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“Todas las críticas a Israel no son inherentemente antisemitas”       

“Todas las críticas a Israel no son inherentemente antisemitas”. “Consideramos que esta táctica retórica es la antítesis de los valores judíos, que nos enseñan a reparar el mundo, cuestionar la autoridad y defender a los oprimidos frente al opresor”.

Carta abierta, publicada en EEUU, de 1.500  escritores, artistas y académicos judíos.

Un grupo de escritores judíos redactó esta carta después de ver cómo un viejo argumento cobraba nuevo poder: la afirmación de que criticar a Israel es antisemita. Los escritores comparten esta carta en solidaridad con quienes continúan hablando en apoyo de la libertad palestina. 

Somos escritores, artistas y activistas judíos que deseamos repudiar la narrativa generalizada de que cualquier crítica a Israel es inherentemente antisemita. Israel y sus defensores han utilizado durante mucho tiempo esta táctica retórica para proteger a Israel de la rendición de cuentas, dignificar la inversión multimillonaria de Estados Unidos en el ejército de Israel, oscurecer la mortífera realidad de la ocupación y negar la soberanía palestina. Ahora, esta insidiosa restricción de la libertad de expresión se está utilizando para justificar el actual bombardeo militar de Gaza por parte de Israel y silenciar las críticas de la comunidad internacional.

Condenamos los recientes ataques contra civiles israelíes y palestinos y lamentamos esa terrible pérdida de vidas. En nuestro dolor, nos horroriza ver cómo la lucha contra el antisemitismo se convierte en un arma como pretexto para cometer crímenes de guerra con intenciones genocidas declaradas.

El antisemitismo es una parte insoportablemente dolorosa del pasado y presente de nuestra comunidad. Nuestras familias han escapado de guerras, acoso, pogromos y campos de concentración. Hemos estudiado las largas historias de persecución y violencia contra los judíos y nos tomamos en serio el antisemitismo actual que pone en peligro la seguridad de los judíos en todo el mundo. Este octubre se acaba de cumplir el quinto aniversario del peor ataque antisemita jamás cometido en Estados Unidos: los once fieles del Árbol de la Vida (o L’Simcha) en Pittsburgh, que fueron asesinados por un pistolero que defendía teorías de conspiración que culpaban a los judíos de la llegada de migrantes centroamericanos y, al hacerlo, deshumanizó a ambos grupos. Rechazamos el antisemitismo en todas sus formas, incluso cuando se hace pasar por una crítica al sionismo o a las políticas de Israel. También reconocemos que, como escribió el periodista Peter Beinart en 2019, “el antisionismo no es inherentemente antisemita y afirmar que lo es utiliza el sufrimiento judío para borrar la experiencia palestina”.

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Consideramos que esta táctica retórica es la antítesis de los valores judíos, que nos enseñan a reparar el mundo, cuestionar la autoridad y defender a los oprimidos frente al opresor. Es precisamente por la dolorosa historia del antisemitismo y las lecciones de los textos judíos que defendemos la dignidad y la soberanía del pueblo palestino. Rechazamos la falsa elección entre la seguridad judía y la libertad palestina; entre la identidad judía y el fin de la opresión de los palestinos. De hecho, creemos que los derechos de judíos y palestinos van de la mano. La seguridad de cada pueblo depende de la del otro. Ciertamente no somos los primeros en decirlo y admiramos a quienes han modelado esta línea de pensamiento a raíz de tanta violencia.

Entendemos cómo se han combinado el antisemitismo y la crítica a Israel o al sionismo. Durante años, decenas de países han defendido la definición operativa de antisemitismo de la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto. La mayoría de sus once ejemplos de antisemitismo se refieren a comentarios sobre el Estado de Israel, y algunos están lo suficientemente abiertos a la interpretación como para limitar el alcance de una crítica aceptable. Es más, la Liga Antidifamación clasifica el antisionismo como antisemitismo, a pesar de las dudas de muchos de sus propios expertos. Estas definiciones han servido de andamiaje para las relaciones cada vez más profundas del gobierno israelí con fuerzas políticas antisemitas de extrema derecha, desde Hungría hasta Polonia, Estados Unidos y más allá, poniendo en peligro a los judíos en la diáspora. Para contrarrestar estas definiciones radicales, un grupo de estudiosos del antisemitismo publicó la Declaración de Jerusalén en 2020, que ofrece directrices más específicas para identificar el antisemitismo y distinguirlo de las críticas y el debate en torno a Israel y el sionismo.

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Las acusaciones de antisemitismo ante la más mínima objeción a la política israelí han permitido durante mucho tiempo que Israel mantenga un régimen que grupos de derechos humanos, académicos, analistas jurídicos y organizaciones palestinas e israelíes han llamado apartheid. Estas acusaciones continúan teniendo un efecto paralizador en nuestra política. Esto ha significado represión política en Gaza y Cisjordania, donde el gobierno israelí confunde la existencia misma del pueblo palestino con el odio a los judíos en todo el mundo. En propaganda dirigida internamente a sus propios ciudadanos y externamente a Occidente, el gobierno israelí afirma que el agravio palestino no tiene que ver con la tierra, la movilidad, los derechos o la libertad, sino más bien con el antisemitismo. En las últimas semanas, los líderes israelíes han seguido instrumentalizando la historia del trauma judío para deshumanizar a los palestinos. Mientras tanto, los israelíes son arrestados o suspendidos de sus trabajos por publicaciones en las redes sociales que defienden Gaza. Los periodistas israelíes temen las consecuencias por criticar a su gobierno.

Ver texto completo y las firmas aquí

Traducción: Silvio Schachter

La foto corresponde al acto de miembros de la colectividad judía en la Estación Central de Nueva York, para detener la masacre en Gaza,  con la consigna: “Jews say no in our name”

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