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La fábula del león odiante

Había problemas innegables en la selva, no era la primera vez que las cosas estaban patas para arriba; de hecho, todos se sentían sobrevivientes de grandes catástrofes, como cuando los gorilas llegaron al poder y de la mano de los cazadores furtivos impusieron a los golpes un reino de terror y angustia. Una supuesta invasión de sunzuncitos cubanos al servicio de los osos pardos, fue el pretexto que esgrimieron para cometer atrocidades.

O cuando fueron convencidos por los traficantes de animales de que eran libres y conducidos al encierro en pequeños corralitos que habían urdido para esquimarlos.

A duras penas, con idas y vueltas, el ecosistema se autoorganizó; las especies habían decidido que lo mejor era alternarse en las decisiones y respetar algunos acuerdos mínimos para no cometer los mismos errores. Incluso se llegó a encarcelar a los gorilas por la depredación cometida y se resolvió que nunca más se permitiría en la selva que prevaleciera la rapiña.

Pasado el tiempo fueron sacudidos por una feroz peste que alteró los ánimos y dejó a todos con una sensación de incertidumbre mortal.  Los loros parlanchines auguraban angustias incentivadas por los jabalíes verrugosos desde sus fétidas cuevas. En un clima tan hostil, cazadores y mercaderes decidieron que era el momento de retornar a la ley de la selva.

Farabute era un león de buena melena, solitario y charlatán que siempre trataba de llamar la atención rugiendo barbaridades en los acantilados. Todos se reían de sus desesperados intentos de conseguir la atención, pero pocos respondían a sus llamados. Al principio solamente cinco perros mal olientes, pero eso cambió cuando comenzó a rugir consignas incendiarias en las aguadas, donde los animales sueltos se juntaban.

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Más temprano que tarde Farabute encontró terreno fértil para su excéntrico y bestiario repertorio, sobre todo en el mundo de los cachorros.  Pronto se rodeó de gorilas, burros, hienas y serpientes, quienes lo ayudaron a convencer a pavos y gacelas de que los problemas de la jungla eran sencillos de resolver, simplemente había que eliminar a los zorros que siempre hacían lo mismo.

– ¡Volver a la ley natural de la selva!– –¡Los fuertes viven los débiles mueren!-  gritaba exaltado Farabute.

Los cachorros lo escucharon y empezaron a creer en sus propuestas, que no eran más que nuevas derivas de viejas experiencias iniciadas por los gorilas, a los que comenzó a reivindicar junto a la serpiente. También resaltó el trabajo realizado por los cazadores y los traficantes de animales, mientras los burros y cebras celebraban.

Propuso al lobo solitario como modelo a seguir para terminar de una vez por todas con la vida colectivizada de la manada, mientras las gacelas y los ñus festejaban esas propuestas sin tener en cuenta que en ese nuevo ordenamiento no podrían aspirar a otro estatus más que el de comida rápida.

Como nunca Farabute se sintió admirado, sus ideas y rugidos generaban inquietud, las aguadas se llenaban de animales para oírlo rugir y verlo saltar; canchero mostraba impunemente sus garras para meter miedo, juraba que con ellas terminaría para siempre con los zorros, con todos los zorros ya fueran grises o colorados.

Sus seguidores los loros, gorilas, burros, hienas y serpientes se creyeron con derecho a decir cosas cada vez más delirantes a medida que Farabute ensimismado se percibía triunfador y rugía cada vez más fuerte.

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“Yo no soy de la jungla, soy de la Ciudad”-  vociferaba el burro.

– “Esa boa atacó a nuestras crías!!” – acusó Farabute

– “Los gorilas sólo se defendieron de los sunzuncitos”-   argumentaba la serpiente.

– “Es un costo muy alto e innecesario proteger a los corderos, los lobos en algún momento se sentirían satisfechos y los corderos sobrevivientes podrán continuar pastando tranquilamente” – explicaba el loro.

– “Los machos felinos no tienen ningún compromiso para con sus crías” – decía la hiena

– “¡Las sucias panteras y guepardos no se bañan, son unos cerdos cagones”-   – “¡Los humanos no contaminan, es natural que no llueva y la selva se incendie” – – “Simba y Scar son lo mismo!!”  – “Que los cazadores porten libremente sus armas!” –  rugía Farabute

Las leonas cazadoras siempre lo semblantearon con recelo, aun cuando los avestruces hundían sus cabezas en la tierra; y celebraron cuando las aguadas rápidamente se vaciaron. Los loros y sus jefes los jabalíes verrugosos lo abandonaron al igual que el resto de los animales, quienes instintivamente priorizaron la seguridad de la manada. Sin quererlo, o quizás a propósito, Farabute y los suyos habían cruzado un límite entre lo excéntrico y lo peligroso, y el conjunto no estaba dispuesto a seguirlos.

La selva ya no se abría a sus pies y decidió dar un giro, evitó rugir y comenzó un curso acelerado de ronroneo; ofreció amistad, suplicó el cariño de todos aquellos a los que había lastimado, pero ya estaba solo, sólo la boa y algunos babuinos lo siguieron.

Su rutilante animalidad, que lo había colocado en el centro jungla, ahora generaba rechazo. Pensó en actuar astutamente como los zorros, pero, aunque declamaba amor por los babuinos que había escupido, las panteras y las abejas obreras a las que había acusado de ser parte de la monada más abyecta y cruel, nadie lo escuchaba.

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Habló como zorro, actuó como un zorro, y como un zorro más caminó solo en la nocturnidad de la jungla. Su peor pesadilla se había hecho realidad, se había convertido en lo que odiaba, justo en el momento en que los avestruces levantaban la cabeza.

Moraleja de la Fábula: 

Más allá de que Maquiavelo enseña que los hombres ofenden más fácilmente a quienes  aman que a quienes temen; quizás cuando te pasás de mambo, cuando cruzás los límites de lo decible, puede que te quedes solo y expuesto y cuando intentes cambiar solo logres convertirte en lo que decías odiar

Farabute

  • Persona irresponsable y poco seria.
  • Persona que destaca las virtudes positivas de sí misma o de algo que no posee o posee en bajo grado.
  • Persona tonta, ingenua o poco perspicaz.
  • Persona vulgar y maleducada.

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