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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

¡Papá Ubú ha vuelto!

¡Mierda! Papá Ubú ha vuelto, acompañado de Mamá Ubú, sus palotines, sus maestres de la Orden de la Panza, de sus directores de protocolo de Finanza, todos dispuestos a lavarnos el cerebro antes de hacernos caer en la trampa. Estamos en 2022, muchos años después de su primera aparición (1896), pero está de nuevo entre nosotros, en Francia, en Europa y en todo el mundo.

¿Hemos llegado, como sugiere la escritora Leslie Kaplan, a la “última etapa, la etapa grotesca del capitalismo”? Estos Ubús del siglo XXI, se llamen Trump, Putin, Bolsonaro, Erdogan, Modi, Salvini, Orban o Bugrelao, han brotado como tantos hongos venenosos tras una lluvia ácida. Otros, como la Madre Ubú-Marina y sus equivalentes en Alemania, Portugal, España, Italia, Grecia y otros lugares, aún no están en el poder, pero sueñan con obtenerlo pronto. Sus gesticulaciones tienen esa dimensión ridícula, grotesca, bufonesca, farsante, pero a la vez asesina de su ilustre antepasado inventado por Alfred Jarry. A estos personajes podemos añadir los Ubús uniformados que dominan Birmania y Sudán, los Ubús vestidos de clérigos, que rigen Irán y Arabia Saudí, y los Ubús-reyes que reinan sobre Tailandia y los Emiratos Árabes Unidos.  Podríamos ampliar la lista, que incluye un bestiario tan variado como monstruoso.

En Europa, las referencias explícitas o implícitas, visibles o discretamente ocultas, declaradas o no reconocidas, de estos personajes con la panza demasiado oronda, son los regímenes ubuscuos de los años 1920-45: Antonio de Oliveira Salazar, Benito Mussolini, Francisco Franco, el Mariscal Petain, Adolf Hitler. Son nostálgicos del fascismo, aunque, muy a su pesar, no disponen de los mismos medios que sus antepasados ​​asesinos.

Los Papás Ubús de nuestro tiempo pertenecen, en la mayoría de los casos, a lo que podría llamarse neofascismo. El neofascismo comparte varios aspectos importantes con el fascismo clásico: autoritarismo, limitación y/o supresión de las libertades democráticas, culto al líder, nacionalismo reaccionario, xenofobia, racismo, persecución de los chivos expiatorios (musulmanes, judíos, gitanos, inmigrantes, etc.). Pero el neofascismo no es una repetición del fascismo de la década de 1930: no hay tropas de choque, no (aún) estado totalitario, no hay genocidio de “cuerpos extraños”. Y, sobre todo, nada de política económica corporativista: el neofascismo es más bien favorable al capitalismo neoliberal, en su versión “nacional”.

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Los surrealistas siempre han luchado activamente contra el fascismo: una foto del 12 de febrero de 1934 muestra a André Breton y Paul Eluard en la primera fila de la manifestación del Comité de Vigilancia de los intelectuales antifascistas. Yves Tanguy también estuvo presente y resultó lesionado en un enfrentamiento con los fascistas. En 1936 denunciaban los surrealistas, en un folleto titulado “¿Neutralidad? ¡Tonterías, crimen y traición!” la política “neutral” de Francia en la guerra civil en España; el panfleto prevé, con intuición visionaria, que ya ha comenzado la aplicación del “plan fascista para la hegemonía mundial”. (Nadeau, p. 349) Al mismo tiempo, Benjamin Péret parte hacia Barcelona y se enrola para luchar contra el fascismo, arma en mano, en la Columna Durruti. Unos años más tarde, bajo la ocupación nazi,los surrealistas participan en la Resistencia con la publicación La main à plume (“Con la pluma en la mano”).

Todo se oponía al movimiento surrealista, partidario del sabotaje del trabajo asalariado, y convencido de que “todos los medios son buenos para arruinar las ideas de familia, patria, religión” (Breton, Segundo Manifiesto) al fascismo, cuyo lema, bajo el reinado del Mariscal Ubú, era, como sabemos, “Trabajo, Familia, Patria”. Si los surrealistas son, como afirmaba Walter Benjamin, los herederos de la idea radical de la libertad proclamada por Bakunin, no tenían más remedio que enfrentarse, con la pluma o con la pistola, al fascismo, ese siniestro reino de la no libertad, donde las mordazas no son solo para los perros.

Hoy, el nacionalismo, el racismo, el fanatismo religioso -esas tres tetas del neofascismo contemporáneo- se extienden por el planeta como una epidemia mortal, con el apoyo, o la complicidad, de las Aspiradoras Financieras del Capital y de las Máquinas para Descerebrar de los medios. Ante esta ola parda, nauseabunda e insidiosa, nuestras consignas son, una vez más y para siempre: ¡No Pasaran! ¡Los Papás Ubús y sus palotines al hoyo!

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Fuente; Sin Permiso

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