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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

Ideas para entender por qué fracasó el Plan de Recuperación Económica

El plan de recuperación económica anunciado desde julio del año pasado y puesto en practica desde mediados de agosto de ese mismo año, tenía varios objetivos que, en su momento especificó el Jefe de Estado y que los podemos englobar en los anclajes al salario, a los precios y al dólar, el ataque a la espiral hiper inflacionaria, el equilibrio fiscal que buscaba como última instancia, según lo señalado, lograr el déficit cero, elevar la producción, incrementar el ingreso de divisas, lograr la expansión del petro como moneda de intercambio comercial tanto dentro como fuera del país, mejorar los sistemas de transporte público y privado, regularizar la entrega de alimentos a través de los CLAP “cada 15 días” e incorporar a este mecanismo de distribución nuevas experiencias como el CLAP de limpieza y de otros rubros.

Estas ideas fueron resumidas en nueve lineas de trabajo que se abordarían con especial atención para atender las necesidades del pueblo venezolano tan golpeado y agobiado por una terrible crisis económica, nunca vista por país alguno en el continente y que un doce meses después de esos anuncios parece no querer tener fin o punto de quiebre.

Sin embargo, es bueno recordar que el Presidente de la República planteó un plazo de dos años para comenzar a ver resultados concretos de crecimiento económico, solo que el momento es más que propicio para evaluar si vamos encaminados a presenciar el surgimiento de la economía venezolana como el ave fénix o la continuidad del retroceso.

Ya ha pasado un tiempo más que prudencial y el devenir económico antes de estar cerca de comenzar a crecer se sigue deteriorando, no sólo porque los planes que inicialmente se proyectaron poco funcionaron, algunos realmente ni siquiera arrancaron nunca como el caso del incremento de la gasolina, sino que la propia dinámica de agresión permanente contra Venezuela ha sido evidentemente un factor que ha jugado muy en contra. A todos estos factores, que en realidad generan una gran mescolanza, se le adiciona la escasa capacidad de reacción que desde el sector publico y privado se le ha dado al bloqueo de la administración Trump.

Esto en ningún momento quiere decir que desde los sectores populares, generalmente olvidados, lanzados por obligación y necesidad al ruedo de la competencia asimétrica, no estén comenzando a nacer experiencias significativas que poco a poco van a ir generando un nuevo metabolismo tanto productivo como innovador, pero, a decir verdad esas experiencias están sobreviviendo y surgiendo más por acción colectivo-popular que por intervención del Estado, mucho menos por las acciones tomadas en el marco del Plan de Recuperación Económica.

Allí, en ese potencial se encuentra en estos momentos lo que podría ser la columna vertebral de un verdadero plan que se aboque a desarrollar las capacidades de inventiva de pequeñas y medianas empresas, que paradójicamente no fueron tomadas en cuenta en la época de bonanza. A quien si se tomó en cuenta fue al gran capital que si disfrutó las mieles de la economía del derroche, se apropió del grueso de la renta petrolera y ahora en momentos de apremio abandonó el barco. A esos esfuerzos que progresivamente van de pequeña escala a niveles más amplios, se unen también los proyectos, que con las uñas y mucho ensayo y error, aportan personas, colectivos y comunidades, en una especie de parto por necesidad, urgencia y supervivencia.

En las dos primeras semanas a los anuncios del plan hubo cambios drásticos en positivo que incluso generaron un ambiente de optimismo dentro de la mayoría de la población. Luego de vivir en un permanente estado de perdida continua del poder adquisitivo, el bolsillo del pueblo asalariado sentía (por fin) un enorme alivio que se traducía en pasar de recibir 0,87 dólares al mes a ganar 30 dólares. En términos más digeribles el trabajador venezolano compraba antes del 20 de agosto con su mes de salario y a duras penas 15 huevos, un día después de los anuncios pasó a comprar unas 500 unidades de huevos, algo diametralmente opuesto, sólo que ese bienestar no se logró mantener en el tiempo, fue una especie de sueño efímero, de alegría de tísico.

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Esta drástica mejora nos llevó, en un abrir y cerrar de ojos, de percibir el peor salario mínimo de la historia contemporánea venezolana a percibir un salario que si bien no era el mejor de la historia reciente si generaba las condiciones para que la población incrementara los niveles de consumo, lo que evidentemente impactaría en la dinamización tan anhelada de la economía, en disminuir los inmensos niveles de abandono laboral tanto en la empresa pública como privada y en frenar el enorme éxodo de venezolanos que impulsados por la propia crisis y por la idealización político-mediática de una falso progreso, un resurgimiento del “sueño americano”, esta vez regionalizado, amenazaba con dejar al país sin generación de relevo.

Menciono que la mediática y el discurso político crearon en el imaginario del venezolano una falsa idea de progreso en países vecinos porque no es que en Venezuela no se explote al trabajador, es obvio que un salario pauperizado como el venezolano es clara muestra de explotación, no es que nuestro sistema de salud sea una maravilla o que la educación marche al paso avasallante que debería marchar en una Revolución, sino porque las condiciones de pauperización de la clase trabajadora latinoamericana son muy complejas en países que muestran cifras macroeconómicas que resultan muy positivas pero solo para el gran capital y las transnacionales, los pobres y más aún, los inmigrantes poco se benefician de que Perú tenga niveles significativos de crecimiento de su PIB, que en Chile la tasa de rentabilidad haya aumentado o que en Colombia la seguridad en las inversiones vaya en ascenso.

Además de ello hay algo que monetariamente no se puede medir, y que resulta un error recurrente tanto en la medición de variables económicas, como en quienes pintan al mundo exterior como una panacea de prosperidad y progreso y a Venezuela como un lugar donde los que nos quedamos morimos de hambre y conformismo, y es el caracter de una sociedad muy singular que con todas las desviaciones, problemas y adversidades habidos y por haber no pierde su sentido humano, solidario y de colectivismo. Eso indudablemente no tiene valor en dólares ni aparece en las estadísticas del Banco Mundial, del FMI o en los análisis de los tecnócratas.

A pesar que el Jefe de Estado dijo en reiteradas ocasiones que esto se trataba de una “reconversión integral de la economía”, que abordaba “medidas detallistas y milimétricas”, diseñadas con “una fórmula maestra por expertos económicos, matemáticos (…) una fórmula real para la estabilización económica”esto pareciese no fue del todo así. Si bien y como ya se dijo, la dinámica de agresión, sanciones y bloqueos se intensificó entre el último trimestre de 2018 y lo que va de 2019, a niveles nunca vistos, hay aspectos que quedaron en el aire, que se incluyeron de manera algo idealista o que fueron ignorados por esos expertos.

Precisamente la falta de integralidad de las medidas tiró por la borda uno de los temas más sensibles y que más nos siguen agobiando en el sentido no solo de la gestión y aprobación de gobierno sino en la propia superación de la crisis, me refiero al salario mínimo.

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Antes indicamos que previo al arranque del plan el ingreso de un trabajador formal era de 0,87 dólares, una vez iniciado alcanzó los 30 dólares, a los 90 días ya era de 7,30 dólares, a los 6 meses 5,96 dólares y al momento, un año después 4,27 dólares mensuales. Esto es de manera graficada una linea muy cercana a cero que luego del 20 de agosto presentó un acelerado ascenso, pero que después de esa fecha presentó una también acelerada pero caída que nos conduce al valor de partida o valor inicial.

Inicialmente se dijo que el salario mínimo sería anclado al petro, algo que ayudaría a mantener una actualización permanente del mismo, evitando la perdida contínua del poder adquisitivo del trabajador. El anclaje pudo llevarse a cabo sobre otras monedas como el dólar, por solo dar un ejemplo, también se pudo poner en practica sobre algún producto o grupo de productos de la cesta básica, no obstante se decidió el petro como una forma, lo percibí así, de darle empuje a esta experiencia y de a su vez sustituir progresivamente al bolívar de las transacciones cotidianas del venezolano, una especie de reedición del plan real brasileño. Se habló incluso de establecer los bienes y servicios tanto en bolívares como en petros para que la población se fuera familiarizando.

Pero, más allá de lo dicho, no ocurrió nada de lo arriba señalado: nació, de las cabezas de algún iluminado, el crear dos petros, uno para los ingresos del Estado, dígase venta de monedas, pago de tasas, entre otros, y uno para los egresos del Estado, es decir pago de nóminas salariales, pensiones y demás. Lo que representaba una solución efectiva para aliviar el problema de millones de familias asalariadas se convirtió en un dolor de cabeza para las mayorías, una nueva distorsión que se añade al sinnúmero de distorsiones que tan peculiar hacen a nuestra economía.

A la fecha el petro de los pobres o “tasa fija”, con el cual se calcula el salario mínimo es de 80.000 bolívares, mientras el petro real o “tasa variable” es de 863.122 bolívares. Los salarios por ende nunca se actualizaron permanentemente como se dijo; peor aún, logros de la clase trabajadora como las tablas salariales y las contrataciones colectivas prácticamente desaparecieron, también perdieron utilidad las cajas de ahorro, las liquidaciones y los bonos por vacaciones; los precios de bienes y servicios, con pequeñas excepciones aisladas, no se publicaron en bolívares y petros al mismo tiempo; y los indicios que marchaban hacia un plan real venezolano se diseminaron en el amplio espectro de la crisis.

Como en su momento se dijo (ver: En riesgo de desaparecer el plan de recuperación económica y el bolívar soberano: propuesta para evitarlo publicado el 16/11/2018), además de lo salarial, el anclaje de precios y del dólar tampoco funcionaron, nuevamente las concepciones simplistas que se tienen de un problema tan complejo, profundo y con tantas raíces como la escalada hiperinflacionaria y de devaluación, pesaron. Sobre la primera indudablemente iba a seguir en ascenso así se sentaran en una mesa a “congelar” 50 productos previamente acordados con sectores industriales acostumbrados a que les den y no a dar; con la devaluación de la moneda hay igualmente visiones limitadas: desde el arranque del plan y hasta la fecha el bolívar ha perdido 99,60% de su valor actual, para finales de agosto de 2018 un televisor de alta gama costaba 25.000 bolívares, hoy un kilo de carne casi duplica ese monto.

El bolívar sigue, aún con la más reciente liberación del dólar, siendo devaluado por agentes externos e internos que dominan el mercado negro, el dólar oficial corre presuroso y siempre relegado del paralelo, lo que demuestra que la hegemonía de lo ilegal continua privando sobre el comportamiento del dólar.

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En anteriores oportunidades he insistido que el proceso devaluativo se hace desde territorio colombiano, específicamente desde la ciudad de Cúcuta, pues este enclave reúne ingentes capitales provenientes de varias actividades altamente lucrativas: legitimación de capitales, narcotráfico, contrabando, más recientemente remesas que se envían a ciudadanos venezolanos, entre otras que convierten a esta metrópoli no en una zona de desarrollo financiero cualquiera sino en una especie de Banco Central paralelo al venezolano.

Aun cuando esto es así y cuando hasta el propio Jefe de Estado ha denunciado en reiteradas ocasiones que desde Colombia se afecta la economía venezolana, no hay movimientos que denoten una especial atención. La presencia de instituciones del Estado, como el Banco Central de Venezuela, SUDEBAN, la oficina de Inteligencia Financiera y el Ministerio de Finanzas en zona de fronteras es casi nula.

Conviene preguntar: ¿De qué forma se va a lograr arrebatar el dominio que año tras año han tenido grupos financieros en el tema cambiario si ni siquiera se tiene presencia en el sitio, si tampoco hay estudios oficiales que de manera científica expliquen los mecanismos de lavado de capitales y de afectación a nuestra economía? Mientras el entramado institucional siga en Caracas y no desplegado en los puntos neurálgicos del país difícilmente habrán resultados de gobernanza diferentes a los actuales.

A modo de conclusión y dejando muchos otros temas sin analizar, pero que igualmente no funcionaron, como el llamado “déficit cero”, el incremento de la producción y el incremento de los ingresos en divisas, (los dos últimos fuertemente influenciados por las sanciones estadounidenses pero sin contrarespuesta por parte del ejecutivo). Es perentorio decir que la no continuidad de los diversos planes que desde el poder central se han anunciado: Ofensiva Económica (2014), Estado Mayor para la Recuperación Económica (2015), Plan de Emergencia Económica (2016), las Seis Líneas de Acción (2016) y los 15 motores de la Agenda Económica (2016-2017) y Plan de Recuperación Económica (2018-2019), se debe a la falta de integralidad en las acciones tomadas, lo que supone un desconocimiento en la profundidad del problema, a la idealización, a veces hasta romántica de la economía, a la falta de análisis y estudio científico en la toma de decisiones y a la falta de coordinación y cuerpo dentro de las propias estructuras estatales.

No tenemos otra opción como República que corregir e impulsar, pero de verdad, más allá del mero discurso y de las frases vacías que hoy tanto abundan. El imperialismo seguirá al acecho atacándonos no solo hasta quedarse con nuestras riquezas, sino hasta vernos aniquilados moralmente. Le conviene sentar otro precedente en la historia, de lo mal que le va a los pueblos que deciden ir contra la corriente, de los que les llevan la contraria; los otrora aliados latinoamericanos seguirán viendo los toros desde la barrera con sumo cuidado de que el imperialismo no la agarre contra ellos (de nada vale esa política del cuidado, igual les atacará), el sector privado venezolano, en el mejor de los casos, seguirá paralizado mientras no vea jugosas facilidades en divisas casi regaladas para reactivar su aparato importador-especulativo. Le queda por tanto la carga y la responsabilidad histórica de salvar la patria a los patriotas, estén o no en posiciones de gobierno, estén o no con el gobierno legítimamente constituido.

FUENTE: 15 y Último 

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