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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

Invisibles para el Gobierno, parte del paisaje para los demás

Salen a cartonear, barren las veredas para que les tiren un mango. En la Ciudad de Buenos Aires más de 2.500 personas no tienen dónde vivir, según datos oficiales. Para las organizaciones sociales, el número es mucho mayor: hablan de más de 7 mil. Paradójicamente, hay más de 130 mil viviendas vacías. ¿Qué hace el Estado por estas personas? ¿Cómo es dormir en la calle? ¿Cómo las trata la Policía?

   

Corrientes y Uruguay. Junto a la estación de la línea B del subte cada tanto puede verse a algún turista sentado entre los personajes de Borges y Álvarez, encarnados por Olmedo y Portales, en la famosa estatua de la esquina, a pocas calles del Obelisco. El flujo de personas es alto en horario de oficina y en las noches de teatro. En esta esquina hay dos bancos enfrentados: el Francés y el Ciudad. En uno está sentado Palo Santo que, entre pasos agitados a su alrededor, cada tanto grita:

—¿Nadie me escucha?

Está acompañado de Jaqui, su mejor amiga, una perra a la que cuida todos los días. Es de una vecina de la zona que se la confía para pasearla y alimentarla. 

“Hará 11 años que estoy en situación de calle. El 2012 ya lo pasé entero así. Antes ya conocía la calle porque paraba por acá con unos chicos, me gustaba. Pero es distinta la calle cuando vivís en una casa y salís temporalmente, cuando después tenés dónde recomponerte, bañarte y dormir bien”, detalla. 

Le dicen Palo Santo porque pasó mucho tiempo vendiendo ese incienso en la zona. Ahora todo el mundo lo conoce. Lo vendía al lado del Teatro San Martín y, pese a los intentos, la policía no lograba llevarlo detenido.  

“Trabajaba 12 horas por día, una de viaje. Había muerto mi viejo hacía poco. Laburaba mucho, me evadía de estar. Un día me ocuparon el departamento. Me salió un dinero y tardé varios meses en recuperarlo”, cuenta. Con el tiempo terminó vendiendo la casa. “Pero la vendí mal y quedé en situación de calle plena”. No le alcanzaba para tener de nuevo un lugar donde vivir. Empezó a dormir en la guardia del Hospital Argerich, entre la sangre, el vómito y los baleados. 

Con más de 50 años, Palo Santo hoy no tiene un colchón donde dormir. Tenía, pero se lo sacó personal de Espacio Público de la Ciudad. Su día a día es salir a pedir ayuda. Su pelo largo le cubre la cara cuando no se siente cómodo en esa situación. Elige hacerlo en las puertas de los bancos. “Pido en bancos porque somos el daño colateral de un sistema capitalista furioso que genera mucho daño. Y un poco la piloteo”, dice. “He visto muertos, gente que no es llevada al hospital porque es de la calle. Pasamos a ser descartables. ¿Sabés cuántos jueces y abogados pasan por acá todos los días?”, pregunta y señala al edificio de Tribunales, “¿No me escuchan gritar?”.

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Es mi segundo encuentro con Palo Santo. Nos alejamos una cuadra de la zona en la que suele sentarse. Quiere sentirse más tranquilo para hablar. Jaqui camina atrás y obedece todo lo que él le dice. No cruza la calle hasta que él se lo indica. 

“A la gente de la calle le dicen nómada, porque tenés que vivir viajando, mudándote constantemente”, dice. “Es difícil no tener problemas en la calle viviendo en un lugar fijo. Cuando llegás, tenés un tiempo de shock, estás fuera de eje, ya no tenés casa, tele, nada de lo que tenías antes. No podés proyectar ni pensar nada más que en hoy. Capaz a la mañana vas a desayunar allá, hacés una hora de fila, después otra más para bañarte. A las 11 tenés que estar en Palermo, vas caminando, llegás para comer y tenés que volver caminando. Y en eso se te va el día. Terminás comiendo pan y facturas y esa va a ser tu dieta durante años”, cuenta. 

***

Entre el 8 y el 15 de mayo de 2017 organizaciones sociales y políticas, junto con el Ministerio Público de la Defensa, el Consejo de Organizaciones de la Defensoría del Pueblo y la Presidencia de la Auditoría General, hicieron el primer censo popular de personas en situación de calle. En ese relevamiento se contabilizaron 4.413 personas que viven en las calles de la Ciudad, de las que 3.789 eran adultos y 624 niñxs y adolescentes. 

En 2019, con más de 500 voluntaries, fue la segunda edición. Encontraron 7.251 personas, de las que 5.412 no tenían acceso a centros de integración ni establecimientos con convenio con el Gobierno de la Ciudad. Es decir, 5.412 dormían en la calle. 

En mayo de 2021 el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires hizo un nuevo relevamiento. Contabilizó 2.573 personas, de las cuales 1.605 estarían en CIS y 968 en la calle. 

Desde las organizaciones sociales encargadas del censo popular recordaron que en diciembre de 2020 se firmó un acuerdo para la conformación de una mesa de trabajo para el desarrollo de la metodología del censo anual y para el diseño de políticas públicas para el sector. Pero el Gobierno de la Ciudad eligió unilateralmente la fecha y los términos del nuevo censo. Las organizaciones sociales denuncian un subregistro de la población en situación de calle.

Horacio Ávila es coordinador de Proyecto 7. Cuenta que “el conteo se hizo cuando estaba la reducción de horario y se podía circular hasta las 20”. “El Gobierno de la Ciudad arrancó después de las 19. La gente que estaba en la calle se fue escondiendo para evitar problemas con la policía por estar en el espacio público”. La metodología consistió en 4 horas de recorrido por la Ciudad, con pocos móviles y poco personal. 

Pese a la situación de emergencia habitacional, en el presupuesto 2021 de la Ciudad no se contempló ningún aumento para la problemática de vivienda, según el informe “Derecho a la vivienda en CABA. Baja presupuestaria para el déficit habitacional”, realizado por la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ). La meta se mantuvo fija en la asistencia de 19.600 familias con subsidios habitacionales. El monto del presupuesto en función vivienda – explica el informe – se viene reduciendo de manera constante desde hace cuatro años. En el presupuesto 2021, ya representaba una reducción del 17 por ciento comparado con el año anterior. 

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Una ciudad de viviendas vacías 

Según un informe del Instituto de Vivienda de la Ciudad de Buenos Aires, en 2019 se registraron 138.328 viviendas ociosas. Lo que significa que más del 9,2 por ciento del total de las viviendas de la Ciudad están vacías. El número surge de un análisis del consumo de electricidad domiciliaria a través de datos aportados por el Ente Nacional Regulador de Electricidad (ENRE) en 2017. 

De acuerdo a un informe del CELS, entre 2005 y 2018 se construyeron más de 195 mil viviendas. El 50 por ciento son viviendas lujosas, de acuerdo a datos de la Dirección General de Estadísticas y Censos. Esto, explica el CELS, se contradice con las necesidades de una ciudad donde – hacia 2019 – más de 300 mil personas vivían en villas y asentamientos y donde el censo popular indicaba más de 7 mil personas en situación de calle. 

Estar en la calle no es delito 

“Hay algunas personas buenas en la policía, pero trabajan como institución. Así como muchos me han pegado, hay algunos que me han ayudado. Acá había uno que me amenazaba permanentemente. Pero yo no tengo por qué irme de la esquina. Hoy ya no me molesta, lo cansé”, cuenta Palo Santo. “Acá (en cercanías al Obelisco) me pegaron una sola vez. Yo soy una pesadilla para ellos, porque como no cometo ningún delito, si me viene a echar un policía me pongo a gritar y la gente se pone de mi lado”, dice.

Como la violencia institucional es constante, elige manejarse por la avenida, en particular por las zonas en las que sabe que hay cámaras y se siente más a resguardo. Pero sabe que la policía conoce las partes a las que las cámaras no llegan y “te llevan ahí”. 

“Conozco gente muerta por ataques de vecinos. Vos podés estar durmiendo y capaz te cae algo. Acá a la vuelta nos han tirado botellas con agua para que pese. Me he despertado con dos palos de escoba cortados filosos apuntándome acá (se señala la mitad del cuello), para robarme un celular viejito que tenía”, recuerda. 

¿Quedate en casa?

“Creo que tuvimos un Dios aparte”, dice Alejandro mientras acomoda las cajas que tiene detrás, cuando piensa por qué cree que no tuvo Covid-19, pese a la imposibilidad de hacer aislamiento.

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Él, su pareja y su hijo de 4 viven desde hace dos años en uno de los costados del Centro Cultural San Martín. Se quedaron en la calle cuando se vendió la casa donde alquilaban y fueron desalojados. Perdieron papeles, ropa y casi todo lo que tenían. 

“La ciudad nunca nos dio bola. Estamos de un lado para otro porque viene Espacio Público, te echa, te saca las cosas, te las tira. Nosotros teníamos colchón, los vecinos nos habían dado frazadas. Nos sacaron todo. Mirá cómo estamos durmiendo ahora – dice y señala la frazada que forma una cama sobre los cartones que la aíslan del piso –”. 

“Lo que nos dicen es que en la calle no podemos estar. Vienen con camionetas, móviles, policías, te cagan a palos, suben todo a un camión, lo aplastan y se lo llevan. Además, a veces, a la mañana, la policía pasa y empieza a golpear la pared con un palo y a decirnos que nos tenemos que levantar, como un régimen militar”, detalla. 

Alejandro y su familia buscan recuperar el subsidio habitacional. Luego de pasar la pandemia en la calle y en soledad, el Gobierno de la Ciudad volvió a acercarse a ellos, pidiendo nuevamente una serie de documentos y trámites que ya habían sido entregados.

“Mientras resuelven lo burocrático no nos dan ninguna alternativa, solamente llevarnos a un parador. Pero no queremos porque parece una comisaría. Juntan a toda la gente de la calle y la amontonan ahí. Y ahí adentro la gente se pelea, te roban. Y a nosotros además nos separan, porque separan los paradores por hombres y mujeres, aunque seamos una familia”, dice.

Para ellos, las noches no son para dormir. Ante el temor de que pase algo duermen recién cuando el sol sale y la ciudad empieza a mostrar más movimiento. Cuando se siente una mayor seguridad. El miedo es al daño, pero también al robo de lo poco que tienen, sea por parte de otros o del propio Estado. 

“Cuando teníamos colchón fue porque vino un vecino y nos regaló uno limpio, nuevo. Cayó Espacio Público y nos lo sacó. Lo que hacen es que vienen ahora, con la policía, te piden los datos y te dicen que te vayas. Vienen con mangueras, mojan todo, te levantan todo, lo tiran al camión y lo aplastan, no te dejan quedarte nada. Algunas veces te dejan sacar alguna cosa, pero siempre perdemos algo. Teníamos unas zapatillas y ahora tenemos una menos. Teníamos medias y ahora no tenemos. El otro día nos fuimos a bañar y teníamos los bolsones (de cartón) llenos para cobrar y nos los sacaron, por lo que no pudimos cobrar y pasamos hambre”, dice.

¿Cómo sobreviven? Gracias a los vecinos. “Nos ayudan cuando pueden, que no es todos los días. Nosotros acá cuidamos, tenemos limpio”, cuenta Alejandro mientras su pareja empieza a juntar las cajas para guardarlas en el bolsón y salir a buscar supervivencia. 

Fuente: cosecha roja

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