El “presidente” Alain Krivine murió el sábado 12 de marzo en París, a la edad de 80 años, según supo Le Monde por su familia. “Presidente” fue el apodo cariñoso que le pusieron sus amigos en recuerdo de la elección presidencial de 1969, cuando un soldado con corbata -entonces hacía el servicio militar como soldado de segunda clase en el 150 regimiento de infantería de Verdun-, un poco tieso, de cabello y ojos oscuros, que afirmaba ser parte del movimiento Mayo del 68, pidió el voto a los electores al tiempo que denunciaba el “engaño” de las elecciones. “El poder no está en las urnas”, profesaba quien comenzaba cada una de sus intervenciones televisivas con: “Por primera vez se dirige a ustedes un candidato revolucionario…”
Nacido el 10 de julio de 1941 en París, Alain Krivine provenía de una familia de judíos ucranianos que emigraron a Francia después de los pogromos antisemitas de fines del siglo XIX. Afiliado a los 17 años a las Juventudes Comunistas, la organización juvenil del Partido Comunista Francés (PCF), donde también militaban sus cuatro hermanos, expresó su desacuerdo con la línea política de un partido que rechazaba la independencia de Argelia. Se une a una organización clandestina, Joven Resistencia, que multiplica las acciones para alentar a los jóvenes soldados a negarse a ir a la guerra en Argelia. Esta es su primera experiencia de militancia radical, que acercará a este militante modelo, educado en el crisol de la familia comunista, a la Cuarta Internacional y lo llevará a romper con el estalinismo.
“Ganado a la causa”
Alain Krivine está discretamente rodeado por líderes trotskistas del Partido Comunista Internacionalista (PCI), incluido Pierre Franck, ex secretario personal de Trotsky, cuando se convierte en uno de los líderes del Frente Universitario Antifascista (FUA), creado como reacción al golpe de Argel del 22 de abril de 1961. El 23 de marzo de 1962, una carga de explosivo plástico explotó frente a la puerta del apartamento de su padre, el doctor Krivine, especialista en estomatología, causándo importantes daños.
Aunque “ganado a la causa” del trotskismo, siguió militando en la oposición de izquierda de la Unión de Estudiantes Comunistas (UEC). Líder del sector de letras de la Sorbona de la organización vinculada al PCF, lucha por el “derecho de tendencia” y la “desestalinización” del partido. El congreso de marzo de 1965 dio lugar a violentos enfrentamientos. Orador elocuente, con mordaz ironía, Alain Krivine llama a los “guardias de la línea” al podio. Un año después, el “sector”, que se negó notablemente a apoyar la candidatura de François Mitterrand para las elecciones presidenciales de 1965, a diferencia de la dirección del partido, fue expulsado de la UEC.
Alain Krivine y los activistas de “Sorbonne-lettres” crearon entonces la Juventud Comunista Revolucionaria (JCR), que jugaría un papel importante en las movilizaciones contra la guerra de Vietnam y luego durante los acontecimientos de Mayo-68. Alain Krivine, cuyo hermano, Jean-Michel, cirujano, participó en dos comisiones médicas de investigación en Vietnam, es uno de los fundadores del Comité Nacional de Vietnam junto con el matemático Laurent Schwartz. La JCR, aunque reivindica el trotskismo, quiere abrirse a las nuevas corrientes del marxismo y en particular a las que agitan al Tercer Mundo (castrismo, guevarismo…) y a la juventud occidental. Estableció numerosos contactos con los líderes de movimientos revolucionarios en países extranjeros como Rudi Dutschke en Alemania o Tariq Ali en Inglaterra.
Semi-clandestinidad
Cuando en 1968 comenzaron los primeros temblores de lo que se convertiría en una huelga general que sacudiría el poder gaullista, Alain Krivine era secretario de redacción a tiempo parcial en Hachette. Rápidamente abandona su puesto para sumergirse en el movimiento. El servicio de seguridad de la JCR forma la columna vertebral del de la UNEF durante las principales manifestaciones de Mayo-68. Los dirigentes de las JCR juegan un papel de supervisión y animación, en particular durante la “noche de las barricadas”, el 10 de mayo, o el intento de unión entre estudiantes y trabajadores de Renault, el 17 de mayo, rechazado violentamente por la CGT y el PCF.
Después de que el poder gaullista recuperara el control, la JCR fue disuelta por decreto el 12 de junio. Alain Krivine entra entonces en una semiclandestinidad. Fue detenido el 16 de julio en compañía de su esposa, Michèle, hija del exsecretario general adjunto del Partido Socialista Unificado (PSU) Gilles Martinet. Acusado de “mantener y reconstituir una organización disuelta”, estuvo preso durante cinco semanas en la prisión de la Santé antes de ser liberado bajo fianza por petición del nuevo Ministro de Educación Nacional, Edgar Faure, quien intentaba conseguir un ambiente “pacífico” para la reapertura del curso académico. Junto a Alain Krivine, sus principales dirigentes son Daniel Bensaïd, Henri Weber y Charles Michaloux. Presentar un candidato para las elecciones presidenciales es un verdadero desafío. “Queremos hacer oír la voz revolucionaria de Mayo y Junio del 68 en la televisión, explican sus jóvenes líderes. Esta candidatura revolucionaria tenderá a disipar las ilusiones electoralistas y parlamentarias del PC. Queremos romper con esta visión y afirmar una fuerza a la izquierda del PC”.
Al frente de las protestas
Personalidades de los círculos intelectuales, literarios y artísticos, como Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Marguerite Duras, Michel Leiris, Maurice Nadeau, lanzaron un llamamiento a su favor. La Liga logra recolectar 230 firmas de funcionarios electos para patrocinar a su candidato, más del doble del número requerido, cien en ese momento. Alain Krivine se beneficia entonces de un “permiso especial”. Tras haber realizado “una campaña roja”, como se denomina su órgano de prensa, Rouge, recogerá algo más del 1% de los votos. Volverá a ser candidato en 1974, tras la muerte de Georges Pompidou, y recogerá un exiguo 0,37%. “Yo no fui elegido Presidente de la República. Siempre me ha faltado el 99% de los votos”, le gustaba repetir.
Mientras tanto, la Liga Comunista fue disuelta después de que se opusiera por la fuerza, el 21 de junio de 1973, a un mitín del movimiento de extrema derecha Nuevo Orden contra la “inmigración salvaje”. Alain Krivine es nuevamente arrestado, acusado de violar la ley antidisturbios y encarcelado en la Santé. Apoyado por un fuerte movimiento de solidaridad, fue liberado cinco semanas después.
Fue un revolucionario toda su vida, sin que la edad alterase sus convicciones –al contrario de lo que dice el título de sus memorias, publicadas en 2006, “Se te pasará con la edad” (Flammarion). ha recorrido medio siglo sin apartarse nunca de la convicción de que “la revolución es posible”, de que “nunca ha habido tantos motivos para rebelarse”, atento a todos los movimientos de protesta susceptibles de contribuir a la emancipación social, de cambiar la situación del movimiento obrero. “La verdadera felicidad de cualquier hombre digno de ese nombre es participar, conscientemente, en todas las luchas por la emancipación”, declaró en 1973 cuando se preparaba nuevamente para ser candidato en las elecciones presidenciales, donde hizo campaña sobre el tema “sin tregua ni compromiso”.
De la fábrica Lip a los comités de soldados, de los movimientos feministas a las movilizaciones escolares y estudiantiles, de las manifestaciones internacionalistas a las luchas antirracistas y antifascistas, del apoyo a los inmigrantes indocumentados a las acciones por el derecho a la vivienda, de las coordinaciones a los levantamientos del movimiento sindical, sin descuidar las plataformas electorales, la organización dirigida por Alain Krivine, que se convirtió en la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) en diciembre de 1974, estaba en todos los frentes de lucha. Con la obsesión constante de “hacer que las cosas sucedan” y de “encontrar una salida política a los movimientos sociales”, el líder trotskista -aunque no le gustaba este término- trató de sembrar “las semillas de una nueva izquierda, ni socialdemócrata ni estalinista”, incansablemente lista para actuar a pesar de los reveses, los fracasos y las decepciones.
En todos los frentes de protesta, Alain Krivine estuvo al frente, siempre disponible, siempre dispuesto a “dar una mano a los camaradas”, a explotar su impresionante lista de contactos para popularizar una iniciativa, a servir como enlace para ampliar el campo de apoyo. . El movimiento social del invierno de 1995 insufló energías renovadas a una LCR que pensó que podía encontrar un eco más amplio entre las nuevas capas radicalizadas.
Primer mandato electoral
En las elecciones europeas de 1999, la LCR unió fuerzas con Lutte Ouvrière (LO). Alain Krivine ocupa la segunda posición por detrás de la emblemática portavoz de LO, Arlette Laguiller. La lista recoge más del 5% de los votos y consigue cinco escaños. A sus 58 años, a sus espaldas más de cuarenta años de militancia política, ocupa su primer mandato como diputado. La elección al Parlamento Europeo, además de descubrir el mundo político institucional, le permite disponer de medios adicionales y contratar a un asistente parlamentario. Durante un año, un joven activista sindical de La Poste, Olivier Besancenot, ocupará este cargo.
En 2002, Alain Krivine lo convenció, no sin dificultad, de ser el candidato de la LCR en las elecciones presidenciales. El joven cartero obtiene el 4,25% en la primera vuelta de unas elecciones en las que el candidato del PS, Lionel Jospin, queda eliminado de la segunda vuelta, que enfrenta a Jacques Chirac contra Jean-Marie Le Pen. Cinco años después, Olivier Besancenot vuelve a ser candidato a la presidencia y obtiene más del 4% al final de una campaña que despierta un entusiasmo sin precedentes para el candidato de extrema izquierda. La Liga decidió disolverse para dar paso a un Nuevo Partido Anticapitalista más capaz, esperaba, de ampliar la audiencia de la vieja formación trotskista.
Una nueva generación está tomando el relevo. Alain Krivine pasa a segunda fila y ya no ejerció responsabilidades políticas, pero siempre estuvo presente. Aunque hizo valer su derecho a la jubilación en 2004, continuó, mucho tiempo después, ocupando un despacho encima de la imprenta Rotographie, en Montreuil (Seine-Saint-Denis), y ofreciendo sus consejos: “Siempre presente. Una vida de revolucionario… sin revolución.
Alain Krivine a través de algunas fechas
10 de julio de 1941 Nace en París
1958 Se une a la Juventud Comunista
1966 Expulsado de la Unión de Estudiantes Comunistas
1967 Creación de la Juventud Comunista Revolucionaria (JCR)
1969 Creación de la Liga Comunista
1969 Candidato a las elecciones presidenciales
1974 Candidato a las elecciones presidenciales
2006 Publica “Se te pasará con la edad” (autobiografía)
2009 Disolución de la Liga y nacimiento del Nuevo Partido Anticapitalista
2022 Muere a la edad de 80 años.
Argelia y el trotskismo
Alain Krivine
Alain Krivine, una de las figuras más conocidas del trotskismo francés de posguerra, comenzó su vida política como joven militante comunista. Fue como tal que fue enviado a la Conferencia Mundial de la Juventud en Moscú en 1957, donde se reunió con representantes del FLN argelino. Esta reunión iba a ser el punto de inflexión en su vida política.
Cuando regresé a Francia, si no había roto aun totalmente con el Partido, al menos me escandalizaba su actitud. A partir de ahí tomé la decisión de ayudar al FLN y hablarlo con mi entorno, considerando que era absolutamente necesario “hacer algo”. Pero no sabía cómo establecer contacto. Y fue aquí donde intervinieron las relaciones familiares: yo tenía hermanos que ayudaban al FLN desde hacía mucho tiempo. No eran estalinistas y me habían ocultado sus actividades desde que yo era un [pequeño] “líder estalinista”. Pero viendo mis desdichas por no poder hacer nada por Argelia, intervinieron diciéndome que tal vez podríamos ayudar a los argelinos.
Entonces me pusieron en contacto con el grupo Jeune Résistance (Resistencia Joven), a través del cual comencé mis actividades de apoyo. En el marco de las Juventudes Comunistas (JC) había comenzado a luchar por los argelinos, exigiendo en particular que Mme Audin [1] fuera invitada a una reunión de la JC. Me respondieron: “Estás loco. no la vamos a invitar a una reunion.” Solo para rematar estas historias, que muestran bastante claramente la mentalidad del partido, la JC había distribuido un folleto que invitaba a la gente, con motivo de un congreso estudiantil, a un baile “Por la paz en Argelia”. Se le añadieron las palabras: “Bailamos y vamos…”. Fui delegado al Congreso Nacional. Todavía bastante ingenuo subí a la tribuna para declarar que no parecíamos ser conscientes de la situación, que había gente que estaba muriendo allí y que me parecía repugnante que permitiéramos este tipo de festividades por el tema de Argelia. Todos empezaron a corear: “Virgen, Virgen…”
Así que me encontré en una red dirigida por trotskistas. Mis hermanos eran trotskistas y por supuesto no me lo habían dicho, ya que como buen estalinista odiaba a los trotskistas. La primera pregunta que le hice a uno de ellos fue: “¡Estoy de acuerdo en unirme a tu red Jeune Résistance , pero solo con la condición de que no haya trotskos allí!” Me preguntó por qué decía eso y le respondí: “Porque son policías, y yo sé que en este tipo de cosas hay trotskistas”. Me aseguró que no los había y me preguntó qué tenía contra Trotsky. “¡Nada! ¡Todo lo que sé es que era un policía y un fascista!”.
Así que trabajé con Jeune Résistance, que sobre todo trabajaba para detener los trenes de reclutas. Luego entré en la Union des étudiants communistes (UEC), donde fui miembro de la dirección, mientras clandestinamente era miembro de Jeune Résistance . Durante las manifestaciones intentabamos lanzar consignas a favor de la independencia y ondear banderas del FLN, mientras el resto gritaba “¡Paz en Argelia!”. También hubo actividad dentro del ejército; esto es lo que mas me interesó. Así que se pararon los trenes de soldados que partían a Argelia. Las señales fueron saboteadas. De esta forma paramos decenas de trenes, y esto hizo mucho ruido.
Durante la mayor parte de la guerra el Partido tenía como consigna “Paz en Argelia”, y sus instrucciones eran no tener relaciones con los argelinos, lo que habría sido demasiado peligroso para el Partido. Cuando la jerarquía encontraba miembros que apoyaban al FLN, eran expulsados. Un compañero de Billancourt que ayudaba al FLN, al que llamábamos “Benoit”, fue inmediatamente expulsado del Partido (de hecho, era un trotskista clandestino). El Partido también se opuso igualmente a la deserción y la insubordinación. Explicaba que un joven comunista debía ingresar al ejército, pero siguiendo el esquema de Lenin, para introducir allí las ideas revolucionarias. Sin embargo, el PCF no organizó en absoluto a los reclutas, y ninguno de los jóvenes comunistas que fueron tenía instrucciones. Desafortunadamente, muchos de ellos se volvieron racistas.
El PCF se opuso a todas las iniciativas. Estaba completamente en contra de parar los trenes, del sabotaje “contra nuestros compañeros ferroviarios”. El movimiento se había desarrollado considerablemente, pues éramos hasta 900 militantes en Jeune Résistance , que es mucho para una organización clandestina (en cierto modo fue el comienzo de la extrema izquierda). Los jóvenes comunistas se negaban a insubordinarse por miedo a ir a la cárcel… Hubo algunos hijos de miembros del Comité Central que llevaron a cabo acciones valientes, pero ya era demasiado tarde. La dirección del PC tuvo sus pocos mártires para luego decir a los argelinos y a la opinión pública “Nuestro Partido también tuvo sus mártires”. Así que en los dos últimos años de la guerra unos 20 jóvenes soldados comunistas se negaron a ser enviados a Argelia. Pero cuando miras sus nombres, a menudo eran hijos de líderes, como el hijo de Léandre Letocard, o de miembros del Comité Central que se negaron a ir a Argelia y fueron enviados a prisión. Pero esto fue todo. En 1956 Alban Liechti fue el primero en negarse a ir a Argelia, pero el Partido no lo apoyó: estaba absolutamente solo [2] .
Mis dos hermanos estaban directamente involucrados en las redes de apoyo, en enlace con la Federación de Francia del FLN. Se encargaban del transporte de dinero. De vez en cuando les prestaba alguna ayuda. La mayor parte del tiempo me ocupaba de los transportes en París: cuando los coches llenos de policías cerraban ciertos barrios, tenías que poner gente en las intersecciones para asegurarte de que no había puestos de control. Nuestros amigos nos dieron señales que permitían que los autos que transportaban militantes del FLN cruzaran París sin obstáculos. Hice esto muchas veces.
Y luego tomamos “iniciativas” con respecto a las prisiones. En particular, participé en un intento de liberar a algunas mujeres. Esto fue en Fresnes. Un grupo de compañeros había sobrevolado la prisión con una avioneta, lo que estaba prohibido, y había tomado algunas fotografías. Por cierto, estaban mareados como perros en el avión, porque habían tenido que realizar acrobacias aéreas. En cuanto a mí, por la noche estaba en brazos de una camarada encantadora, y seguíamos el cambio de guardia entre la policía y el CRS alrededor de la prisión para conocer su itinerario, cuántos eran y cuándo había cambio de guardia.
Estábamos justo contra el muro. Las pequeñas colinas nos permitieron escondernos. Éramos unas cuantas parejas que se relevaban, permaneciendo allí cada pareja cuatro horas y media.
Transmitimos la información a personas que tenían seudónimos y cuya identidad desconozco. Estaban en “un nivel más alto”. Estaba bastante bien organizado. Las redes fueron una buena escuela. Algunos participaron por razones “humanistas”, porque estaban escandalizados por la tortura a los argelinos. Esto es bueno y normal. Pero para otros, estas redes fueron una buena escuela política. Se convirtieron en verdaderos internacionalistas. Adquirieron una forma de práctica política que siempre fue útil. Después, en las organizaciones políticas, nos dimos cuenta de que buena parte del núcleo de la futura extrema izquierda tenía su origen en la ayuda a la revolución argelina. Era una cuestión de internacionalismo “práctico”, y no de discurso. Se podría ver concretamente cómo una revolución inspira simpatía, politiza a los jóvenes y los hace militantes. Esta fue verdaderamente una escuela de trabajo práctico.
La actitud de la dirección y de los estudiantes comunistas en relación con la guerra de Argelia iba a ser una de las razones de la oposición que nació y estalló entre ellos. Argelia, junto con Hungría, fueron los dos elementos de la crisis; la traición al pueblo argelino por parte del PCF y el apoyo brindado por este último a la invasión soviética de Hungría, que también fue considerada una traición, la del pueblo húngaro. Los militantes “clandestinos” solidarios con Argelia, miembros de la UEC, jugarían un papel muy importante en el nacimiento de una “Oposición de Izquierda” al estalinismo. Esta oposición surgiría a partir de 1960-61 y terminaría con la expulsión de todos ellos en 1965. Sin embargo, la transición duraría cinco años. Antes de que terminara la guerra en Argelia, el asunto de la OAS fue otro paso suplementario que alimentó, enriqueció y radicalizó a un sector de la Juventud Comunista, incluyendo el “trabajo práctico”.
Todos estos elementos iban a contribuir a nuestra radicalización, pero de formas contradictorias. Entonces, cuando se trataba del ejército, en principio estaba apegado a la tradición leninista, es decir, que era necesario entrar en el ejército y luchar allí denunciando el colonialismo. Admiraba a esos pocos soldados que se pasaban al otro lado, esclusa, culata y cañón. Para mí, que empezaba a desestalinizarme, el héroe era el oficial cadete Maillot. Lo que hizo fue como los “amotinados del Mar Negro” con André Marty: “Somos solidarios con la revolución de ultramar. Nos unimos a ellos con nuestros brazos, nos estamos pasando al otro lado”. El enemigo era el colonialismo francés. Maillot e Iveton [3] fueron verdaderos héroes: su acto de solidaridad fue capital.
Sabiendo que el PCF no hacía nada, en el ejército apoyamos totalmente la insubordinación y la deserción. Esto permitió llevar a cabo la provocación política, un gesto político para sacudir a los franceses. Era mejor que no hacer nada. Como los que se fueron a Argelia no pudieron educarse, muchos se volvieron racistas, como dije. Ya sabes lo que es una guerra colonial: nuestros amigos son asesinados, los jóvenes soldados están completamente atrapados en la máquina. Era mejor que no fueran en ningún caso. Aunque leninistas en la cuestión del ejército, estábamos por lo tanto a favor de la insubordinación: era la forma más eficaz de hacer que la gente tomará conciencia y participara, aunque fuera de forma mínima, en un pequeño sabotaje del aparato militar francés.
La tortura también fue un elemento importante en nuestra decisión. Había periódicos que se especializaban en la distribución de literatura prohibida (como La Question de Henri Alleg). Este fue el caso de Temoignages et documents, que denunciaba todo el trabajo sucio de los franceses en Argelia. Trabajé mucho para esta última publicación. La denuncia de la tortura jugó un papel importante. Por ejemplo, cuando el secretario general de la Prefectura de Argel en 1957, Paul Teitgen, dijo: “La tortura es nuestra forma de gobernar”, no fue más allá, pero esto ya era más que un mero “humanismo”. Conseguimos así ser “obligados a responder”, como decimos hoy, sobre la naturaleza misma del combate que los franceses llevaron a cabo en Argelia. Esto tuvo un significado político importante.
Después de esto, la OAS también fue una causa importante de agitación política, porque se trataba de fascismo. Durante todo un período, Argelia estuvo muy lejos para la gente, por que a la gente realmente le importaba un bledo, y de todos modos tenía que ver con los “árabes”. La masa de la población comenzó a interesarse por Argelia cuando decenas de miles de sus hijos que habían estado allí contaron su guerra cuando regresaron. Además de esto, hubo miles que no regresaron o resultaron heridos; la población francesa entonces comenzó a hacer preguntas. Al comienzo de la guerra, además de los intelectuales, la izquierda dormía. Pero con la OAS, o sea, con el fascismo, la gente de izquierda empezó a despertar, hubo reacciones antifascistas. Se convirtió en un “fenómeno francés”, con los skinheads, los hombres de mano dura de la derecha… la gente empezó a tener miedo.
La tercera experiencia “interesante”: en el momento en que la OAS estaba realizando estos ataques, sentimos que entre los jóvenes había algo más grande que la guerra en Argelia misma que estaba sucediendo, y el Frente Universitario Antifascista (FUA) fue creado. Logramos crear una verdadera organización de combate de masas que reunió a miles de estudiantes en París y provincias. El PCF estaba contra nosotros y nosotros, los comunistas, estábamos al frente del FUA. Frente a los estalinistas logramos demostrar que era posible una reacción combativa unitaria, no sectaria, ya que era la organización la que había decidido expulsar a los fascistas del Barrio Latino. Cada día eran cientos de estudiantes los que, al llamado de la FUA, se reunían en el Barrio Latino con piquetes moviles. Tan pronto como había una distribución de folletos fascistas, saliamos y los disolviamos. Sabemos que personas como Duprat, [4] que estaba a favor de la OAS y que ya ha muerto, nunca pudieron entrar en el Institut de Geographie…. Recientemente todavía había una inscripción en las paredes de ese Instituto: “Duprat no entrará”. Realmente limpiamos el Barrio Latino, no de forma ultraizquierdista, sino con la masa de estudiantes que se había movilizado. Había cristianos, militantes del PSU, desorganizados y nosotros, la “oposición” comunista.
La dirección del Partido me llamó, junto con algunos otros, para decirnos que paráramos, que nos estábamos comportando como “ultraizquierdistas”. Iba a ser una buena experiencia, porque rápidamente nos dieron una especie de “colchón democrático” para protegernos: 150 intelectuales, con Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir a la cabeza del grupo, firmaron un texto que era más o menos menos el mismo que el de la FUA. Fue así como se creó la FACUIRA [ Front d’action et de coordinacion des universitaires et intelectuals pour un rassemblement antiraciste ]. Así que ahora teníamos esta estructura anti-OAS guiada por intelectuales, y la organización de estudiantes secundarios y universitarios, la FUA.
Esta fue una experiencia muy rica. Teníamos nuestro propio servicio de espionaje: fue así como adquirimos credibilidad. Pudimos arrestar a los que bombardearon Le Figaro, una especie de operación que la policía nunca hizo. Los atrapamos y los interrogamos (sin golpearlos) durante una noche entera en un departamento hasta que confesaron. Encontramos en ellos una lista de 50 oficiales y decenas de llaves. Después no sabíamos qué hacer con estos tipos. Se los entregamos a la policía, con los mapas de Le Figaro que tenían. Los policías estaban furiosos porque habían sido los “izquierdistas” quienes les habían entregado estos terroristas. Estos muchachos, tres OAS, fueron internados en un campo de detención.
Al día siguiente Le Figaro, muy cabreado, tuvo que hablar de esto. Fue realmente un acontecimiento. Pero el diario aún decía que se trataba “quizás” de los terroristas de Le Figaro. Esos tipos estuvieron dos o tres años en un campo de “retención” (había muy pocos de estos campos para fascistas, pero muchos para argelinos).
La OAS cabreó a buena parte de la opinión pública, sobre todo después del ataque al apartamento de André Malraux, que le costó el ojo a la pequeña Delphine Renard. Este fue un punto de inflexión en la guerra de Argelia. La gente decía: “Es un desastre total. Si hay peligro de ataques en las calles, bueno, acabemos con esto…”
Y tuvo lugar la manifestación del 17 de octubre de 1961, y los argelinos arrojados al Sena. La reacción del público fue miserable; nunca antes se había visto lo que pasó. Pero había tanto racismo entre el público que todos se contentaron con encontrar vergonzosa la represión. La información al respecto salió poco a poco. Hoy sabemos lo que pasó, pero en ese momento no se sabía mucho; nos mintieron constantemente. Para mucha gente fue solo que “hubo una enorme manifestación de árabes inmundos que la policía atacó”. El público reaccionó ante esta versión benigna de los hechos, y el racismo tuvo rienda suelta. No fueron los franceses los atacados y, por definición, los argelinos daban miedo. Nos gusta el tendero árabe de barrio, ese que está abierto toda la noche, pero cuando van juntos por la calle dan miedo. Así que había, por un lado, miedo a esa masa de argelinos y un poco de pesar porque se hablaba de que había habido muchos muertos. Esto explica la parálisis de la opinión.
Vi la horrible escena en los Grands Boulevards. Me lo advirtieron y fue absolutamente horrible: es un recuerdo que nunca olvidaré. Además, llovía, lo que le daba un aspecto aún más tétrico. No había coches en los Grandes Bulevares, el tráfico fue bloqueado. Eran las 11:00 de la noche y la masacre ya se había producido. El Boulevard estaba inundado, lúgubre, negro; ni coches, ni ruido: silencio total. Y los montículos de argelinos —y no hay otra palabra para ello— cada 50 metros ante los portales. No sabías quién estaba muerto. Había sangre. No se movieron, no gritaron, no dijeron nada. Montículos de argelinos en la oscuridad, y compañías de CRS, garrote en mano, que ya no golpeaban a nadie, que caminaban de un lado a otro. Lo peor estaba frente a las oficinas de L’Humanité, en el boulevard Poissonière, su postigo de hierro bajado y frente a él una masa de argelinos, heridos o muertos, que sangraban y estaban allí, frente al postigo cerrado: una imagen como esta es inolvidable.
Hoy por fin hay una rehabilitación de la verdad, pero tuvimos que esperarla casi hasta el final del siglo. Todo tipo de comités han tratado de hacer algo. En muchas entrevistas se preguntó a los comunistas si es cierto que el portal de L’Humanité había permanecido cerrado para los manifestantes. Contestaron que así era, pero que no podían hacer otra cosa, que tenían que velar por la seguridad del periódico, etc. Siempre los mismos argumentos, es terrible.
Todo esto representa el inicio de la ruptura entre el mundo del trabajo y el PCF, el inicio de la decadencia de este último. Desde cierto punto de vista, la formación de los “cuadros” del 68 y la “nueva extrema izquierda” con los trotskistas, los maoístas y algunos de los ecologistas, todo lo que va más allá de los partidos tradicionales, en fin, buena parte de los militantes de hoy en la cincuentena, fueron politizados, radicalizados, revolucionados y desestalinizados gracias a su apoyo a la revolución argelina.
En 1962 la independencia de Argelia fue una gran alegría; Habíamos trabajado durante años para ello. No hubo manifestaciones de alegría en Francia. Fue difícil… Pero fue extraordinario para todos los militantes solidarios. Podías mirarte al espejo después de haber aportado si no una piedra, al menos un grano a esa independencia argelina. El combate había acabado en victoria y estábamos absolutamente felices.
Después hubo debates: ¿a qué nos va a llevar esto? Algunos estaban más confiados que otros, eran más optimistas. Pero nos dijimos: “Al menos el país es independiente, la causa por la cual la gente fue masacrada. La tortura ha acabado. Cualquiera que sea el régimen, el objetivo principal se ha logrado, los argelinos tienen su propia casa”.
Para terminar, me gustaría decir que hay que intentar comprender porque toda una generación mantiene vínculos especialmente estrechos con el pueblo argelino desde entonces. Si voy a Túnez, Marruecos o Albania no es lo mismo que cuando voy a Argelia. Hay algo ahí que permanece. Por eso somos muy exigentes si algo no va bien en Argelia. “No se merecen esto”, pensamos.
Notas
1. Josette Audin, viuda de Maurice Audin, profesor comunista argelino que fue detenido por paracaidistas franceses, torturado y ejecutado en secreto.
2. Fue condenado a dos años de prisión por insubordinación.
3. Maillot era un comunista argelino que fue asesinado mientras transportaba armas robadas al ejército francés. Iveton también era comunista, guillotinado después de un fallido acto de sabotaje.
4. Militante de extrema derecha, posteriormente cofundador del Frente Nacional. Fue asesinado en circunstancias misteriosas en 1978.
https://www.marxists.org/archive/krivine/1956/algeria.htm
Periodista. Es corresponsal político del diario francés Le Monde.
(1941-2022) militante y dirigente de la izquierda revolucionaria francesa, fue uno de los líderes de Mayo del 68 y co-fundador de la Liga Comunista Revolucionaria de Francia.
Fuente: Sinpermiso