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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

Hebe de Bonafini: Hasta la victoria siempre!

El mismo año que ingresé a la Facultad de Psicología (UBA) tuve mi primer empleo, trabajaba de 8 a 17 y luego iba a la Universidad. Era 1976 un año fatídico para Argentina. Comenzaba la dictadura del general Videla que desaparecería 30.000 personas y muchas más irían al exilio. El país conocería cientos de campos de concentración, tortura y exterminio. Para deshacerse de los cuerpos en muchos casos los arrojaron vivos desde aviones de la Marina al Río de la Plata, hasta llegaron a secuestran niños juntos con sus padres, la cifra supera los 500. Lo del empleo viene a cuento por lo siguiente. Trabajaba como cadete de una empresa, lo que implica que me mandaban a realizar trámites de acá para allá. Sabíamos lo que estaba ocurriendo con los Grupos de Tarea que “chupaban” personas. En uno de esos viajes al centro un día jueves de fines de 1977, al cruzar la Plaza de Mayo vi por primera vez a un grupo de mujeres que tenía su cabeza cubierta por un pañuelo blanco y daban vueltas a la Pirámide ubicada en Plaza de Mayo. La mayoría de los transeúntes hacían como que no las veían y se alejaban rápidamente, algunos se quedaban parados mirando a cierta distancia. Ya había escuchado de esas Madres desesperadas que buscaban a sus hijos desaparecidos por el terrorismo de Estado. Habían agotado todos los canales de búsqueda posible: comisarias, cuarteles, iglesias. Solo obtenían silencios, rechazos, burlas, incluso insultos y recriminaciones “por malas madres”. Sin pensarlo bien me acerqué y quise unirme a su ronda de esas mujeres solas. Inmediatamente una de ellas me saca de la ronda y me dice muy enfática: “No! Andate de acá queridito! Andate que nos están vigilando con cámaras! Andate!”. Le hice caso y me alejé. En la escalinata de la Catedral gire para mirarlas.

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            Años después, la Guerra de Malvinas hizo saltar por el aire las pretensiones de los milicos de quedarse for ever and ever en el poder. Hicimos cientos de marchas pidiendo por los desaparecidos con una consigna clara: “con vida los llevaron/ con vida los queremos”. En esas concentraciones multitudinarias una de las voces más contundentes y claras era la de Hebe de Bonafini, una de las fundadoras del movimiento de Madres de Plaza de Mayo. Luego, durante varios años tuve el placer de ser profesor titular en la Universidad Popular de Madres de Plaza de Mayo. Allí funde la catedra “Imaginario Étnico, Memoria y Resistencia” investigando sobre genocidio indígena. Tuve oportunidad de conocer de cerca a Hebe. Ella era tal cual. Confieso que por distintos temas tuvimos profundos encontronazos. Numerosos compañeros entre los que me encuentro siempre pensamos que un movimiento de DDHH como Madres no debía incorporarse a un partido político. Ella lo hizo con uñas y dientes del mismo modo que lo había hecho enfrentando a la Dictadura. Así se distanció del Maestro Bayer. En ese momento renuncié, pero eso no quita que siempre tuve y tengo muy presente su extraordinaria valentía de afrontar lo que fuera. Sus vehementes discursos improvisados en los actos masivos hacían arder los corazones e invitaban a sueños plenos de justicia. Con sus 93 años y con sus achaques de salud al igual que otras Madres como actualmente Norita Cortiñas siguió yendo a la Plaza de Mayo a la ronda de cada jueves.

            La pérdida de una luchadora como Hebe con su ir hacia adelante es uno de esos golpes fuertes, tremendos. “Hay golpes en la vida tan fuertes…yo no sé” dice con razón el poeta César Vallejo. Con su fallecimiento también se va una época. Como diría Galeano “los trabajos y los días” me impidieron de participar de todos los jueves como hubiese querido. La foto que acompaña esta nota es de cuando se hizo el juicio público a Martínez de Hoz en Plaza de Mayo y me tocó ser uno de los cuatro que testificamos en su contra. Vemos a Eduardo Barcesat y otros compañeros y en el centro presidiendo el juicio ¡Hebe! Ahora más que nunca a seguir como siempre, porque es lento, pero viene…

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