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Ana María Sosa la psicóloga social desaparecida

Ana María Sosa fue educadora y psicóloga social discípula de Enrique Pichón Rivière. Tenía 38 años de edad, era madre de tres hijos e integraba la conducción del Partido Comunista Revolucionario de Tucumán cuando fue secuestrada y desaparecida durante la última dictadura cívico-militar.

Memoria y olvidos de la Psicología Social

La Ana, como aún la llaman en Tucumán, es la única psicóloga social desaparecida durante la última dictadura. Su caso fue registrado en la CONADEP (Comisión Nacional Sobre la Desaparición de Personas) con el legajo nº 5729 y su foto acompaña las pancartas en las movilizaciones que cada 24 de marzo desfilan por las calles de Tucumán como forma de resistencia y ejercicio contra el olvido.

Ana María Sosa nació el 12 de noviembre de 1939 en San Miguel de Tucumán y estudió Ciencias de la Educación (Pedagogía en aquel entonces) en la Universidad Nacional de Tucumán. Fue profesora de distintas asignaturas pedagógicas y trabajó en la Escuela Normal Juan B. Alberdi. Se casó con Carlos Alberto Reynaga y tuvieron tres hijos, Lucía, Esteban y Diego. Pero sobre todas las cosas, fue una mujer que formó parte activa del proceso de transformación social, político y cultural de la época.

El desarrollo de la psicología social en la provincia de Tucumán se inscribió en un contexto de grandes movilizaciones sociales que tuvo como centro la conflictividad obrera del sector azucarero y la unidad obrero-estudiantil como bandera de esas luchas. Para comprender ese período es importante señalar por lo menos tres sucesos históricos que contribuyen al desarrollo de esta experiencia; por un lado, los cierres de los ingenios azucareros por parte de la dictadura de Onganía (1966); la ruptura del Partido Comunista (1968); y la llegada de Enrique Pichón Rivière (1966).

Tucumán Arde

El 28 de junio de 1966 se produjo un nuevo golpe de estado en el país, a cargo del general Juan Carlos Onganía y autodenominado la “Revolución Argentina”. El nuevo gobierno de facto mediante el decreto 16926 anunció el cierre de 11 de los 28 ingenios azucareros, ocasionando la destrucción de entre 40000 y 50000 puestos de trabajo directos y la emigración de la provincia de 200.000 personas.

Ante este panorama desolador, la Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera (FOTIA) respondió con un importante plan de lucha, pero la represión del régimen no se hizo esperar. El 12 de enero de 1967 la policía reprimió una movilización en las puertas del sindicato del Ingenio Bella Vista asesinando de un disparo a la obrera Hilda Guerrero de Molina.

El cuadro de pobreza y angustia social generado por las medidas económicas de la dictadura, movilizó a los jóvenes estudiantes y profesionales a solidarizarse con las luchas del movimiento obrero y a organizar trabajos de base con las comunidades afectadas, como los sectores campesinos, que habían sido de los más golpeados.

En ese contexto, el 6 de enero de 1968 se produjo la ruptura de la Federación Juvenil Comunista (conocida en los medios universitarios como La Fede) que se convirtió en la escisión más importante de la historia del Partido Comunista Argentino. Los jóvenes liderados por Otto Vargas enfrentados a la conducción partidaria formaron el Comité Nacional de Recuperación del Partido Comunista de la Argentina, que finalmente adoptaría los principios del maoísmo y se convertiría hasta en la actualidad en el Partido Comunista Revolucionario (PCR). La nueva fuerza logró un importante desarrollo en el movimiento de masas, sobre todo cuando René Salamanca uno de sus cuadros sindicales ganó la conducción del sindicato de mecánicos de SMATA de Córdoba en 1972, convirtiéndose en uno de los referentes del nuevo sindicalismo clasista y antiburocrático. Ana María Sosa formó parte activa del nuevo partido y al momento de su desaparición integraba la mesa de conducción provincial.

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Finalmente, en el punto que nos queremos detener es en la llegada del doctor Enrique Pichón Rivière a Tucumán. Hecho fundante de la historia de la psicología social y que aún hoy no ha sido estudiado en profundidad.

Pichón Rivière en los cerros tucumanos

En el año de 1966 Enrique Pichón Rivière visitó la provincia de Tucumán para participar de un Congreso Nacional de Cardiología celebrado durante el mes de octubre. A la salida del evento, un grupo de jóvenes le manifestó su interés por aprender sobre sus abordajes, con el objeto de intervenir ante la angustiante situación que atravesaban obreros y campesinos de la región, y fue así que después de unos encuentros, Pichón les propuso crear una Escuela de Psicología Social para poder sistematizar la transmisión de sus enseñanzas en este nuevo campo del conocimiento. La puesta en marcha de la institución se concretó en abril de 1967, incluso meses antes que la famosa Primera Escuela Privada de Psicología Social que Pichón Rivière dirigió personalmente hasta el día de su muerte. Mientras que en paralelo, designó a el psiquiatra y psicoanalista Armando Bauleo como el encargado de viajar a la localidad de Montevideo, Uruguay, para fundar una escuela del otro lado del Río de la Plata. De esta manera, 1967 se constituyó como el año de fundación de las escuelas de psicología social.

Durante cuatro años, Pichón Rivière viajó en tren a Tucumán para consolidar el trabajo. El recuerdo de una de las participantes de esa experiencia pionera, transmite el clima que se vivió durante los encuentros:

“En este recorrer la historia con Pichón-Rivière en Tucumán y en mi vida, está por ejemplo, la mañana de un domingo de octubre de 1967, en la que nos recibió en clase con la reseña de la vida de un revolucionario, de cuyo asesinato nos habíamos enterado la noche anterior. Pichón no lo mencionó como guerrillero, ni hizo un panegírico; sólo nos acercó las razones y motivos por los que el Che había ido a Bolivia a luchar. Para quienes aún entendían de manera lineal a la sociedad, esa clase fue calificada como de adoctrinamiento político y quedamos “marcados” desde ahí. Para otros como yo, fue el despertar a la compleja relación de las situaciones sociales con los sujetos” (1).

Ana era alguien que conocía mucho la vida de su pueblo”

Josefina Racedo es directora del Instituto Superior de Psicología Social Enrique Pichón Rivière y profesora emérita de la Universidad Nacional de Tucumán donde creó el Centro de Rescate y Revalorización del Patrimonio Cultural y dirige la Maestría en Psicología Social. Entre sus múltiples aportes a la psicología social, escribió junto a Ana Quiroga el libro “Crítica de la vida cotidiana” (1988). Y aquí comparte algunos de sus recuerdos:

¿Qué recuerdos tiene de Ana?

Ana estudió para ser maestra en la Escuela Normal y Educación en la Universidad Nacional de Tucumán, por eso su eje en la vida profesional siempre fue la docencia, Ana era alguien que conocía mucho la vida de su pueblo, del pueblo tucumano, a través de la relación con sus alumnos y con sus compañeros docentes.

De joven fue dirigente de la Acción Católica, por lo que se comprometió muy temprano con la comunidad, había un compromiso muy grande en no callarse ante las injusticias que sufría nuestro pueblo, eso era algo que estaba muy presente en los que éramos jóvenes en ese momento, en nuestra generación. Pero cabe señalar que el estudio teórico fue muy importante para ella, el no quedarse solo con lo que decía la educación del sistema y ahí fue su encuentro con el marxismo.

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Usted tiene que pensar que desde 1961 en adelante hay una gran movilización de todo el pueblo tucumano alrededor de los temas sociales, lo tengo bien presente porque yo ingresé en el ’61 a la universidad donde estudié Psicología, los estudiantes nos encontrábamos con los obreros en las movilizaciones y queríamos participar de todo lo que estaba sucediendo.

¿Ana estuvo en el grupo que inicialmente recibió a Pichón Rivière en Tucumán?

Ella no estuvo en el primer grupo, se suma luego a lo de Pichón con mucha gente que venía de arquitectura, pedagogía, psicología con el objetivo de formarse mejor para ayudar a nuestro pueblo. Eso es en el ’67 cuando se pone en marcha la Escuela de Psicología Social de Tucumán y siempre nos encontrabamos con ella, siempre se hacía un tiempo, y eso es algo que quiero destacar, que es su enorme compromiso, porque formó una familia con su compañero, tuvo tres hijos y siempre estuvo como madre y además tenía un cargo en una escuela como a 70 km de la ciudad de Tucumán, tenía un compromiso muy serio con su trabajo como docente.

Cuando se vino el primer Tucumanazo (1969), Ana se estaba organizando con los docentes en lo sindical, y compartimos muchos estudios y debates sobre la Psicóloga Social y sobre lo que vivíamos en las grandes convulsiones sociales de la época. Siempre recuerdo que en los 20 minutos que teníamos de recreo nos reunimos en la sala de profesores a discutir y ella era terrible, muy sacrificada, dormía poco para poder atender a los hijos.

¿Cuáles eran sus temas de trabajo y cuales considera que pudieron ser sus aportes?

Ana Quiroga reconoció sus aportes sobre todo para el trabajo en Matrices de Aprendizaje, por sus saberes en pedagogía y su práctica en las luchas sociales (2). Además, algo muy importante, es que Ana Sosa fue una de las primeras en introducir el pensamiento de Paulo Freire, eso si usted lo piensa es muy importante sobre todo por la fuerza del pensamiento de Freire y lo importante que fue y que sigue siendo para la educación como para la psicología social.

Su desaparición fue muy dolorosa para mi. En ese tiempo trabajábamos juntas dictando un taller para docentes de escuelas técnicas, que para nosotras era un gran compromiso porque era la gente que iba a formar a los técnicos que necesitaba nuestro pueblo. Armamos un programa sobre la base de la psicología social que nosotras trabajábamos y que fue aprobado inmediatamente por la que era la directora, donde nos preguntábamos ¿Qué le pasa a estas personas que van a formar a los técnicos?

Ana Quiroga y Josefina Racedo

A pesar de la dictadura y de que Pichón había sido amenazado por la Triple A, la Escuela de Psicología Social del barrio de Boedo continuó abierta, incluso a pesar de la muerte de Pichón en 1977, ahora bajo la dirección de Ana Quiroga ¿Qué fue lo que sucedió con la escuela de Tucumán durante la dictadura?

La escuela funcionó inicialmente entre 1967 y 1977. En 1972 la escuela tiene dirección propia, con la cabeza de dirección en Buenos Aires con Pichón y Ana Quiroga. Así que en Tucumán con Ana, otra compañera que era Regina Suárez, entre las tres conducíamos la institución. La escuela permitió que gente inteligente despliegue sus conocimientos. Pero durante la dictadura no pudo funcionar.

El objeto de esta entrevista es poder hablar de Ana, su historia de vida y de lucha, sobretodo traerla al presente como ejercicio permanente de la memoria, ¿cuáles fueron las consecuencias de la dictadura sobre la psicología social? ¿Y cuál es el legado de Ana para las futuras generaciones de pibes y pibas que se interesan en nuestra disciplina?

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El legado es que nunca se resignó a pesar de la situación difícil, en la que los poderosos necesitaban ordenar el país y para eso había que decapitar a los que eran ejemplos. Para los genocidas era necesario matar a los que eran ejemplo de que se podía cambiar la sociedad, de hecho a ella la secuestran trabajando humildemente en el día del niño.

Hay que contribuir a que la memoria no se congele. Considero personalmente que una de las formas, es acercar la psicología social a través de las experiencias en grupos que están enraizadas en haber trabajado con Ana y otras compañeras en esa experiencia fundadora.

El infierno tucumano

El 5 de febrero de 1975 la presidenta Isabel Perón, apoyada por el radicalismo, la iglesia y el empresariado, firmó el decreto secreto 261/1975 el cual habilitaba al ejército a realizar tareas de seguridad interna en Tucumán con el objetivo de “aniquilar el accionar subversivo”. Fue el comienzo del terror. A pesar del aumento indiscriminado de la represión, Ana continuó con sus actividades solidarias. El 8 de agosto de 1976 fue a la colonia del Ingenio Concepción para participar de una actividad del día del niño organizada para las familias del sindicato y así aprovechar para poder intercambiar análisis sobre la situación política con los trabajadores. La jornada se desarrolló normalmente en la casa de un vecino hasta que a las 18:30 horas una camioneta propiedad del Ingenio manejada por militares, irrumpió en la vivienda amenazando de muerte a todos los presentes y secuestrándola junto a Ángel Vicente Manfredi, oficial ajustador en los Talleres de Tafí Viejo y dirigente del PCR. Les cubrieron las cabezas con bolsas, les ataron las manos con sogas y se las llevaron. Según la reconstrucción que distintos testigos aportaron a la causa, los condujeron inicialmente a la Jefatura de Policía donde permanecieron detenidos hasta que los trasladaron al Centro Clandestino de Detención que funcionó en el Arsenal Miguel de Azcuénaga, ubicado sobre la ruta nacional 9, en Tafí Viejo. En su testimonio, Diana Elsa Fabio, amiga y alumna de Ana, aseguró haberla visto junto a Ángel en el centro de torturas y que cuando el 22 de agosto conversó con ella, le pidió que si salía en libertad vaya a ver a sus tres hijos; Lucía de 8 años, Esteban de 5 y Diego de tan solo 3. El 30 de noviembre fue el último día que fue vista con vida.

En “Las huellas de la Memoria. Psicoanálisis y Salud Mental en la Argentina de los ´60 y ´70”, Enrique Carpintero y Alejandro Vainer documentaron la desaparición de 397 estudiantes y trabajadores del campo de la salud mental. Cuentan que en medio del calvario, Ana asistió y cuidó de los compañeros víctimas de las torturas y les transmitió palabras de esperanza.

Finalmente, el tiempo pasó y el 6 de julio de 2016 los restos de Ana María Sosa fueron hallados e identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense en el Pozo de Vargas, un viejo pozo de agua ubicado entre Villa Muñecas y Tafí Viejo, donde los torturadores arrojaban los cuerpos de las víctimas asesinadas en los campos de exterminio de la dictadura.

En el año 2020 se inauguró el Primer Centro Educativo Especializado en Derechos Humanos que lleva el nombre de “Ana María Sosa”, anclado en el Espacio para la Memoria de la Escuelita de Famaillá, sede del primer centro clandestino de detención de la Argentina. Y recientemente, el 20 de marzo de 2023 la Agremiación Tucumana de Educadores Provinciales (ATEP) junto a familiares, amigos y compañeros, colocaron una placa recordatoria con su nombre en la Escuela Normal Juan Bautista Alberdi, para que cada mañana cuando los futuros docentes de nuestra patria transiten esas aulas, sepan que al igual que la poesía, la memoria es un arma cargada de futuro. Y la psicología social, un ejercicio dialéctico de la memoria, que nos dice que no habrá salud, mientras haya hambre e injusticias en nuestro pueblo.

1 “Hablando de Pichón”, Josefina Racedo, ponencia presentada en las Primeras Jornadas Latinoamericanas de Psicología Social y III Encuentro en Homenaje a Enrique Pichon-Rivière, Identidad, inclusión social y salud mental, realizadas en Salvador, Bahía, Brasil del 6 al 9 de octubre de 2005.

2 “Matrices de Aprendizaje. Constitución del Sujeto en el proceso de conocimiento”, libro que reúne clases dictadas por Ana Quiroga en la Primera Escuela Privada de Psicología Social durante los años de 1984 a 1987. (1994) Ediciones Cinco.

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