El dato de inflación minorista de octubre fue una buena señal para el equipo del ministro/candidato Massa. Luego del triunfo por puntos en el debate con el candidato de La Libertad Avanza, se acentuó la baja de los dólares paralelos, lo que indica que “el mercado” cree con una alta probabilidad en el triunfo del oficialismo, o de un Milei en modo Gatito Mimoso. Se van delineando los ejes de un plan de estabilización macroeconómica.
En octubre de 2023 la inflación minorista llegó a 142,7% en comparación con el mismo mes del año pasado. En lo que va del año los precios subieron 120%. El pésimo dato se complementa con el buen dato de la caída de la inflación mensual que, contra los pronósticos privados, cayó al 8,3% en comparación con septiembre. Alimentos y bebidas no alcohólicas subieron “tan sólo” 7,7%, pero acumulan 153,8% en los últimos doce meses. Todos valores por encima de la evolución de los salarios promedio, de las jubilaciones y pensiones (sin bonos), y del salario mínimo. La pobreza y la indigencia continúan en ascenso: la canasta básica total llegó a 345 mil pesos para una familia de dos adultxs y dos niñez, mientras que la canasta de crianza alcanzó 157 mil pesos para un niñe de menos de hasta 1 año de edad.
La “caída” en la inflación mensual es producto de la combinación de dólar oficial fijo desde hace dos meses, de la caída fuerte de los tipos de cambios paralelos luego de la primera vuelta electoral y de aumentos limitados por decisión oficial en la mayoría de los bienes y servicios con precios regulados. Nada indica que la reducción de la inflación mensual continúe luego de la segunda vuelta electoral.
Entrando en los últimos días de la semana previa a la elección definitiva, nos encontramos con un dólar llamativamente “planchado”. Entre la previa de la primera vuelta y esta semana, esos valores cayeron entre 10% y 30%, según el caso (dólar MEP, CCL, blue, dólar cripto). En simultáneo, se observa que continúa la caída fuerte en el dólar futuro. La expectativa es una devaluación fuerte en diciembre 2023 (casi 70%) pero dentro de parámetros de no dolarización y no hiperinflación. La apuesta predominante de los actores en los mercados financieros parece ser un triunfo de Massa, o un triunfo del Gatito Mimoso (un Milei condicionado por Macri y cía). Apuesta, no certeza. Es un valor promedio: si en definitiva gana Milei, seguramente el dólar se dispare.
Sin tener la bola de cristal, podemos decir que parece que se va despejando el panorama del programa de estabilización macroeconómica que los partidos del ajuste pondrán en juego: el consenso es que “no hay margen para el gradualismo”. Massa ya anunció que su Ministro de Economía sería de otra fuerza política, y Milei coquetea con economistas del espacio PRO, así que podemos especular que no habría diferencias sustantivas (tal vez si de grado, intensidad y velocidad) en ese camino. Los nombres en danza desde el massismo van desde Marina dal Poggetto hasta Martín Redrado, pasando por Carlos Melconián y Gabriel Rubinstein (su actual vice-ministro). En La Libertad Avanza se habla de Federico Sturzenegger (ex-presidente del BCRA durante parte del gobierno de Macri) y algún otro viejo conocido del gobierno de Cambiemos; hasta Domingo Cavallo se presentó dispuesto a ayudar a Milei.
El punto de partida del programa de estabilización ya fue anunciado por el ministro-candidato: un presupuesto nacional con déficit cercano a cero, o eventualmente superávit fiscal. El consenso hegemónico es que no hay margen para aumentar el endeudamiento público en pesos y tampoco para seguir financiando el gasto público con emisión monetaria. Esto significa continuar con el recorte en el gasto público ya en marcha (el gasto corriente del Estado nacional está cayendo 4,6% en términos reales en lo que va del año, en comparación con igual período del 2022) y de ser posible ampliar la base de impuestos (en principio, a partir de la reducción de las exenciones impositivas que año a año se renuevan). En el marco de esa estrategia también deberán ser compensadas de alguna forma la eliminación definitiva del impuesto a los salarios (4ta categoría del impuesto a las ganancias), la devolución del IVA y la propuesta de reducción de retenciones a las exportaciones agropecuarias.
El punto dos del programa de estabilización macroeconómica gira en torno a “corregir” los precios relativos. Es decir, aumentar los precios de servicios y bienes regulados para que alcancen al menos la inflación promedio. La idea de que los precios del transporte público, los servicios públicos de energía, agua y gas, el combustible, etc., están “retrasados” respecto de la inflación acumulada es generalizada entre les economistas de los partidos del orden. Es de destacar que los ajustes de precios previstos (aún no anunciados) se producirán sin considerar que las empresas en todos esos rubros (en general) están haciendo pingües ganancias a los precios actuales. Por supuesto, esa “corrección” supondrá un fogonazo inflacionario violento.
Acompañando este proceso estará la “unificación cambiaria”. Es de esperar que el gobierno decida más temprano que tarde reunificar el mercado cambiario y reducción progresiva de las restricciones a la compra/venta de moneda extranjera; Massa anunció que el “cepo” se eliminaría a finales de 2024. Seguramente, buscará establecer dos tipos de dólar. Por un lado, luego de una devaluación del tipo de cambio oficial al rango de los 600-650 pesos a valores de hoy (con intervención del Banco Central), seguramente se establezca ese dólar caro para importadores y exportadores, junto con un dólar “libre” (“turista y financiero”) para el resto de las transacciones, que seguramente ronde los 1000 pesos (a valores de hoy); esto iría acompañado del final definitivo del “dólar ahorro”, “dólar tarjeta”, y otras versiones de dólares regulados y subsidiados (en comparación con el actual dólar MEP, CCL o blue). Los mercados a futuro parecen esperar algo de esto: un dólar oficial en torno a los 650 pesos para diciembre. La expectativa es que en ese rango, la economía recupere progresivamente el superávit comercial (una diferencia positiva entre exportaciones e importaciones) y el Banco Central multiplique la acumulación de reservas internacionales. Claro está, la devaluación inicial del dólar oficial sumará varios puntos a la inflación de los meses subsiguientes, y acelerará la recesión ya evidente: la producción industrial cayó 3,6% en los doce meses hasta septiembre de 2023.
Finalmente, a partir del 20 de noviembre, es de esperar que el nuevo gobierno tome la tarea de renegociar los vencimientos de la deuda pública inminente pero imposible de ser pagados en las condiciones actuales (es decir, sin dólares en el Banco Central) y rediscutir el acuerdo con el Fondo. Está próxima la llegada de una nueva misión del FMI para evaluar los compromisos asumidos por el Ministro Massa hace apenas unos meses, ninguno de los cuales fue cumplido (aunque hoy a nadie le importe eso).
La incertidumbre más grande (que depende mucho de quién gobierne en efecto) es cómo contendrán las demandas populares inmediatas. Sin medidas compensatorias, la devaluación de los ingresos de las y los trabajadores será mayúscula y multitudinario el repudio en las calles al gobierno entrante. Un gobierno de Milei, Villarruel y Macri, tendrá seguramente una respuesta más dura en lo represivo, y en la magnitud de los ajustes. Un gobierno de Massa buscará canalizar las protestas dentro del marco de las instituciones del Estado ampliado (sindicatos, organizaciones territoriales afines, etc.), reprimiendo pero buscando construir un consenso político y una esperanza indeterminada.
El país enfrenta un momento bisagra, un punto de inflexión. Si el programa de estabilización macroeconómica “funciona”, la acumulación de reservas permitirá establecer un sendero controlado para el dólar a mediano plazo. Queda por verse si y cómo podrán desandar la indexación masiva (ajuste generalizado de precios y salarios) de la economía nacional para desarticular el proceso inflacionario. Queda por verse si las y los trabajadorxs aceptarán asumir los costos de la desinflación (más caída salarial, sedimentando una matriz de distribución del ingreso aún más desigual) o conseguirán compensaciones suficientes.
En cualquier caso, la esperanza oficial será un capitalismo verde (más o menos desarrollista, más o menos financiarizado) donde las exportaciones de Vaca Muerta, el litio y otras minerías, y una buena cosecha permitan hacia la segunda mitad del 2024 crear las condiciones generales de un nuevo proceso de crecimiento y baja progresiva en la inflación, luego del shock regresivo. El nuevo proyecto estará basado en el saqueo de las riquezas naturales y bienes comunes, la consolidación de la precarización ampliada de la vida y el trabajo, y la multiplicación de las exportaciones para el repago de la deuda odiosa; nada nuevo.
El domingo 19 se determinarán los detalles de las batallas por venir y el enemigo a enfrentar: un gobierno de orientación fascista, violento con un presidente desquiciado y una vicepresidenta perversa, o un gobierno de unidad mayoritaria de los partidos del orden que conduzca el ajuste con represión selectiva, intentos de integración de parte de las organizaciones populares, y apunte a construir una nueva hegemonía neodesarrollista “verde”.
Con suerte, nos enfrentaremos a un momento similar a 2002 pero no construido sobre la base de las condiciones impuestas por una rebelión popular. Al contrario, la nueva etapa apunta a nacer del condicionamiento colectivo forjado por la amenaza del fascismo, en el poder estatal si gana Milei o en el territorio aún si pierde. Se cierra el ciclo nacido con el “Que se vayan todos”; se abre un nuevo tiempo para forjar nuevas luchas colectivas y solidaridades, desde abajo y a la izquierda.
Fuente: Tramas