Haroldo Conti amaba el Delta, su paisaje, su silencio y su modo de vivir el tiempo , porque como dice el Boga, el personaje de su novela Sudeste, mientras rema en su bote cargado de juncos, “el isleño no es amigo de hacer las cosas apresuradas”.
Sudeste fue la primera novela de Haroldo Conti, secuestrado de su casa de Villa Crespo, por una patota del Batallón 601, en el otoño de hace 47 años, el 5 de mayo de 1976.
Su refugio en el arroyo Gambado, es hoy casa-museo, para recordar donde escribió muchas de sus obras y desde donde partió infinidad de veces para recorrer las islas que como él decía “parecen distintas con cada estación que llega” . Escritor y militante del PRT y el FAS, escribió novelas y cuentos con héroes cuyas vidas no son heroicas, ni ejemplares, ni típicas, gente que “va y viene en un tiempo que jamás se consume”
Tuve la suerte de tenerlo como profesor en el Nacional N°5, cerquita del Abasto cuando aún era bullicioso mercado y no se conocía la palabra shopping. Era el comienzo del Onganiato, el Mitre era colegio de varones, disciplina pre-colimba, textos enmohecidos y docentes del mesozoico. Con mis 13 años apistolados de inocencia, audacia y rebeldía, Conti fue como una epifanía. Un docente joven, tenía 31 años, que nos hablaba del hombre de carne y hueso, del horror de la guerra de Viet-Nam, de la dignidad del trabajador, era un caso excepcional y dejo huella. Ese año,1966, recibió el premio de la Universidad de Veracruz por su novela Alrededor de la jaula, sencillo como sus personajes, nada nos dijo. Un ejemplo de coherencia entre escritura y vida, entre acción y pensamiento. Años después, cuando me expulsaron por volantear en apoyo al Cordobazo, Haroldo ya no estaba en el colegio.
Diez años mas tarde, ya desde 1975 figuraba en las listas del triple A, fue de los primeros desaparecidos de la dictadura.
Llegue al Delta, mucho después, por allí lo imagino navegando, con la gorra marinera que le cubre su calva, mientras sueña con “esta tierra de lucha y esperanza que se llama América” como escribió en el prólogo de su última novela, Mascaro, el cazador americano.