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Postales de Alemania!!! El Gran Barril del Principe

En Heidelberg a cierta altura de un cerro existe un castillo que comenzó a construirse en 1214. Para acceder es necesario subir una cuesta considerable que de alguna manera nos retrotrae al agrimensor de Kafka que nunca llega a la cima que habita el Señor del Castillo. Cuenta con puentes levadizos, torres almenadas, fosos, macizos portones de ingreso e incluso las clásicas puertas de rejas de gruesos hierros diseñados para clavarse en el suelo impidiendo el paso, eso sí es reservarse el derecho de admisión. Sin embargo y pese a semejante despliegue de estructuras defensivas y su aspecto inexpugnable, el castillo cayó en manos enemigas más de una vez dando la razón al adagio que afirma: “si altas son las torres: el valor que las escala es alto”. Se trata de una de las construcciones más importantes del sur de Alemania y a lo largo de los siglos fue habitado por más de un príncipe elector que desde allí dominaba la ciudad que se encuentra a sus pies y el paso de naves sobre el río Nekar ya próximo a su desembocadura en el Rín. Dada su altura fue víctima de varios rayos que causaron destrucciones e incendios considerables dejando sectores en ruinas. En distintos frentes y habitaciones los maestros de la masonería que lo diseñaron dejaron sus firmas indelebles y así más de una vez nos sorprenden en portales y pasadizos sus clásicas escuadras y compases con las que idearon poderosos palacios e increíbles catedrales para asombro de los tiempos.

            Una curiosidad. En su interior, bien protegido existe un gran tonel que llegó a albergar más de doscientos mil litros de vino que los siervos de la gleba entregaban puntualmente como diezmo. La violenta miseria cotidiana de una sociedad de castas fue casi tan inexpugnable como las piedras del castillo. Al Großes Fass se lo considera el barril más grande del mundo y su guardián era el enano Perkeo, que además de copero real también era bufón, se ve que al igual que hoy en día muchos necesitaban más de un empleo… De un lazo que cruza su indumentaria cuelga la enorme llave de la entrada de la que no se desprendía ni siquiera para dormir. Una leyenda asegura que durante toda su vida el vino fue su única bebida. La dimensión del barril es de tal magnitud que ninguna foto le hace justicia, de hecho, en la parte superior existe una pista de baile, lo que evidencia que no todo era pulsión de muerte para quienes habitaban el palacio. Afuera, claro está, el cantar era otro.

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