La guerra ha estallado en la Franja de Gaza y el sur de Israel. Desde el sábado 7 de octubre milicias armadas palestinas, principalmente Hamás y Yihad Islámica, combaten al ejército israelí en las zonas bajo control administrativo de Israel. Sin embargo, el objetivo declarado de estos grupos es la liberación completa de Palestina, lo que indudablemente incluye Cisjordania. Con aproximadamente tres millones de habitantes, es en esta región donde reside un mayor número de palestinos si exceptuamos a la diáspora. Limitada por la frontera jordana y la Línea Verde –demarcación establecida tras la guerra de 1948 entre el recién creado Estado de Israel y diversos países árabes–, la población palestina de Cisjordania sufre desde hace años una pérdida paulatina de autonomía y territorios, hecho especialmente visible tras la construcción del muro y la creciente aprobación de asentamientos para el establecimiento de colonos sionistas en lo que desde Israel denominan Judea y Samaria.
La división administrativa de Cisjordania
Si en los Acuerdos de Oslo de 1993 el principal hito fue la creación y reconocimiento de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), en los conocidos como Oslo II de 1995, realmente firmados en la ciudad egipcia de Taba, se establecía la división de Cisjordania en distintas zonas. En las Áreas A y B viven la inmensa mayoría de los palestinos y en ellas se encuentran incluidas las poblaciones y sus áreas circundantes.
El Área A comprende las principales ciudades palestinas de Cisjordania –Nablus, Yenín, Ramala, Belén, Tulkarem Qalqilya, Jericó y parcialmente Hebrón–. Esta zona es la única en la que la administración civil y la seguridad recae sobre la Autoridad Nacional Palestina. Sobre el papel, la entrada de población israelí está prohibida, pero desde la Segunda Intifada el ejército israelí penetra de forma recurrente en estas ciudades para llevar a cabo redadas y otras operaciones. La Zona B abarca aproximadamente un 25% de Cisjordania e integra a la mayoría de poblaciones palestinas. En ellas, la ANP controla la administración civil, pero el control de la seguridad es ejercido de forma conjunta por el gobierno palestino e israelí. Al resto se le denomina como Área C, que incluye los asentamientos, puestos militares y carreteras. Esta zona, que abarca aproximadamente un 63% de Cisjordania, se encuentra bajo el control civil y militar de Israel. En ella se hallan la práctica totalidad de los recursos naturales, impidiendo el acceso de los palestinos a, por ejemplo, los pozos de agua. Esto tiene unas consecuencias catastróficas para la economía palestina, muy dependiente del sector agrícola. Para ampliar: El fracaso de los Acuerdos de Oslo y el camino hacia la guerra de Sucot
A grandes rasgos, lo que conseguía esta división es que no existiese una conexión territorial entre las poblaciones palestinas, creando una serie de islas o bantustanes, así llamados por su similitud con el sistema del Apartheid sudafricano. A esto habría que sumarle la progresiva calificación por parte de Israel de zonas del Área C como “tierras estatales”. En ellas, declaradas ilegales por la legislación internacional, se establecen los asentamientos de colonos, pero también son a menudo consideradas como campos de tiro para el ejército, reservas naturales o se establecen factorías para la agroindustria israelí.
Pero el punto álgido de la anexión de tierras palestinas por parte de Israel llegó con el inicio de la construcción del muro que debería dividir Cisjordania del Estado de Israel. En la práctica, solo el 22% del muro transcurre estrictamente por la Línea Verde, el resto atraviesa en mayor o menor grado territorio de Cisjordania, llegando a penetrar en algunos puntos más de veinte kilómetros. Esta barrera de hormigón, que incluye torres de vigilancia y caminos de uso únicamente militar a ambos lados, también cruza en algunos puntos el interior de poblaciones palestinas.
Aumento de los asentamientos y de la radicalización de los colonos
Según recoge el último informe del Alto Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, más de 700.000 colonos israelís habitan actualmente en los Territorios Palestinos Ocupados, lo que incluye Cisjordania y Jerusalén Este. Viven repartidos en 279 asentamientos, de los cuales más de la mitad pueden definirse como “puestos de avanzada”. Estos parten habitualmente de una iniciativa civil y no son reconocidos por la legislación israelí, aunque son protegidos por el ejército y a menudo legalizados cuando ya se encuentran asentados. El mismo informe también señala el espectacular aumento de los colonos en los últimos años. Solo en los últimos diez años, hasta 200.000 colonos se habrían establecido en Cisjordania, un aumento del 40%. El nuevo gobierno israelí establecido en 2022 y liderado por Benjamin Netanyahu no ha hecho más que incrementar la política de colonización y hasta octubre de 2023 ha aprobado la construcción de 13.000 viviendas en los asentamientos de Cisjordania, todo un récord desde que hay registros computando años enteros.
Del mismo modo, es destacable que varios ministros nacieron o se criaron en asentamientos de colonos, como son los casos de algunos de los más polémicos como Itamar Ben-Gvir o Bezalel Smotrich. Este último recibió a principios de año las competencias sobre la Administración Civil de Cisjordania, órgano responsable de dirigir distintos aspectos de la ocupación militar. De este modo, la gestión de Cisjordania pasaba a estar bajo el control directo del ministro de Finanzas en lugar de estar subordinada al de Defensa, movimiento que equivale en la práctica a la anexión de iure de Cisjordania, pues declara que los territorios del Área C ya no estaban bajo una autoridad militar, sino bajo la potestad del gobierno civil israelí.Para ampliar: Guerra de Gaza: claves de la toma del sur de Israel por Hamás
Al tiempo que aumentaba el número de colonos, también lo ha hecho su radicalización ya que cada vez se producen con más frecuencia los ataques de estos contra la población palestina. Entre 2010 y 2019, Naciones Unidas registró cerca de 3.000 ataques, resultando en 22 muertes y más de 1.000 heridos. Hasta octubre de 2023, ya eran al menos nueve los palestinos asesinados por colonos durante este año.

Los ataques más habituales suelen ser los hostigamientos de pequeños grupos a agricultores que cultivan su tierra en zonas rurales, pero en los últimos años ha aumentado de forma significativa los ataques organizados de decenas de colonos en el interior de poblaciones palestinas. Uno de los más graves ocurrió en febrero de 2023, cuando centenares de colonos procedentes de asentamientos vecinos irrumpieron en la ciudad de Huwara, al sur de Nablus, incendiando vehículos y comercios, con el resultado de, al menos, un palestino muerto. Diversas organizaciones e incluso el general israelí a cargo de las tropas de Cisjordania, Yehuda Fuchs, no dudaron en calificar lo sucedido de pogromo. Smotrich, por su parte, llegó a comentar que “el pueblo de Huwara debería ser exterminado”.
No obstante, uno de los ejemplos más paradigmáticos de la convivencia de palestinos y colonos se produce en la histórica ciudad de Hebrón. El Pacto de Hebrón de 1997 dividió la ciudad en una zona bajo control de la ANP y otra bajo control israelí. En esta última conviven 800 colonos con 30.000 palestinos, mientras al resto de habitantes de la ciudad se les impide el paso. Además, diversos asentamientos circundan la ciudad, siendo el más conocido el de Kiryat Arba. Este se ha convertido en uno de los centros más destacados del nacionalismo sionista y decenas de colonos acuden cada año en homenaje a Baruch Goldstein, autor de la matanza en la Tumba de los Patriarcas de Hebrón que causó la muerte de 29 palestinos.
Incremento de la lucha armada
Durante el año 2022, al menos 150 palestinos fallecieron en manos del ejército israelí en Cisjordania, una cifra muy superior a la de los años precedentes. Por su parte, tres soldados murieron en distintos enfrentamientos con facciones armadas palestinas. En 2023 ya se contabilizaban más de 200 fallecimientos antes del inicio de la guerra en Gaza. Según denuncia la organización Save The Children, 38 de ellos serían niños. Por otro lado, hasta 5.000 palestinos se encuentran en cárceles israelís, muchos de ellos en régimen de detención administrativa, por el cual pueden estar encarcelados sin cargos de forma indefinida.
En este contexto, la resistencia armada palestina también se ha hecho cada vez más fuerte y visible, especialmente en el norte de Cisjordania. En ciudades como Nablus o Yenín las fotografías de los mártires son omnipresentes en las principales calles y cada vez personas más jóvenes se deciden a emprender la lucha armada. Grupos como La Guarida de los Leones, creado en 2022, o Brigadas de Yenín, en 2021, se encuentran fuertemente armados y sus miembros se han convertido en verdaderos héroes para gran parte de la población de estos lugares. Por otra parte, grupos como Hamás o Yihad Islámica también cuentan con presencia en la zona.Para ampliar: Hamás y las capacidades de las Brigadas Al Qassam
La mayoría de sus operaciones consisten en dar respuesta a las incursiones del ejército en las ciudades con el fin de abatir o detener a sus miembros, así como llevar a cabo acciones de represalia cuando esto ocurre. En julio de 2023 se produjo una de las mayores operaciones del ejército israelí en una población de Cisjordania, que acabó con la vida de 12 personas en Yenín, algunas integrantes de los citados grupos, pero también civiles. Un mes antes, siete palestinos fallecieron en manos del ejército en la misma ciudad y como acción de represalia Hamás mató a cuatro colonos en una localidad cercana.
Dentro de Yenín, su campo de refugiados se ha convertido en el bastión y centro de operaciones de la lucha armada en Cisjordania. Aquí se produjeron algunos de los mayores enfrentamientos durante la Segunda Intifada o el asesinato de la periodista de Al Jazzera Shireen Abu Akleh en 2022 cuando cubría una operación del ejército israelí. Si atendemos a los datos podemos deducir el porqué: sus entre 10.000 y 20.000 habitantes viven hacinados en menos de un kilómetro cuadrado y presentan las cifras más altas de pobreza y desempleo de toda Cisjordania.

Pero a esta efervescencia de la resistencia armada en Cisjordania cabe sumarle un factor fundamental, la desafección creciente hacia una Autoridad Nacional Palestina incapaz de hacer frente a las operaciones de Israel, cuando no colabora directamente o indirectamente en ellas. La población palestina se identifica cada vez menos con las organizaciones políticas tradicionales y aún menos con Fatah, que se ha perpetuado en el poder y se niega a convocar elecciones desde 2006, año en el que la victoria de Hamás en la Franja de Gaza desembocó en duros combates entre ambas organizaciones.
A su vez, la ANP e Israel mantienen un pacto de cooperación en materia de seguridad a raíz los Acuerdos de Oslo y sus sistemas de inteligencia tienen fuertes vínculos. La autoridad de la ANP está cada vez más en entredicho y desde muchos sectores se le tacha de “colaboracionista” con el sistema de ocupación israelí. En los últimos meses, las principales ciudades de Cisjordania han sido el lugar de grandes manifestaciones en su contra y la tibieza de su reacción en las primeras horas de la guerra entre Hamás y el ejército israelí podrían ser la puntilla definitiva a su gobierno.
Fuente: Descifrando la guerra