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Covid-19: ¿Por qué Cuba es el único país de la región en tener sus propias vacunas?

Cuba aplicó más de 35 millones de vacunas producidas en su propio país. Más del 89 por ciento de la población, casi 10 millones de personas, ya completaron su esquema de inmunización contra el virus. A su vez, 6,2 millones ya recibieron una dosis de refuerzo. Abdala, uno de los desarrollos locales, fue el primer inmunógeno contra el Covid-19 América Latina y el Caribe. Autorizada el 9 de julio de 2021, el fármaco demostró una eficacia de un 92,28 por ciento en la prevención de la enfermedad sintomática. Como si fuera poco, las otras dos vacunas autorizadas también son cubanas: el Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos (Cecmed) avaló el uso de emergencia de las vacunas Soberana 02 y Soberana Plus el 20 de agosto de 2021. Dos dosis de Soberana 02 más una de Soberana Plus demostraron una eficacia de 91, 2 por ciento frente a la enfermedad sintomática. En febrero de 2022, Cuba ocupaba el tercer lugar del mundo en población vacunada con una sola dosis detrás de Emiratos Árabes Unidos y Portugal.

Desde el inicio de la pandemia provocada por el coronavirus, el derecho a la salud volvió a estar en el centro de la escena a través del reclamo por el acceso a un servicio universal, gratuito y de calidad. Esto se vio particularmente –y se sigue viendo– reflejado en el acceso a las vacunas. Las palabras soberanía y dependencia retumbaron en cada negociación con los laboratorios extranjeros y en cada discusión social. En este contexto, Cuba se convirtió en el primer (y por ahora el único) país de la región en formular y aplicar vacunas propias contra el Covid-19. De los cinco desarrollos que se efectuaron (Soberana 01, Soberana 02, Soberana Plus, Mambisa y Abdala), tres quedaron seleccionadas para inocular a la población local.

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El primer caso detectado en la isla fue el 11 de marzo de 2020; seis meses después, ya se estaba desarrollando la fase uno de testeos de la Soberana 01 y a mitad de 2021 la inoculación masiva era un hecho. ¿Cómo puede ser que una isla tan chiquita, asediada por un bloqueo que lleva más de 60 años, tenga sus propias vacunas en 13 meses?

Un proyecto social para la biotecnología

Con el triunfo de la revolución cubana en 1959, Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara fueron los artífices de pensar el sentido de la ciencia y la tecnología dentro del socialismo. Cómo, para qué y para quién se transformaron en las preguntas claves a responder. Así, el rol social que adquirieron le permitió al país lograr distintos desarrollos destinados a la salud. El Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC) fue fundado en 1965 y a partir de la década del 80’ emergió con fuerza la biotecnología a través de la creación de institutos y centros de investigaciones. Mediante la integración de biotecnología con industria y salud, Cuba logró la primera vacuna en el mundo contra la meningitis meningocócica tipo B.

Desde 2012, la industria biotecnológica de Cuba se desarrolla bajo el ala de BioCubaFarma. Esta organización agrupa a 32 empresas, suministra más de 800 productos al sistema de salud, produce ocho de las diez vacunas que se utilizan anualmente y exporta a más de 50 países. Miguel Díaz-Canel Bermúdez, presidente cubano, sostiene en la revista Anales de la Academia de Ciencias de Cuba que lo que explica el desarrollo de la biotecnología y su contribución al sistema de salud no se reduce a buenas intenciones y excelentes profesionales.

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“La política histórica de la Revolución orientada a fortalecer el sistema de salud público, gratuito y de calidad, y la conducción política de esa industria, en particular el liderazgo de Fidel, han sido determinantes. Los valores dominantes en esos profesionales también son expresión del modelo social cubano, socialista y solidario. Lo mejor de la política cubana de ciencia y tecnología han sido los valores sociales que la han guiado, en particular el interés por poner el conocimiento al servicio de las demandas del desarrollo y la satisfacción de las necesidades humanas básicas de toda la población”, afirma Díaz-Canel. De esta manera, orientados por un interés social, ciencia, tecnología e innovación son elementos claves para el desarrollo económico y social cubano.
Salud, ciencia y Estado

A nivel mundial, la industria farmacéutica y médica, en manos de un pequeño grupo de corporaciones transnacionales, define su agenda de investigación y desarrollo en base a objetivos de rentabilidad. Tal es así que en 1990, la Comisión para la Investigación en Salud y el Desarrollo identificó la brecha 10/90: el 90 por ciento de los esfuerzos y recursos destinados a la investigación biomédica se destinan a problemas que afectan solamente al diez por ciento de las prioridades en salud pública a nivel global. A su vez, solo se destina el diez por ciento de dichos recursos de investigación a solucionar problemas de salud que afectan al 90 por ciento de la población mundial. Esto significa que la mayoría de la investigación está destinada a las poblaciones de un puñado de países industrializados.

A diferencia de lo que sucede en otras latitudes, la medicina cubana está basada en la atención primaria y la prevención. Según datos del Banco Mundial, el país caribeño cuenta con la tasa más alta de médicos en el mundo: cada 1000 habitantes hay 8,4 profesionales de la salud. Este número supera ampliamente a promedios como los de Estados Unidos (2,5), Rusia (4,4), China (2,0) y la Unión Europea (4,9). En este contexto, Cuba dedica el 27,5 por ciento de su presupuesto a salud y asistencia social.

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En síntesis, se puede responder que Cuba fue el primer país, y por ahora el único, en desarrollar sus propias vacunas contra el coronavirus porque la ciencia y la tecnología se inscriben en un proyecto estatal y un modelo social que lleva más de 60 años. Bajo esta premisa, la investigación y la innovación están al servicio de las propias necesidades de la población, lo que llevó a la isla a contar con un acervo biotecnológico que, en 13 meses, le dio la posibilidad de obtener su propio inmunizador contra el Sars-Cov-2. Esta política le permitió, en definitiva, gozar de soberanía y autoabastecimiento en un contexto pandémico signado en particular por el bloqueo estadounidense.

Universidad Nacional de Quilmes

Fuente: Nodal

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