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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

Los derechos humanos y el clasismo.

Si hay algo que los contextos históricos y sociales que estamos atravesando nos enseñan es que los derechos humanos tienen la necesidad de tener una mirada clasista para pertenecer y lograr ser un programa para la clase trabajadora y todos los oprimidos. Sin una mirada clasista los derechos humanos son derechos que regulan el conflicto social -son Estado- es decir son derechos que las clases dominantes usan para envolver sus formas de coerción mediante el Estado de derecho liberal-capitalista.

De esta manera la defensa de los derechos humanos para apartarse de la regulación social requiere un clasismo que sea  un programa de clase, es decir que no sea sólo la reivindicación de derechos sino que formen parte de la propuesta de gobierno de nuestra clase. Con ello se trata de desprenderse de una concepción defensiva de los derechos humanos, de su historicidad parcializada peronista o nacional y popular progresista, de su referencia militante en oficialismos que estatizan la defensa de los derechos humanos; sobre todo debemos asumir la contradicción en acto que significa su normativa legal liberal capitalista y las luchas que desplegamos.

Con ello es menester desnudar que la lógica dialéctica existente en los derechos humanos se presenta en la práctica como instituyente siendo instituidos, como despliegue hegemónico que contiene en sí, potencialidades contrahegemónicas. Esta contradicción no tiene aún una síntesis ya que se resuelve mediante la lucha de clases.

Es así que las acciones en torno a la relación violación-defensa de los derechos humanos nos muestran la potencia del programa para nuestra clase, por un lado o primeramente mediante el análisis de la relación capital-trabajo en base a cómo este antagonismo genera  violaciones a los derechos humanos, es decir cómo el Estado y las facciones de clase capitalistas se posicionan sobre el mundo del trabajo para vulnerar los derechos paulatinamente, gradualidad que se realiza para mantener la gobernabilidad del Estado capitalista. Con ello es justamente la relación capital-trabajo la que nos muestra y desnuda que se violan los derechos humanos restringiendo los derechos de la clase trabajadora para mellar su fuerza de trabajo y consciencia.

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Por otro lado o como segunda dimensión están las luchas desplegadas en todo el territorio nacional que en un primer análisis parecieran darse de manera dispersa y sin articulación, donde los sujetos o sectores subalternos protagonistas son dispares, pero que en sí encierran la praxis de la defensa de los derechos humanos, con ello el hilo conductor de estas luchas son entre otros los derechos humanos y el cuestionamiento real y concreto a las formas de producción y existencia capitalista.

Estos conflictos que se presentan como ambientales, contra la violencia de género, sobre los derechos laborales o de pueblos originarios y gran etcétera envuelven -además de derechos humanos plasmados positivamente en tratados internacionales y en nuestra constitución nacional- cuestionamientos a los modos de producción y valorización del capital como así a la existencia humana dentro del régimen capitalista, por lo que en si fungen como cuestionamiento al sistema civilizatorio capitalista.

El problema quizá sea que ese hilo conductor que podría llevar de la consciencia en sí a la consciencia para sí requiere de una comprensión de clase que no encuentra modos de sustanciarse debido a los mecanismos ideológicos que despliegan las clases dominantes sobre los sectores subalternos y sus luchas.

Mi tesis fundamental es que los derechos humanos contienen un sujeto que he dado en llamar desde una lógica dialéctica polisémico, es decir que es tanto el Estado con las clases dominantes en su gestión quienes violan los derechos humanos como así es a quién el Estado viola sus derechos humanos. Esto resulta en que el sujeto de la defensa de los derechos humanos son los sectores subalternos y  oprimidos, desplegando una lógica dialéctica en la relación violación-defensa de los derechos humanos.

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Con ello la hipótesis clasista en la defensa de los derechos humanos adquiere forma, pero en quizá uno más de los mecanismos de coerción de las clases dominantes, la memoria histórica relatada por los (nuevos) vencederos obtura una compresión de clase sobre nuestra historia reciente, lo que repercute en el núcleo contemporáneo de las políticas de derechos humanos.

Ejemplo de ello es la ideación sobre “los hijos de la generación diezmada” hijos de revolucionarios que no fueron diezmados, sino asesinados, secuestrados, torturados y desaparecidos producto  del genocidio de clase, “hijos” que serían también producto de la revuelta popular del 2001, una generación que muestran en gestión, absorbida por la política institucional y el poroteo electoral.

Estos relatos debido a su constancia, a quien lo dice y sobre todo a la falta de formación del pensamiento crítico, producto de una cultura política desde los nuevos vencedores, se asume como una realidad que traba la compresión real sobre la materialidad de nuestra historia.

La memoria debe de ser de clase porque el genocidio fue de clase, los derechos humanos para ser, necesitan de la potencia de ser en el ser del clasismo.

Para todos, todo

Damián Ravenna

Presidente

Asamblea Permanente por los Derechos Humanos Zona Norte de la Provincia de Buenos Aires

APDH Zona norte

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