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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

Milei y su peluca

El principal problema de Milei es su peluca. Lo maneja en contra de su voluntad. Le hace decir cosas horribles, lo obliga gritar como un energúmeno, a gesticular como un loco. A la vez, le da cierto aire de rockstar de los ‘70, una especie de rebelde armado en los estudios de una discográfica norteamericana.

El caso es que el ‘verdadero’ Milei sufre. Cuando llega la noche y se mira en el espejo, al fin sin peluca, libera su angustia y llora, avergonzado y arrepentido.

La peluca lo contradice de modo grotesco, acaso para convertirlo en lo que no es, acaso para humillarlo y demostrarle quién manda. Es un tironeo constante.

Él dice: “Hay que construir una nueva política” e inmediatamente la peluca lo obliga a declarar: “El mejor gobierno de la historia argentina fue el del Menem y el mejor ministro de Economía fue Cavallo”.

Él propone: “Hay que acabar con la casta política” y la peluca le impone una rápida rectificación: “Macri no es de la casta política, Patricia Bullrich tampoco es de la casta política”.

Él asegura que hay que reducir el gasto de los políticos y la peluca le impone la voluntad de ir a eventos partidarios con pasajes del Congreso.

Él afirma: “Estoy en contra de cualquier forma de autoritarismo y de cualquier modo de violencia” y la peluca lo obliga a reivindicar a Antonio Bussi. Es más, en el pasado, hasta lo impulsó a ser ñoqui de ese genocida, cuando era diputado nacional.

Milei proclama: “Los liberales respetamos la diversidad” y la peluca lo contradice: “El lenguaje inclusivo y la ideología de género destruyen los valores de la sociedad”.

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Él enfatiza: “Hay que ser racional y no agredir a nadie” y la peluca lo obliga a vociferar: “Odio a los zurdos de mierda”.

Él afirma que sus fundamentos son científicos y la peluca lo manipula para que niegue el cambio climático y asegure que todo es un invento del comunismo.

Y así todo el tiempo. Él quiere decir algo coherente y la peluca lo arruina enseguida.

Claro, con un amor cargado de odio, ella lo hace famoso, lo convierte en tendencia en las redes, en carne de meme. Lo vulnera, también, lo expone demasiado, hasta la ridiculez.

Los gerentes de la derecha lo miran con desconfianza. Les ha servido para manipular la agenda, para que se digan ciertas cosas, para elevar el nivel de hostilidad contra grupos opositores y sectores que se resisten al ajuste. Ahora, les preocupa que finalmente llegue. Saben que no duraría dos meses en la Casa Rosada. Macri y Larreta son más confiables, más previsibles.

La peluca lo sabe, entiende todo, y eso incrementa su furia. Y la penuria del pelado Milei, que, a esta altura, quisiera abandonar la función y escaparse del circo. Sin embargo, no puede. Está condenado a ser esa contradicción en dos patas encaminada al fracaso. Porque habrá violencia, pero, al final, habrá fracaso.

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