales, transfeminismos y agrupaciones de futbolistas se organizan para acompañar este juicio, que será histórico, de manera presencial y a través de las redes sociales bajo la consigna “Absolución para Higui”.

¿Qué es una violación correctiva? “Te voy a hacer sentir mujer”

El Día de la Madre de 2016 (16 de octubre), Higui fue a visitar a su hermana Mariana en Lomas de Mariló (Bella Vista). Reunidas alrededor de la mesa familiar pasaron la tarde comiendo y tomando cerveza. Higui se despide y, para salir a la calle, debe atravesar un pasillo entre dos viviendas. Allí se cruza sola con un grupo de hombres. Se sorprende de ver a uno de ellos, porque sabía que tiempo atrás lo habían echado del barrio.

No alcanzó a salir de la sorpresa cuando la atacaron en conjunto. Al menos uno de ellos la empujó y se le tiró encima, le bajó el pantalón y le rompió el bóxer, mientras entre todos la molían a golpes y patadas. Higui ya no podía ver bien, porque se tapaba la cara para protegerse de los golpes. Por eso no puede precisar cuántos hombres le desgarraron el bóxer y cuántos siguieron atacándola.

En medio de la golpiza, uno de los hombres le anunció “te voy a hacer sentir mujer, forra lesbiana”. Es lo que se llama “violación correctiva”. Se sostiene que todas las violaciones lo son. Pero es para debatir. Porque a una mujer cisgénero* heterosexual, el violador intenta corregirle su manera de ser mujer, pero no intenta “sacarle la heterosexualidad”.

¿Por qué se suele decir que toda violación es correctiva?

Las violaciones son maneras diferentes de corregir, disciplinar, instalar por el terror un sistema de sometimiento y reproducir un sistema de jerarquía sexual, que se infligen de distinta manera según el género, la edad y otras condiciones. Tampoco se puede considerar de la misma manera los abusos sexuales en la infancia.

La violación correctiva es parte de la cadena de disciplinamientos para que la lesbiana “se arrepienta, se cure” y se vuelva heterosexual a la fuerza. La manera de evitar este correctivo extremo es simular no ser lesbiana, enclosetarse, inventarse un noviazgo con un varón, escapar de la familia, la escuela, el barrio, mudarse a sitios donde las lesbianas no sean molestadas. Otra forma correctiva, antes de llegar a la escalada de violencia física, es presentarle novios a la lesbiana adolescente, a ver si “se cura”.

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La figura de legitíma defensa en el caso de Higui 

Higui no hubiera podido salir con vida del ataque de estos hombres de no llevar en el corpiño su herramienta de trabajo, un cuchillo de jardinería. El típico cuchillo pequeño que usan las mujeres para cortar los yuyos de la vereda en todos los barrios del país.

En una defensa legítima y proporcionada, Higui le tiró un puntazo a uno de los agresores para sacárselo de encima. Una lesbiana de 1,50 de estatura se defendió contra un grupo de hombres que la empujaron al suelo para poder destruirla a su antojo. Higui quedó desmayada en el lugar hasta que la despertó la linterna de la policía. “¿Quién te va a querer violar a vos, negra gorda?”, se burlaban los de uniforme. De un momento a otro estaba aturdida de dolor y despojada de toda dignidad en un calabozo de Bella Vista. Acusada de homicidio. Aunque ni siquiera se lo habían informado. 

No sabía que el agresor estaba muerto. Higui estuvo varios días en un calabozo sin saber de qué se la acusaba, conmocionada por los golpes y sin atención médica, sin tener idea de qué funcionarios la entrevistaron. A los únicos que distinguía por su oficio era a los policías. A quien le preguntara, le contaba lo que le había pasado. La investigación se llevó a cabo sin perspectiva de género. En el Departamento Judicial de San Martín los casos de violencia de género se llevan junto con los demás delitos. Todo va a la misma bolsa. ¿Están en condiciones de juzgar a una lesbiana que se defendió de una violación correctiva?

La construcción de la lesbiana, negra, pobre, violenta

Es probable que los agresores hayan dado a Higui por muerta antes de abandonarla, pero en el juicio no lo van a decir. Y no solo eso. Van a quedar impunes por el ataque, porque la policía y el Poder Judicial desde el comienzo decidieron no creerle a Higui y construyeron a partir de sus prejuicios que una lesbiana pobre, negra, de un barrio conurbano, con las manos curtidas de trabajar la tierra, y que se toma unas cervezas para celebrar el Día de la Madre, es una violenta y una asesina.

Porque tomarse unas pintas de cerveza roja artesanal para celebrar Saint Patrick un pub de Palermo Rúcula es cool. En cambio, beber unas cervezas de cualquiera de las tres marcas de almacén sobre mantel de hule para celebrar el Día de la Madre en Mariló, es de borracha.

Trascendieron las fotografías que le tomó su hermana Azucena a Higui en un calabozo, muchos días después del ataque. En las imágenes se puede ver cómo la desfiguraron a golpes. La dejaron casi irreconocible.

La historia de Higui y la revictimización al infinito 

A más de cinco años del ataque y habiendo conocido la vida en la cárcel, Higui fue tantas veces revictimizada que ya casi no consigue hablar sobre lo que le hicieron estos hombres. Ni su cabeza ni el resto de su cuerpo resisten un minuto más de revictimización. Y tendrá que declarar ante miembros de instituciones que han ejercido violencia institucional hacia ella y se mostraron prejuiciosas desde el minuto uno y desde antes también, independientemente de las ideas que cada funcionario tenga a título individual.

La fuerza policial y el sistema de Justicia argentinos tienen oídos para los hombres cisgénero heterosexuales, a veces también para los hombres de clase popular, pero no para una lesbiana negra y pobre que no hace “lo que debería hacer”: agachar la cabeza y cerrar la boca. Y terminar en una cárcel de mujeres, donde la mayoría de las presas están por narcomenudeo o por mulas. Y donde también hay presas por defenderse de hombres violadores y asesinos a corto o largo plazo. 

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Cómo se le va a ocurrir a una lesbiana jardinera del conurbano sacar su herramienta de trabajo para defenderse cuando se le vienen 3 o 4 hombres encima para violarla y matarla a golpes. Como nos decían antes, “relájate y goza”. (Y si eso ya no debe decirse, y la sociedad argentina lo considera repudiable, es porque nos rebelamos, ya no nos callamos, ya no agachamos la cabeza. ¿Alguien recuerda la historia de F., la maestra que llevaba a su hijo a taekwondo y terminó violada y asesinada por dos empleados de maestranza del club GEBA en 2001? A F. la Justicia “le cree” porque la violaron y asesinaron, no pudo defenderse y murió. Y porque era heterosexual, de clase media y madre de familia. Caso cerrado y agresores condenados en 2003. Y porque “le creyó”, la Justicia condenó al club a indemnizar a esa familia).

Si Higui no se apodara así (por el arquero colombiano René Higuita, que se caracterizó por la atajada escorpión, la que mejor le sale a Higui) y tuviera otro nombre y un apodo de clase alta, fuera rubia y con cabello lacio, de 1,70 de estatura, héterocis, con título universitario preferentemente de universidad privada costosa y residencia en Belgrano o Recoleta, habría oídos para ella y los presos serían otros.

Un freno a la violencia institucional 

Higui sabe que va a tener que hablar ante un pelotón de fusilamiento, lo que va a ocurrir en la sala de audiencia si el tribunal no ampara su derecho legal a no ser revictimizada nuevamente. Su abogada defensora Gabriela Conder pedirá que Higui declare acompañada por su psicóloga, Raquel Disenfeld. No se puede solicitar que declare en cámara Gesell por la edad, porque es una persona mayor. ¿Por qué el sistema de Justicia argentino, si pretende ser justo, no admite que una persona tan vulnerada y revictimizada declare en cámara Gesell? Otra posibilidad es que desalojen la sala en ese momento y queden solamente el juez y dos o tres personas más, e Higui pueda declarar acompañada por su psicóloga. En el juicio también participará como perito de parte el médico psiquiatra Enrique Stola.

Del lado de la acusación estará la fiscal Liliana Tricarico, fundadora y presidenta de la Asociación de Fiscales de la provincia de Buenos Aires.

Se espera que se presenten 30 testigos a declarar en contra de Higui. Desde luego, no hay testigos presenciales del ataque que sufrió, porque estaba sola. Y en el barrio vivían hostigándola. Un grupo de hombres ya le había quemado la casa. Otro le mató al perro. 

En Mariló hay lesbianas como en todas partes, pero no a todas se les nota tanto como a Higui. Antes les decíamos “bomberos” a las que se les notaba. Ahora las llaman “chongas”. Pero el closet es el mismo. Higui nunca estuvo en el closet, ni sabe qué es eso porque su mundo es otro. Su mundo es el fútbol, sus gatos, ganarse el sustento haciendo changas, estar atenta al calendario de castraciones de zoonosis para llevar a los perros del barrio.

“La verdad que no me siento ni nena ni nene, pero tampoco soy un pibito trans. Poné lesbiana. Yo me pongo que soy así, lesbiana. Recién me estoy descubriendo, me dejo ser. Por ahí un día me levanto re chonga, por ahí un día me levanto media tía”. Esto es lo que Higui siente sobre su identidad de género.

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La violación como moneda corriente en su vida

Cuando hablamos de revictimización queremos señalar en concreto que a Higui se le contractura todo el cuerpo y regresa al estado de terror de cuando era niña y la violaban cada uno de los padrastros que tuvo, y se escapaba al potrero para jugar al fútbol. Así se crió.

En la entrevista que realizamos para Soy en enero de 2020 Higui recordaba que sus padrastros “eran re violines. Cada vez que mi mamá iba a tener familia, yo sabía que iban a aprovechar para violarme. Mi padre ya se había ido. Trabajaba en una metalúrgica, usaba zapatos con punta de acero y le pegaba patadas a mi mamá. Mi escapatoria era la cancha de fútbol. Me hice pis en la cama hasta los 13 años. La primera vez que me violó uno de los maridos de mi mamá, también la agarró a mi hermana la Tati”.

En la adolescencia logró sobreponerse, se fue de la casa y aprendió a ganarse la vida fabricando un carrito y juntando cosas rotas en la calle para arreglar y vender. Eso fue cuando tenía 15 años, durante la crisis económica y social de 1989. Hizo todo tipo de changas, hasta destapar cámaras sépticas por 100 pesos. Porque como era lesbiana pobre y de aspecto masculino, nadie la aceptó jamás para un empleo formal. Su vía de escape de esa realidad fue siempre el fútbol y logró ser una de las mejores del Oeste.

El fútbol como vía de escape

“Siempre jugué en clubes de barrio. Primero en La Esperanza, de William Morris. En mi camino jugué con ‘la Negra’ Amalia Flores, en cancha de 11 en el club La Amistad de Mariló”, recuerda Higui.

Amalia Flores (61) fue la primera jugadora argentina transferida al fútbol europeo. A los 30 años era crack en Yupanqui y le hicieron contrato para jugar en el Caivano de Nápoles.

“Fui la mejor arquera, la valla menos vencida desde los 12 años en La Esperanza hasta a los 31, en La Amistad. Pasé por los clubes El Galpón, La Quinta, Belgrano, Moreno, El Gallito. Con mi hermana Mariana jugábamos para Barrufaldi y salimos segundas. Esa vez jugamos contra el equipo de Rocío Oliva, mi hermana le hizo comer el tejido. En las prácticas siempre nos ganaban ellas, pero por los puntos les ganábamos nosotras”, cuenta Higui.

“Gané un montonazo de trofeos jugando al fútbol, que en esa época no venían con muñequitos de mujeres, eran todos de varón. Tenía mi casita de madera llena de trofeos, hasta que los malos me la prendieron fuego y se quemaron todos”.

Al día de la fecha no se sabe si el tribunal aceptará que las audiencias sean presenciadas por todos y transmitidas por streaming. Las organizaciones de lesbianas, lgtb+, feministas, transfeministas y de derechos humanos y medios de comunicación solicitan esa posibilidad porque se trata de un juicio histórico.

*Cisgénero” quiere decir que se autopercibe con el sexo que le asignaron al nacer. Las personas “transgénero” son las que se autoperciben con un sexo diferente al que les fue asignado. Las mujeres y los varones pueden ser cis o trans.

Fuente: Página/12

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