El Diplo sacó dos buenos primeros y rápidos artículos de balance de las elecciones. Los títulos son de por sí elocuentes. El de Fernando Rosso se llama “Un milagro para Milei”. El de Natanson “Lo imposible”.
Los dos buscan, y encuentran, razones para explicar lo inesperado. Después del triunfo de Massa en las elecciones generales y la suma de desaciertos posteriores de Milei, más su pobre performance en el debate, la sensación era que Massa ganaba, que estábamos a salvo de la locura, del salto al vacío y a lo peor de la dictadura que implicaba el triunfo de la LLA
Pero fue batacazo y Milei ganó por paliza y por todos lados; atravesando el mapa nacional y las distintas clases sociales.
Y dejamos de repetir “Es la política”, para retomar el clásico “Es la economía, estúpido”. Pero es un poco más complejo.
¿La culpa es de Alberto y su pésimo gobierno? Sin dudas.
¿De Cristina? Claro.
Y de Massa, y Guzmán, y la burocracia sindical, Insaurralde y el peronismo todo.
Llegamos al final del gobierno de Fernández-Fernández -sexto mandato peronista desde el ’83 (dos de Menem, dos de Cristina, uno de Néstor y uno de Alberto)- con una extendida sensación de frustración, de hartazgo, de bronca: ¡Ya basta! ¡Así no queremos seguir! son los clamores que se repiten entre lxs jóvenes, pero también entre lxs mayores.
Para ser justos hay que decir que se trata de un problema que excede largamente nuestras fronteras nacionales. La larga y profunda crisis del capitalismo, el retroceso en las condiciones de vida de las grandes mayorías vienen desde hace ya largos años encontrando su camino de salida en el voto a sectores de ultraderecha que sin ambages platean que la solución es más y más capitalismo. Trump, Bolsonaro, Meloni, Kast, etc.
Pero además entiendo que corresponde hacer justicia yendo más allá de los gobiernos peronistas e incluir a todos los gobiernos de estos 40 años. Es decir, sumamos a Alfonsín, De la Rua y Macri.
Sí, todos en la misma bolsa. Porque, más allá de sus evidentes diferencias, de sus notorios matices, todos coincidieron en sostener el modelo económico impuesto durante la dictadura militar. Me acuerdo de la Carta Abierta de Rodolfo Walsh y siempre me gusta citarlo:
En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.
¿De qué otra manera se puede llamar a un modelo económico con el 50% de lxs trabajadorxs sin derechos, el 60% de lxs niñxs bajo la línea de la pobreza y millones de jubiladxs recibiendo un ingreso miserable? Decimos con convicción que “a la dictadura no volvemos”. Y está muy bien para referirnos a la defensa de la vida y de los derechos democráticos más elementales. Pero en lo que se refiere a lo económico hay que asumir que nunca nos fuimos.
En lo profundo del descontento, en ese agobio de lo económico, está la “miseria planificada” que nos legó la dictadura. Es cierto que la economía argentina prácticamente no crece; pero a ese dato hay que sumarle el obsceno crecimiento de la desigualdad. A algunos les va muy bien. En estas décadas hemos perdido algún registro de distribución equitativa que nos diferenciaba de otros países de la región.
A 40 años de la asunción de Alfonsín lo que salta a la vista, dolorosamente, es que venimos transitando “la democracia de la derrota”. Se fueron los militares, los echamos, pero los sectores de poder dejaron la cancha bien marcada: el modelo económico no se discute. Por eso después de 40 años de democracia y de gobiernos de distintos signos llegamos a este punto donde está muy claro que con la democracia no se come, ni se cura, ni se educa.
Igual quiero evitar confusiones. Porque también de lo que estamos cansados es de los que se proponen para gobernar para devolverle “la felicidad a nuestro pueblo”, y cada vez que le toca hacerlo dicen que el poder en realidad está en otro lado y que tenemos que entender la relación de fuerzas. Eso sí, a ellxs les va muy bien. ¿Cómo no va a sumar Milei despotricando contra la casta política? En sus diversas variantes el peronismo es parte fundamental de este consenso de la democracia de la derrota que no hace más que garantizar los privilegios de los poderosos.
Párrafo aparte para el fracaso de la izquierda. Se trata también de un proceso mundial. Sin dudas tiene que ver con las experiencias fracasadas en URSS y en otros lados. No movemos el amperímetro. No alcanzamos a construir una propuesta que seduzca a millones, que entusiasme a lxs jóvenes, que se vea como una perspectiva deseable, posible. Siguen primando la dispersión, el fraccionalismo, la lógica del pequeño grupo, la incapacidad para construir una narrativa que interpele a franjas importantes del movimiento de masas.
El movimiento popular en general entra ahora en una etapa nueva, diferente a las transitadas, más difícil.
Nos toca reflexionar, debatir fraternalmente, construir unidad en la resistencia. Lo hemos hecho muchas veces. Es lo que mejor hacemos.
Pasó lo imposible, se dio el milagro, ganó Milei y hoy los votos le dan poder. Pero no le va a ser nada fácil a su gobierno avanzar e imponer los recortes de derechos que se propone.
El desafío es resistir. Pero, además, inevitablemente, debemos empezar a construir una alternativa de poder desde los sectores populares. Tenemos que construir una perspectiva diferente que deberá ser obrera, popular antimperialista, feminista y ecosocialista. De lo contrario daremos luchas heroicas y frenaremos sucesivas avanzadas, pero nunca saldremos de la noria de la miseria planificada de la que nos hablaba Walsh.
Excelente nota. Da en el clavo. Hay q construir es alternativa, sin eso no hay cambio posible. Claro q deberá estar formada x la mayoría de los explotados, no por direcciones o vanguardias esclarecidas