“La revolución será el florecimiento de la humanidad, como el amor es el florecimiento del corazón”.
Louise Michel (1830-1905).
Nuestra agrupación se llama Comuna Docente en homenaje y memoria al espíritu insumiso de las mujeres y los hombres de la Comuna de París. En el mes en donde recordamos las luchas de las mujeres, rescatamos en especial la figura de la docente Louise Michel y su valentía para defender el ideario que le daba a la educación una jerarquía de primer orden para construir una sociedad más justa e igualitaria.
La famosa dirigente de la Comuna de París, Louise Michel, tuvo una excepcional educación en música, arte y literatura lo que le ayudó a conseguir trabajo en la docencia como institutriz y maestra de escuela primaria en París. Pero fue recién a los 41 años, en donde el contexto social la interpeló y la llevó a jugar un primerísimo rol en las jornadas revolucionarias.

Michel junto a otras y otros, estuvo esa madrugada del 18 de marzo de 1871 en las colinas de Montmartre cuando comenzó todo.
Francia estaba en medio de una profunda crisis social y económica. Había perdido la guerra y tenía a sus vencedores alemanes sitiando París. El gobierno francés, desde Versalles, ordena rendirse y sacarle los cañones al pueblo que había pagado de su propio bolsillo. Las clases altas están dispuestas a entregarse al nuevo amo, pero los de abajo deciden resistir.
La movilización se desata y el pueblo logra que los soldados y algunos oficiales, se nieguen a reprimir y se pasen a su bando. Es el primer paso de una gloriosa epopeya, a la semana nace La Comuna de París.
Obreros, artesanos, trabajadores y trabajadoras y demás sectores plebeyos de la sociedad, van a intentar construir una sociedad sin clases y sin Estado. En medio de una vida devastada y de los bombardeos incesantes del gobierno francés aliado a los alemanes, se van a permitir realizar la utopía de ser felices en libertad.
El geógrafo comunero Élisèe Reclus escribió que la Comuna había establecido para el futuro
“…una sociedad donde no hay amos por nacimiento, título o riqueza ni esclavos por orígenes, casta o salario. La palabra “comuna” se entendía por doquier en el sentido más amplio, como referencia a una nueva humanidad constituida por compañeros libres e iguales, ajenos a la existencia de viejos límites y prontos a ayudarse unos a los otros en paz, de uno a otro extremo de la tierra”[1]
Una nueva educación para una nueva sociedad
En abril de 1871, Louise Michel junto a otras mujeres integrantes de la Unión de Mujeres, fundan la Sociedad la Nueva Educación, con la intención de que la educación no sea gubernamental (el Estado estaba dominado por la burguesía aliada al Imperio) ni confesional. De manera más general participan en los debates múltiples redes: comités republicanos, clubes de trabajadores y trabajadoras, asociaciones femeninas, secciones de la Asociación Internacional de Trabajadores y logias masónicas republicanas.
Louise Michel, como educadora, antes de la revolución fundó varias escuelas libres por su negativa a prestar juramento al emperador Napoleón III para enseñar en una oficial. Su método de enseñanza estaba basado en la participación del alumnado y en la ausencia de castigos. Abogaba, además, porque las niñas recibieran la misma educación que los niños.
Ya instalada la Comuna, esta decretó la separación de Iglesia y Estado y expulsó a todos los religiosos de las aulas. Se quiso eliminar el dominio absoluto de la Iglesia católica sobre la escolarización en una ciudad donde un tercio de los niños iba a escuelas religiosas y el resto no iba a ningún tipo de escuela. Se instituyó la obligatoriedad de la educación gratuita, laica y pública, así como la apertura de guarderías en todos los barrios obreros, cerca de las fábricas, y la reorganización de las bibliotecas públicas.

El proyecto duró poco (toda la experiencia de la Comuna 72 días antes de ser ahogada en sangre) pero tendrá un gran impacto, ya que planteaban que la educación es el único medio de emancipación. Para las educadoras comuneras la única forma de no experimentar ningún tipo de sumisión es haber aprendido a ser libres desde la infancia a través del conocimiento.
Sébastien Faure recuerda de ella: “Louise Michel hablaba admirablemente. Su elocuencia era una amalgama de poesía, sentimentalismo y energía. Tenía, en grado máximo, el don de emocionar y de arrastrar; ejercía sobre la multitud una verdadera fascinación. Su frase era llena, armoniosa, simple y límpida. Sus imágenes eran de una variedad y riqueza sorprendentes; en la lírica, Louise alcanzaba las cumbres más elevadas. Sobresalía al dejar hablar a su corazón; lo abría, cada cual podía leer en él; lo entregaba a todos y he visto asambleas enteras sacudidas por una emoción tan irresistible, que lloraban, sollozaban, amaban, acariciaban, golpeaban, luchaban, desafiaban la muerte con esta incomparable representante de la Revolución”.
Michel
no tenía militancia política anterior a la Comuna, se fue radicalizando a
medida que se fue involucrando con los acontecimientos y abrazó las ideas
socialistas y anarquistas preponderantes entre los comuneros. Eso le valió la
cárcel y el exilio cuando fue deportada a la colonia francesa de Nueva
Caledonia, en donde, fiel a sus principios, le dio clases a los niños y adultos
indígenas analfabetos de la isla.
[1] Cit. En Kristin Ross: Lujo Comunal. El imaginario político de la Comuna de París, Madrid, Akal, 2016.