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Argentina: Mekorot, el agua, el apartheid y el “blanqueo” de Israel

Cuando nos dicen que “Israel convirtió el desierto en un vergel”, nos están contando la mitad exitosa de la historia.

Por la simple razón que no nos dicen a qué costo, humano y material, que en ese camino hay víctimas, hay desposeídos, hay robo, y que lo que ha sido un logro para uno, ha significado el dolor recurrente para otros, para los invisibilizados, para los palestinos, parias en su propia tierra.

Detrás de todo el festival de acuerdos argentino-israelíes en materia que van desde la compra de  lanchas patrulleras de litoral por las que se pagó una cifra estratosférica, omitiendo que en Argentina podían ser construidas por menos de la mitad de su valor, la compra a ese país de sistemas de espionaje, el adiestramiento de fuerzas policiales de élite en Israel y más recientemente, los acuerdos que varias provincias firmaron con la empresa israelí de aguas, Mekorot, marcan una impronta que poco tiene que ver con la recurrente frase que dice relación con la “defensa irrestricta de los DDHH”, que el gobierno y el estado argentino han levantado –desde el retorno a la democracia- como bandera irrenunciable.

Es decir, hemos podido ver a un conspicuo Ministro de Estado ofendido e indignándose por no ser invitado al encuentro del Presidente Lula da Silva en Buenos Aires con los organismos de Derechos Humanos, pero que no demostró ningún reparo a la hora de visitar Israel encabezando una delegación que incluyó parlamentarios y gobernadores (peronistas algunos) que concurrieron dichosos a firmar acuerdos y convenios a un país cuyo régimen ha sido catalogado certeramente como Apartheid por organismos como Amnistía Internacional, Human Rights Watch, B´tselem y otros. O sea, la selectividad a la hora de juzgar, ha quedado tristemente de manifiesto. Como si ponerse del lado del opresor en lugar que hacerlo del lado de la víctima, pudiera aceptar excepciones, en este caso Israel.

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Ya en el año 2014, cuando el entonces gobierno de la provincia de Buenos Aires había anunciado la llegada inminente de Mekorot a la Argentina, la entonces Federación de Entidades Argentino-Palestinas y con su Presidenta, Tilda Rabi acompañada por diversos movimientos políticos, logramos desbaratar el proyecto de manejo de los recursos hídricos, basados en estudios de especialistas que denunciaron, además, que la instalación de la empresa israelí en la PBA, conllevaría a un aumento instantáneo de a lo menos un 30% de incremento en las facturas de agua para los hogares bonaerenses. Criteriosamente, el ex Gobernador Scioli comprendió las consecuencias de insistir en el proyecto, y lo canceló en base a los sólidos argumentos políticos y técnicos. Recordemos de paso que hoy, Mekorot está en el listado del Consejo de DDHH de la ONU de 112 empresas israelíes y extranjeras denunciadas por favorecer, promover y financiar la ocupación israelí del territorio palestino a través de nuevas colonias, todas ilegales a los ojos de la ley internacional.

La pregunta que surge entonces es: ¿existe un modelo de apartheid de primera clase y uno de segunda que puede ser tolerable  y ante el cual hacer la vista gorda? Porque la definición universal de ese modelo de opresión, catalogado como un crimen de lesa humanidad en todos sus niveles no deja lugar a dudas. E Israel es, sin duda, un régimen de apartheid sin atenuantes,  punto.

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La soberanía del valle del Jordán es uno de los puntos de mayor desacuerdo en las negociaciones de paz entre palestinos e israelíes.

La soberanía del valle del Jordán es uno de los puntos de mayor desacuerdo en las negociaciones de paz entre palestinos e israelíes.

Son extensos los informes que nos cuentan sobre lo que significa Mekorot, la empresa estatal israelí de aguas. La apropiación del 82% de los recursos hídricos palestinos tan certeramente denunciado por los informes de 2009 y 2017 de Amnistía Internacional, institución a la que no se podrá calificar de “antisemita” y que no deja lugar a dudas sobre el robo de aguas palestinas por parte de Israel. Porque el solo hecho de que los colonos reciban 446 litros de agua por día y por persona y un palestino reciba 45 litros por día y por persona, retrata a las claras cuán es el espíritu de la empresa, como ejecutora de los proyectos gubernamentales israelíes para continuar con un proceso de limpieza étnica del territorio que comenzara en 1948 y que continúa hasta nuestros días, a vista y paciencia de una comunidad internacional co-responsable y cómplice del origen y las consecuencias de la ocupación, salvo honrosas excepciones- e  incapaz de dar una respuesta clara a las prácticas israelíes.

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Y mientras esa realidad exista, existirá Mekorot como uno de los tentáculos del pulpo. Vendida inteligentemente por Israel y comprada desaprensivamente por quienes desdicen en la práctica los enunciados de un discurso que dice representarlos en materia de Derechos Humanos, pero que en la realidad hoy los interpela merced a acuerdos que se contradicen con la letra y el espíritu de todo aquello que dicen defender y que de manera procaz los coloca del lado del victimario y no de la víctima, normaliza una situación que no es normal en tanto y en cuanto convalida en los hechos una práctica anormal que atenta y suprime los derechos inalienables de un pueblo que, como el palestino, tiene derecho a existir, a proclamar un estado soberano en su tierra y a vivir como cualquier otro país.

Palestina espera respuestas, no complicidades con su opresor. La historia colocará en su lugar a todo aquel que hizo y al que dejó de hacer, a aquellos que se hicieron cómplices de las aberraciones de la ocupación por acción u omisión.

Quienes condenaron las prácticas racistas y de apartheid del gobierno sudafricano en contra de la mayoría negra no pueden no-condenar las prácticas racistas y de apartheid del Estado de Israel en contra del pueblo del Estado de Palestina. Pero no tengo dudas de que, así como en Sudáfrica, gracias a la presión y al boicot de los pueblos, en Sudáfrica fue derrotado un modelo que durante siglos oprimió, persiguió y asesinó a tantos, por el solo hecho de no ser blancos. Así como hoy se oprime, se persigue y se asesina a un pueblo por el solo hecho de ser palestino.

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La historia la hacen los pueblos, y serán ellos quienes tengan la última palabra. Palestina vencerá.

Rafael Araya Masry es Presidente de la COPLAC, Confederación Palestina Latinoamericana y del Caribe, miembro del Consejo Nacional Palestino y miembro del Consejo Central de la Organización para la Liberación de Palestina.

Fuente: Noticias PIA.

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