ContrahegemoniaWeb

Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

Reinventar la democracia

Cuando entramos a la escuela, pensamos, ¿Qué piensan de la democracia los docentes, nuestros compañeros y compañeras, nuestros alumnos y sus familias? La mayoría de éstos últimos nacidos en democracia y sin un conocimiento profundo de lo que es vivir sin las garantías de ninguno de nuestros derechos.

¿Qué enseñamos de la democracia en las aulas? ¿Cómo defendemos sus fortalezas y cómo criticamos sus deudas ante proyectos civiles dictatoriales, que están allí a la vuelta de la esquina?

Después de los años negros de la Dictadura Militar, conquistamos el período más extenso de nuestra historia – ¡40 años! – de funcionamiento de la democracia como régimen político.

En el 2001, cuando la democracia sufrió una de sus más grandes crisis políticas, hacía 18 años que el presidente electo, el radical Ricardo Alfonsín, había hecho la campaña recitando el Preámbulo de la Constitución Nacional y prometiendo que se iba a vivir mejor, porque: “… con la democracia no sólo se vota, sino que también se come, se educa y se cura”.

Después de la experiencia del radicalismo y los años de Carlos Menem, el presidente peronista que introdujo el neoliberalismo en nuestro país en la década del ´90, pasando por el gobierno de la Alianza radical-peronista progresista del FREPASO, las promesas del buen vivir bajo la democracia ya no se las creía casi nadie. Y hubo un estallido ciudadano que lo cuestionó todo, y quedó demostrado por el fuerte abstencionismo y el voto en blanco e impugnado.

El kirchnerismo, en el marco de una situación económica excepcional y mejoras en la población, logra reconstituir el régimen político, pero el fin del “viento de cola” que nos favoreció momentáneamente vuelve a hundir a la Argentina en una crisis económica. El macrismo profundiza esta situación con un mayor endeudamiento y entrega. El resultado es más pobreza y desigualdad.

Te puede interesar:   Los docentes y los discursos antimapuche

Hace dos años, en las elecciones del 2021 y con el peronismo nuevamente gobernando, el abstencionismo fue el más alto de nuestra historia democrática, mayor al del 2001, y millones de personas se quedaron en sus casas como demostración de repudio a un sistema político que no da respuestas y no convence a nadie.

Veamos el siguiente cuadro muy ilustrativo tomando sólo algunos ejemplos:

         PARTICIPACIÓN DE VOTANTES EN RELACIÓN AL PADRÓN ELECTORAL
AÑOPRESIDENCIALESLEGISLATIVAS
198385,61 % 
1985 83,67%
199982,32% 
2001 75,42%
201976,41% 
2021 71%

Esto nos demuestra que, para muchos la democracia no es un sistema político que les garantice el bienestar, que justifica participar, movilizarse y votar. Si en 40 años de democracia aumentó la pobreza y la desigualdad, estamos en una encrucijada.

Entramos en un proceso, que ya dura décadas, en donde el único modelo de democracia que nos presentan es contrario a los intereses del pueblo trabajador. Y tenemos que decirlo todas las veces que sea necesario, la única opción a esta democracia representativa no es la dictadura.

La llaman democracia y no lo es

El sistema intenta oponer esta democracia fallida, de endeudamiento endémico con los organismos internacionales, privatización de todo lo público y comunitario, avance de la pobreza, de la corrupción, de la criminalidad, de los narcos, de la injusticia y la desigualdad, a la dictadura. Cualquiera que la critique para mejorarla es sospechoso. Pero en realidad a la clase dominante le preocupa que el pueblo no vea que necesita otro sistema que no sea ninguno de los dos.

Lo novedoso en el 2001 fue que, por primera vez, la mayoría de la población cuestionó en los hechos ese modelo de democracia que los partidos políticos tradicionales querían sostener a como diera lugar. Es que la democracia está siendo cuestionada en todo el mundo. El premio Nobel José Saramago dejó estos conceptos en varios reportajes:

Te puede interesar:   Reforma en la escuela secundaria ¿un problema de formato o de orientación política?

“En ningún lugar está escrito que la forma democrática que conocemos hoy en día, sea la última forma de la historia o la mejor, intocable e imposible de criticar sin ser sospechados de ser dictatoriales. Como la democracia es una construcción histórica, esta se puede cambiar, mejorar sus formas, alcances y contenidos”

“se ha convertido en un instrumento de dominio del poder económico que no tiene ninguna capacidad de controlar los abusos de este poder”[1]

A principios del siglo XXI, los perdedores del modelo neoliberal, habíamos sufrido en carne propia las consecuencias de la democracia formal, en la cual las instituciones funcionan normalmente y las políticas económicas son definidas por poderes a los que nadie elije. Aprendimos que existía una gran diferencia entre ese modelo y la democracia sustancial, aquella en la que el poder es: “del pueblo y para el pueblo” y que la misma es un oxímoron en el marco de las relaciones sociales capitalistas.

Los partidos devinieron en coaliciones para tratar de aparecer como algo nuevo, pero estamos viendo la crisis también de ese modelo en el que las distintas facciones se pelean permanentemente por el poder y sus privilegios. El problema es que la alternativa más fuerte es la derecha neoliberal o la directamente liberal, que quiere llevarnos de nuevo al siglo XIX, sin derechos laborales ni jubilatorios. Vienen por nuestros derechos humanos básicos como lo son la salud, la educación y la vivienda. Quieren mercantilizar todo, también nuestros bienes comunes.

Reinventar la democracia

Al mismo tiempo que cuestionamos esta democracia dependiente, criticamos tanto el dominio del aparato financiero que nos ahoga con la deuda externa y los ajustes que impone el FMI, como a las privatizaciones neoliberales.

Te puede interesar:   Argentina y la renta extraordinaria

Por lo tanto, lo que queremos no es terminar con las elecciones, sino con el régimen político de esta democracia que transforma todo en una farsa, y exponer a los vendedores de humo que siguen engañándonos para mantener el sistema y llenarse los bolsillos.

Cualquier sistema democrático necesita de hombres y mujeres para llevar adelante las políticas que el pueblo trabajador discute y decide en los territorios, lugares de trabajo, escuelas, universidades, etc. Esos mandatos deben ser revocables ante el primer despiste o acción contraria a los intereses del pueblo. Hablamos de una democracia popular o comunitaria, que defienda los intereses de los trabajadores y las trabajadoras en la perspectiva de construir un país sobre otras bases, en donde se pueda decidir sobre qué se fabrica, que se produce, o que se exporta, a que precios, etc, Sabemos que, en esta democracia, la gran mayoría de estos temas no pueden abordarse, ya que pertenecen al campo del mercado o de lo privado. Por eso necesitamos otra estructura productiva no extractivista, amigable con la tierra en la que nos toca vivir, sin explotación, pobreza ni desigualdad.

Aunque parezca una utopía lejana, hace 40 años tiramos la dictadura más sangrienta del continente, hace 20 años tratamos de buscar nuevos caminos para reinventar la democracia. Tocamos ese horizonte con las manos. Hoy cuando sectores de la derecha más retrógrada quieren volver al pasado quizá sea el momento de pelear por alcanzarla.

COMUNA DOCENTE

👇🏽Enlace revista COMUNA DOCENTE


[1] https://www.lavanguardia.com/cultura/20041110/51262800360/saramago-hay-que-revisar-el-significado-de-la-palabra-democracia.html

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *