Leandro volonte especial para Contrahegemoniaweb.
A diferencia de lo ocurrido en el caso del acuerdo con el FMI, el gobierno argentino se posicionó prácticamente sin fisuras ante la guerra en Ucrania. Si bien no hay homogeneidad al interior del Frente de Todos sobre la caracterización del conflicto, la posición oficial fue definida sin mayores dificultades. Luego de un primer pronunciamiento más bien abstracto, hacia la media mañana del jueves 24 de febrero, la vocera Gabriela Cerruti confirmaba que la posición de la cancillería no era favorable a Rusia sino en su contra.
Sergio Massa fue uno de los primeros en expresarse en esa dirección. Otro tanto hizo el presidente de la comisión de Relaciones Exteriores y Culto de la cámara de Diputados, Eduardo Valdés, quien se refirió en el mismo sentido, agregando además que “la posición Argentina continúa siendo coherente porque ya en el 2014 votó en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a favor de la integridad territorial de Ucrania”.[1]
La referencia histórica elegida para justificar la posición no fue un comentario casual. Unos días después, el domingo 27 de febrero llegó el esperado twit de Cristina Fernández con un pronunciamiento relativamente escueto, muy ambiguo en las formas pero muy claro en el contenido. Vale volver sobre los primeros párrafos donde se sintetiza lo esencial de la posición:
En el año 2014, siendo presidenta de la Nación y Héctor Timerman nuestro canciller, Argentina formaba parte, en carácter de miembro temporario, del Consejo de Seguridad de la ONU.
En ese año, el día 15 de marzo, se trató en dicho organismo, una resolución presentada por EEUU que exhortaba a la comunidad Internacional a no reconocer el resultado del referéndum por la independencia de Crimea, previsto para el domingo 16 de marzo de ese mismo año.
Ese día 13 de los 15 países miembros del Consejo de Seguridad, entre ellos Argentina, votaron a favor del texto presentado por EEUU que defendía la “soberanía, la independencia, la unidad y la integridad territorial” de Ucrania.
O sea: Argentina apoyó a Ucrania basada en el principio de integridad territorial, pilar del derecho internacional. Rusia, uno de los cinco miembros permanentes con derecho a veto, ejerció dicho privilegio y se pronunció en contra. China se abstuvo.
Es muy curioso que tanto Valdés como CFK hayan tomado justamente esa declaración como referencia para posicionarse en el conflicto actual, al menos por dos razones. En primer lugar, porque no fue esa la línea que finalmente adoptó la cancillería de Timerman en aquel entonces, ya que sólo doce días después cambió de posición al votar en la Asamblea General de la ONU, el 27 de marzo de 2014.
En segundo lugar, por lo que expresa en cuanto a la necesidad de explicitar a qué tipo de “neutralidad antibélica” se está refiriendo la cancillería de Cafiero-Béliz[2]. Un rumbo que si bien no es coherente con el realmente adoptado en el 2014, sí lo es respecto del alineamiento actual de la política exterior argentina, expresada centralmente en el acuerdo con el FMI, que le renueva un turno más de legitimidad al nuevo ciclo de extorsión financiera disfrazada con los trajes, las corbatas y las etiquetas del “endeudamiento externo”.
La coyuntura de 2014: del “EuroMaidan” al referéndum en Crimea
Entre noviembre de 2013 y marzo del año siguiente se sucedieron un conjunto de hechos que cambiaron las coordenadas del sistema político ucraniano. La situación actual es un derivado directo de los procesos que se abrieron paso por aquellos meses.
El presidente de Ucrania en aquel entonces era Viktor Yanukovich, oriundo de Donetsk, quien había asumido en 2010. Durante la segunda mitad del 2013 se fueron incrementando las presiones sobre el poder ejecutivo respecto de la línea a seguir en materia de alianzas internacionales. Mientras que por un lado acompañaba los avances diplomáticos en el Acuerdo de Asociación con la Unión Europea, por el otro mantenía igualmente su cercanía con el gobierno Ruso. Finalmente, avanzado el mes de noviembre de ese año, se desató una ola de protestas frente a la decisión de Yanukovich de dejar en suspenso la firma del acuerdo con la UE.
Un arco diverso de sujetos y reclamos fueron confluyendo hasta derivar hacia una misma escalada de enfrentamientos que desembocaron en el derrocamiento del gobierno, dejando como saldo una nueva gravitación en torno a la coalición de sectores pro-Unión Europea, muy permeables no sólo a los intereses financieros “occidentales” sino también a la simbología nazi y sus fuerzas de choque.[3] En un artículo publicado en el Granma cubano el día 7 de febrero de 2014, se afirmaba lo siguiente:
Este comentario bien pudiera comenzar por lo que creo es la conclusión del tema ucraniano: Occidente sigue apostando por cercar a Rusia y para ello la mejor pieza del ajedrez geopolítico la constituye el vecino país [Ucrania], ahora inmerso en una embestida de la oposición atizada desde el exterior.
Ya la OTAN y Estados Unidos han aproximado su escudo antimisiles a las fronteras rusas y, de lograr una Ucrania subordinada a esos designios, se cercenaría una relación histórica desde todos los puntos de vista entre Moscú y Kiev. (…)
Ucrania evidencia una cierta división entre la población mayoritaria que aprueba unas relaciones buenas con Moscú, y quienes, fundamentalmente en Kiev, son partidarios de una asociación con la Unión Europea.[4]
También el canciller argentino Héctor Timerman se había pronunciado sobre el “contexto de confrontación que escaló hasta los hechos violentos de principios de febrero, que llevaron a la muerte a cerca de ochenta personas y la caída del presidente constitucional”.[5]
Yanukovich fue derrocado el 20 de febrero tras una serie de violentos choques entre manifestantes y las fuerzas policiales. En más de un caso, lxs muertxs caían en uno y otro bando, sin advertir que los disparos provenían de francotiradores apostados en los techos aledaños, desde donde repartían balas de plomo en equitativas proporciones.[6]
El ahora “ex” presidente oriundo de Donetsk abandonó el país sin renunciar formalmente. Lo que siguió después fue un incremento de la violencia sobre las poblaciones del este ucraniano (pro-rusos), en una espiral que derivó hacia una guerra civil estimulada por el nuevo gobierno de facto.
Hacia principios de marzo el Consejo Nacional de Radio y Televisión de Ucrania prohibió a las principales emisoras rusas. Se calcula que durante los dos primeros meses del 2014 se habían exiliado hacia Rusia unos 675 mil ucranianos, la mayoría desplazándose por la ciudad fronteriza de Belgorod. En palabras de Claudio Katz,
“Se suele computar que la mini-guerra interna de Ucrania ha generado 14.000 muertos y un millón y medio de desplazados en los últimos ocho años. Pero el principal escenario de esas confrontaciones ha sido la región ruso-parlante del Donbass, como consecuencias de los atropellos perpetrados por los enviados de Kiev. Esas agresiones son encabezadas por las corrientes ultra-derechistas que emergieron de la revuelta del Maidán. Todavía se discute si esa impronta reaccionaria estuvo presente desde el inicio del movimiento o emergió de su evolución posterior. Pero en cualquiera de las dos variantes el desemboque ultra-regresivo de ese proceso ha sido indudable”.[7]
Es en este contexto donde que se inscribe la decisión de Crimea de integrarse formalmente a la Federación Rusa, para lo cual se realizó un referéndum el día 16 de marzo de 2014, en el que la posición de independizarse de Ucrania ganó por el 97 % de los votos.
El cambio de posición de la cancillería en el caso de Crimea
La resolución mencionada por Cristina Fernández y Eduardo Valdés, firmada el 15 de marzo de 2014, se opone justamente a estos comicios. De modo que, al acompañar la resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que desconocía el referéndum en Crimea, lo que se estaba haciendo en realidad era alinearse con ese sector “occidental” ucraniano ligado a la UE-OTAN.[8]
Pero a los pocos días, sin embargo, y en contradicción con este posicionamiento inicial del 15 de marzo, la cancillería de Timerman hará un viraje al abstenerse en la Asamblea General de la ONU convocada para el 27 de marzo. En ese escenario, la abstención significaba, políticamente, no votar en contra de Crimea y Rusia, es decir, no acompañar con el voto la Resolución 68-262 de la ONU, tratada por iniciativa del bloque pro-norteamericano el 27 de marzo de 2014[9]. Fue muy publicitada en aquellos días una comunicación telefónica entre Cristina Fernández y Putin en las horas previas a la votación en la ONU, el 24 de marzo de ese año 2014.
El resultado finalmente fue de 100 votos a favor de la iniciativa norteamericana, 58 abstenciones (la de Argentina entre ellas), 24 ausentes y 11 votos en contra (Armenia, Bielorrusia, Corea del Norte, Cuba, Nicaragua, Rusia, Siria, Sudán, Venezuela y Zimbaue). [10]
Mientras el diario La Nación protestaba[11], los sectores progresistas identificados con el gobierno de CFK interpretaban este giro como una inclinación pro-rusa, considerada como positiva por algunos, o en todo caso “menos mala” respecto de la ofrecida por la OTAN. El propio Tirmerman aclaró su posición haciendo una autocrítica hacia fines del mismo mes de marzo:
Es cierto que ese proyecto [la votación del 15 de marzo] también contenía elementos que se juzgaron inconvenientes y contradictorios. Por ejemplo, al tiempo que se reafirmaba la soberanía, la integridad territorial y la independencia de Ucrania, el texto se pronunciaba sobre la legalidad del referéndum en Crimea. Una clara injerencia política en un asunto interno de Ucrania. Al momento, sin embargo, para Argentina fue suficiente hacer una salvedad sobre este punto al explicar nuestro voto positivo.
Menos de dos semanas después se presentó ante la Asamblea General de las Naciones Unidas un texto muy parecido al considerado por el Consejo de Seguridad. El texto era similar, el contexto político había cambiado.
A la luz de los hechos, todo indica que en realidad no sólo el texto sino también el contexto eran los mismos tanto el 15 como el 27 de marzo; lo que había cambiado era la posición de la cancillería argentina respecto de su alineamiento en el conflicto.
La orientación del 27 de marzo era la más coherente si lo que se quería era evitar el escenario de guerra, por eso resulta llamativo que la dirigencia del Frente de Todos referenciada en CFK se identifique ahora con la otra posición anterior, que era la que echaba más leña al fuego al no reconocer el referéndum de Crimea. Cuando se critica al “anacrónico” Consejo de Seguridad de la ONU haciendo foco en el poder de veto de algunos países, la referencia concreta alude al veto de Rusia sobre esa resolución.
Es en esta lógica estructural del conflicto donde se inscribe entonces la situación actual de las regiones de Donetsk y Lugansk, a quienes el gobierno de Putin les ha reconocido recientemente su independencia respecto de la Ucrania gobernada por Volodimir Zelensky. La decisión fue anunciada como paso diplomático previo a la movilización de tropas rusas sobre esos territorios, junto con un ataque más generalizado sobre la infraestructura militar en diferentes puntos del país, para avanzar luego directamente sobre Kiev. Consideramos que la invasión de las tropas rusas sobre Ucrania no es el inicio del carácter militar del conflicto, aunque sí su punto de inflexión.
Por otra parte, nada de lo dicho anteriormente debe llevarnos a “embellecer” al régimen de Putin o relativizar los aspectos claramente regresivos de su gobierno, así como las consecuencias de su accionar militar. Al respecto, nos remitimos a la caracterización que el colectivo Contrahegemonía Web ha elaborado sobre la guerra actual en tres videos que buscan sintetizar distintos elementos en juego desde una mirada de conjunto.[12]
Malvinas, Crimea, Taiwán
Por cierto que la valoración anterior siempre puede relativizarse poniendo en consideración el factor Malvinas: “puesto que el peso político y la incidencia real de Argentina en el conflicto ucraniano es escaso, conviene ser pragmáticos y no entorpecer la estrategia diplomática hacia el objetivo de recuperar las Islas”. El eje argumental de esta perspectiva se sintetiza a partir del razonamiento de que “si queremos recuperarlas en algún momento, no nos queda otra que respetar el Principio de Integridad Territorial, como hace China pensando en Taiwán.”
Es cierto que ambas cancillerías han coincidido en la táctica diplomática, pero al parecer ahí se agotan las similitudes. Mientras que en el caso del gobierno chino la posibilidad de lograr una victoria estratégica en su reclamo se percibe como una probabilidad concreta, porque se inscribe en cierta lógica de las cosas, en el caso del “incansable” reclamo de la diplomacia argentina, en cambio, el efecto del discurso se mueve en un andarivel más bien retórico, lejos del filo que adquieren aquellas palabras que logran hablar sobre lo que realmente está en juego en cada coyuntura.
Si es por
jugar con las metáforas, podemos concluir entonces que también las palabras
tienen su “doble estándar” semántico, según el filo que tengan en el contexto
en que se las aplica. En ese sentido, parece ser que “Taiwán” está más cerca de
“Crimea” que de “Malvinas”. Criticar a los kelpers desde el Vaticano, París[13]
y Nueva York para alinearse con el FMI y la OTAN en las nuevas “Crimeas” de
Donetsk y Lugansk, tal parece ser la paradoja del doble estándar en la política
exterior del Frente de Todos ante Ucrania.
[1] Ver en https://www.telam.com.ar/notas/202202/584562-valdes-la-postura-argentina-respeta-la-integridad-territorial-de-ucrania-al-igual-que-en-2014.html; entrevista radial a Valdés en https://provinciaradio.com.ar/noticia.php?noti_id=5529
[2] Ver por ejemplo en https://www.eldiarioar.com/politica/ajedrez-nervioso-gobierno-fijar-postura-guerra-ucrania_1_8779850.html. en la misma dirección se pronunció la representante permanente en la ONU, María del Carmen Saqueff, así como la directora de Derechos Humanos de la cancillería, Cecilia Meirovich.
[3] Ver Telma Luzziani; https://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-241373-2014-03-09.html
[4] Ver en https://www.granma.cu/mundo/2014-02-07/por-que-occidente-apuesta-a-ucrania
[5] https://www.cancilleria.gob.ar/es/actualidad/comunicados/articulo-del-canciller-hector-timerman-publicado-en-el-diario-pagina12
[6] https://www.eldiario.es/internacional/francotiradores-oposicion-ucrania_1_4997249.html
[7] https://contrahegemoniaweb.com.ar/2022/03/04/dos-confrontaciones-en-ucrania/. Puede consultarse también un artículo de Telma Luzzani en este link: https://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-241373-2014-03-09.html
[8] Una posición diferente siguieron los países nucleados en el ALBA, quienes acompañaron la posición de Rusia tanto en el 2014 como en la actualidad.
[11] “Según pudo saber LA NACION, el embajador de Ucrania en Buenos Aires, Yurii Diudin, se quedó sorprendido con el apoyo que mostró Cristina a Putin y el tono de la conversación telefónica que se divulgó. En diálogo con este diario, el representante diplomático de Kiev agradeció el apoyo de la Argentina a Ucrania en la ONU, pero dijo que esperaba una condena “más explícita” del Gobierno a Rusia y una postura firme sobre el no reconocimiento del referéndum y del cambio de estatus político de Crimea.” Cita
[12] Se pueden ver en los siguientes links:
PARTE 1: https://www.instagram.com/tv/Caz8wnQMoYH/?utm_medium=share_sheet
PARTE 2: https://www.instagram.com/tv/Caz9YytuDwW/?utm_medium=copy_link
PARTE 3: https://www.instagram.com/tv/Caz98agAIIW/?utm_medium=copy_link
[13] En el Twit del 27 de febrero CFK se refiere a la declaración hecha en Francia el 19 de marzo de 2014, invitada por el presidente Hollande. La negociación con el “Club de París” en el caso de Argentina, y el conflicto en Ucrania, en el caso de Francia, era el doble telón de fondo en el que se realizó el encuentro. Ambas intervenciones puede verse en https://www.youtube.com/watch?v=BpYHtVmCVtA&ab_channel=CasaRosada-Rep%C3%BAblicaArgentina