Recién a fines de abril se confirmó que, en Chubut, el domingo 30 de julio era la fecha señalada para la elección provincial. La decisión se tomó en un contexto de incertidumbre porque el gobernador, Mariano Arcioni, utilizaba el poder de su cargo para presionar a Juan Pablo Luque, actual intendente de Comodoro Rivadavia y aspirante a la gobernación por el justicialismo. Siguiendo la línea de otras provincias administradas por el oficialismo, Luque quería una elección anticipada, para no ser parte de lo que suponía iba a ser una derrota nacional. El principal objetivo de Arcioni, en cambio, era lograr un lugar destacado en la lista de “unidad justicialista” y dejar bien ubicados a algunos de sus aliados. Entonces, jugaba con la posibilidad de que esta elección coincidiera con la presidencial, a sabiendas de que Luque entendía que eso lo perjudicaría de manera deliberada. Finalmente, a último momento, Arcioni anunció el desdoblamiento eleccionario, reivindicando la importancia de “la agenda de las y los chubutenses”.
Así, el justicialismo, después de muchos años, volvía a tener una lista de unidad en Chubut. En esta oportunidad, quedó integrada por el Partido Justicialista, el ChuSoTo (partido inventado por Mario Das Neves), el Frente Renovador y varios partidos más. Arcioni, en tanto, después de insistir por el primer lugar en la lista de candidatos a diputados nacionales, consiguió el segundo lugar en la lista de candidatos de Unión por la Patria al Parlasur, detrás de Teresa Parodi. Un gran premio para una gestión tan horrible.
Por esta razón, la campaña electoral provincial se superpuso con la nacional, lo que generó bastante confusión en una ciudadanía desencantada de la política, como en el resto del país. Históricamente, la media de participación en Chubut rondó el 77% y ayer estuvo en 69%. Si tenemos en cuenta que hubo 13% de votos en blanco y nulos, los votos válidos corresponden al 56% del padrón.
Las campañas de JxC y del justicialismo
Como anticipaban los medios, la disputa de la gobernación estaba concentrada entre Juan Pablo Luque e Ignacio Torres, actual senador de Juntos por el Cambio. Ganó Torres por muy poco: 35,71% a 34,11% (5.200 votos). Festejaron Bullrich y Larreta, que esta vez no viajaron al pedo. Así, finalizó una sucesión ininterrumpida de 20 años de administraciones justicialistas en la provincia.
Luque realizó una campaña sin identificación partidaria, tratando de parecer poco peronista y nada kirchnerista. Intentó mostrarse como un administrador eficiente, para lo cual enfatizó lo hecho como intendente de Comodoro Rivadavia. Su principal problema fue que no pudo despegarse de Arcioni, pese a que, cuantas veces pudo, declaró que no tenía nada que ver con él. Y, más allá de la antipatía que puede existir entre los dos, el candidato a vicegobernador de Luque es Ricardo Sastre, el actual vicegobernador de Arcioni. Como si esa no fuera una carga suficiente, en su lista de candidatos a diputados llevaba a cuatro de los catorce legisladores que aprobaron la ley que habilitaba la megaminería en la provincia, en diciembre de 2021. Eso, sumado a las internas del justicialismo chubutense, el desgaste el justicialismo nacional y el crecimiento de la derecha neoliberal, terminó inclinando la balanza en su contra.
La campaña de Torres fue más simple. Solo tenía que señalar todo lo malo que había hecho Arcioni y lo mal que está la provincia y eso no requiere mucho esfuerzo. Además, contó con el apoyo de un histórico líder del peronismo local, el secretario general del sindicato de petroleros privados Jorge ‘Loma’ Ávila, quien antes había apoyado a Mario Das Neves y luego al Frente de Todos. Quizá esto último pueda hacer un poco de ruido, pero, en el interior del país, las coincidencias y pactos entre el justicialismo y JxC son muy frecuentes (recordemos el caso de Jujuy, sin ir más lejos).
En líneas generales, la campaña de Juntos por el Cambio y la de Arriba Chubut (tal se denominó la alianza justicialista) se caracterizaron por reconocer que la situación de la provincia es grave, por afirmar que la educación debe ser una línea prioritaria de gobierno, por prometer más trabajo y desarrollo y por comprometerse en el impulso de una verdadera diversificación productiva. Torres, además, aliado con Ávila, promete una revisión del régimen de explotación hidrocarburífera, apuntando, entre otras cosas, al fracking. Puestos a responder respecto de la megaminería, tanto Torres como Luque dijeron que iban a respetar la decisión del pueblo, sin embargo, los dos forman parte de entramados nacionales que consideran esta rama extractiva una prioridad nacional.
Hay que decir también que las dos fuerzas desarrollan una fuerte campaña sucia, promocionando spots anónimos o de fuentes poco confiables (supuestos portales de noticias creados el día anterior) con el fin de descalificar y agraviar al adversario. Las dos gastaron millones de pesos por día en cartelería y mensajes audiovisuales. Las declaraciones de financiamiento no serán claras, pero eso no será muy importante, al fin de cuentas.
Corte de boleta
En las tres primeras fuerzas, hubo un corte de boleta a favor de la candidatura a la gobernación.
-Juntos por el Cambio: gobernador 35,71% (116.432 votos), diputados provinciales 34,87% (113.078 votos).
-Arriba Chubut: gobernador 34,11% (111.203 votos), diputados provinciales 33,01 (107.041 votos)
-Alianza Libertad Independiente Chubut: gobernador 13,18% (42.969 votos), diputados provinciales 12,43% (40.297 votos).
Lo contrario ocurrió en el caso del Frente de Izquierda y de los Trabajadores – Unidad, la cuarta fuerza:
-FIT-U: gobernadora 4,27% (13.918 votos), diputados provinciales 4,44% (14.401).
Es decir, hubo un sector importante de cada una de las fuerzas principales que no quiso votar a los candidatos a legisladores de la lista a la que adherían (en total, 10.188 personas) y, dentro de ese sector, un grupo pequeño decidió apoyar a la izquierda (483 personas).

La campaña de la izquierda
La izquierda estuvo representada en el Frente de Izquierda y de los Trabajadores – Unidad, que se presentó de manera verdaderamente unida. La disputa nacional entre las fórmulas Bregman-Del Caño y Solano-Ripoll no afectó la campaña, lo que, sin duda, fue favorecido por el carácter anticipado de las elecciones. Si estas elecciones se hubieran realizado junto con la elección presidencial, la situación hubiera sido otra (lamentablemente).
En líneas generales, el resultado es muy bueno: obtuvo una banca en la legislatura provincial. Es la primera vez que una fuerza de izquierda obtiene un cargo de diputado. Sin dudas, es un logro histórico. Así, Santiago Vasconcelos (Partido Obrero) y Omayra Rocha (MST) compartirán de manera rotativa la banca.
La campaña del FIT-U fue hecha a pulmón, costeada por el bolsillo de los propios militantes, en un escenario donde las fuerzas del sistema político oficial contaron con la prepotencia del capital. A pesar de esto, queda para reflexionar los motivos de la escasa cantidad de votos que tuvo la lista. En una provincia hundida en una profunda crisis política y socioeconómica, la bronca no se canalizó a través de la izquierda.
Tengamos en cuenta que, en 2020, la Segunda Iniciativa Popular contra la megaminería fue respaldada por más de 30.000 firmas, que no se tradujeron en esa misma cantidad de votos, al menos, para el cargo de legislador provincial. Es decir, la mayoría de esos firmantes prefirieron votar a las otras fuerzas (o no votar), pese a que las referencias nacionales de esas otras fuerzas son claramente promineras. Y Santiago Vasconcelos, además de delegado del sindicato docente provincial, es un activo militante socioambiental, actualmente procesado por participar en los cortes de ruta en defensa de esa Segunda Iniciativa Popular, maltratada por la legislatura justicialista.
Muchos votantes optaron por apoyar a legisladores en los que no confían y frente a los cuales quizá deban movilizarse otra vez, para impedir que avasallen los intereses del pueblo. Y otros prefirieron votar en blanco en vez de darle el apoyo al FIT-U, pese a que se reconoce la honestidad de sus representantes.
Ahora, la izquierda en Chubut está ante un desafío importante: tiene que aprovechar al máximo el cargo obtenido y superar de la mejor manera las heridas que deje una interna nacional que, como muchos pensamos, debería haberse evitado.
La obtención de una banca es, sin dudas, algo muy importante. Pero hay que analizar reflexivamente (y con las autocríticas del caso) por qué mayoritariamente el pueblo votó como votó. Por último, resta decir que, si la presidencia llegar a estar en manos de Patricia Bullrich, la situación de la provincia (y del país) puede ser todavía peor. Bueno, la historia nos ha enseñado eso: siempre se puede empeorar.