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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

Izquierda independiente: balance y perspectivas

Este texto propone una reflexión sobre la actualidad y el devenir de la izquierda independiente, tomando como disparador los debates planteados en un reciente trabajo de Miguel Mazzeo. Afirmamos que en la actualidad este espacio político atraviesa una crisis identitaria en donde los debates sobre la herramienta política, las apuestas por la disputa institucional y la concepción de poder aparecen en discusión.

1. “Entre la reinvención de la política y el fetichismo del poder” viene a plantear una incomodidad, una reflexión que destripa y expone a la generación militante que se reconoce formada en la insurrección popular de diciembre de 2001. Y no hay nada de casual en esto.

La tesis que atraviesa el trabajo es la de una crisis de identidad de la izquierda independiente. Este es el punto de partida desde el cual el autor propone una reelaboración de los nudos de subjetividad que atraviesan esa identidad en crisis. Para eso, identifica con claridad un piso de certezas estratégicas que constituyen las ideas fuerza de este espacio político: la apuesta a la autoactividad popular; la política entendida como resistencia (no escindir lo social de lo político); la concepción de la militancia como experimentación prefigurativa; y la idea de autonomía como forma democrática sustancial que promueve una sociabilidad no alienada.

Pero la revisión de estas ideas fuerza no constituye un ejercicio de abstracción, sino un esfuerzo por enraizarlas en el presente. Por eso, estos elementos identitarios se sintetizan en tres momentos que son inherentes a la praxis política de la izquierda independiente y, de alguna forma, crean un horizonte de construcción: comunidad, poder popular y lucha de clases.

Sin embargo, basados en un empirismo que no logra observar más allá del evidente marco de fragmentación en que se encuentra, para algunos las incertezas de las izquierda independiente son suficientes para plantear su agotamiento como ámbito desde donde erigir un proyecto emancipatorio. Resulta necesario entonces afirmar que la izquierda independiente o popular no es tanto la delimitación, más o menos clara, de un conjunto de organizaciones, sino un espacio político que lleva inscriptas ciertas coordenadas estratégicas de construcción. En esa clave, Mazzeo rastrea los núcleos de sentido que le dieron sustento, y sobre los que es posible proyectar su continuidad.

Como expresión de esta crisis, en los últimos años se tendió a perder la convicción de que existen condiciones para extender el desarrollo de este espacio político. En un contexto marcado a fuego por el posibilismo, en el que el retorno inviable a un capitalismo de bienestar se ofrece como panacea, la matriz de construcción asentada en el empoderamiento desde abajo aparece fuera de foco en la imagen, pensada para otro momento histórico. Pero la historia no es una imagen, sino una secuencia que es necesario observar a lo largo del tiempo. Así, las respuestas más novedosas de nuestro pueblo a los procesos de desposesión (precarización laboral, saqueo de los bienes comunes) se inscriben en el mapa de las resistencias de las que forman parte las experiencias de este espacio político. Lo mismo sucede al observar los procesos más avanzados de Nuestramérica, en donde el poder comunal aparece como vanguardia en la transición al socialismo.

Esta es la certeza para confiar y creer en la actualidad de su proyección real. Y esa proyección tiene una base de sustentación en el desarrollo de las ideas fuerza que atraviesan y caracterizan al espacio político de la izquierda independiente.

 

2. Al haber transcurrido más de una década desde sus orígenes en un contexto de lucha frente al neoliberalismo, la izquierda independiente comenzó un necesario momento de balance del camino transcurrido. Desde las organizaciones barriales que a mediados de los años 90 comenzaran a organizar las semillas del movimiento de trabajadores desocupados, el crecimiento de las organizaciones independientes en el movimiento estudiantil, el desarrollo de agrupaciones culturales o la consolidación de asambleas contra el modelo extractivista a lo largo de todo el país, estas experiencias llegan tras una década de gobiernos neodesarrollistas sin haber sido integradas al kirchnerismo, pero pagando caro el costo de esa autonomía.

Sin dudas, tras la salida de la crisis orgánica de 2001-2002, y luego de una explícita política de desmovilización de las organizaciones populares y la incorporación selectiva de parte de las demandas que ganaron las calles durante la rebelión popular, devino un momento de reflujo en la lucha social para el que era necesario obtener algunas conclusiones a modo de balance, que permitieran a la izquierda independiente responder ante la nueva coyuntura. Este es el marco de un proceso de debates que tuvieron (y tienen) lugar para intentar responder a interrogantes no menores: cómo posicionarse frente al neodesarrollismo (con su retórica dizque progresista) y qué autobalance realizar, qué recuperar o qué desechar de las experiencias desarrolladas tras el camino recorrido.

Un primer nudo en el balance de la izquierda independiente se encuentra en la actualización del debate sobre la herramienta política. Muchas de ellas signadas por un origen movimentista, las organizaciones de este espacio político parecen haber encontrado como solución a buena parte de sus problemas ensayar internamente mayores niveles de centralización, con el fin de lograr eficacia para responder ante una cambiante y dinámica realidad nacional. La tendencia a la centralización en la toma de decisiones garantizaría a las organizaciones un avance rápido hacia estructuras más sólidas que permitan salir de la temida marginalidad política, al mismo tiempo que resultaría en antídoto para las posiciones “retardatarias”, enemigas de la audacia política necesaria para la masificación de una propuesta al conjunto de la sociedad. Desde esta perspectiva, la fuerte impugnación que realizó la izquierda independiente a partir de una crítica a sustituísmo presente en formas tradicionales de la política (incluídas las propias organizaciones de la izquierda partidaria), quedaría sin efecto como una remora de infantilismo.

Por otra parte, la recomposición de la hegemonía burguesa y una recuperación relativa de la estatalidad capitalista, pareció confinar a las organizaciones populares al lugar de modestas experiencias con escasa proyección política. En este contexto, las construcciones de base multisectoriales comenzaron a presentarse como insuficientes para el espacio de la izquierda independiente. Se abrió entonces un debate en torno a la institucionalidad (burguesa) y las formas para su disputa.

Así, luego de largos debates, la izquierda independiente se dispuso a afrontar el impasse a partir del desarrollo de experiencias electorales, con el objetivo de disputar en todos los ámbitos y con la certeza de construir una política integral que no se limitara solo al terreno conocido (y por tanto, más cómodo) de las construcciones de base. Pero hay que advertir que estas experiencias electorales por momentos adquirieron un lugar sobredimensionado y, fundamentalmente, no lograron expresar de forma cabal las ideas fuerza que caracterizan al espacio de la izquierda independiente o popular. Seguramente, el hecho de haber realizado apenas los primeros intentos en este campo conllevan un proceso de prueba y error que sería injusto no considerar. Sin embargo, esos intentos electorales no se aprovecharon para visibilizar las construcciones en los barrios, las universidades o lugares de trabajo que permitieran mostrar otras formas de organización de lo público, como así también alentar la participación popular. Al contrario, por momentos se mimetizaron con lógicas sistémicas de la política como espectáculo.

Por último, este proceso de reflexión y balance en la izquierda independiente actualizó también los debates sobre el poder. Si en un comienzo se planteó la necesidad de abandonar posiciones testimoniales para demostrar verdadera “vocación de poder”, en poco tiempo la construcción de poder popular (desde abajo) como pilar estratégico y horizonte, comenzó a repensarse a la luz de su complementación con una “estrategia de poder” (desde arriba). Es una mirada que iguala (y rebaja) la construcción de poder popular a una estrategia insurreccional que no resuelve las contradicciones “por arriba”. Es una mirada, en definitiva, que menosprecia el análisis de las correlaciones de fuerza entre las clases sociales.

En realidad, más que un ajuste o aggiornamiento estratégico, se trata de un cambio sustancial en la concepción del poder para este espacio político, que pasó de entender que el poder es una relación social (y por lo tanto se puede construir en y con las clases subalternas), a comprender que el poder es algo que está allí y al que se debe llegar o apropiarse de algún modo (para lo cual es menester contar con una “estrategia”). Se trata, a nuestro entender, de una visión fetichizada del poder. O al menos, una mirada con poca confianza en la propia capacidad de construcción de poder popular.

Estos debates sobre la herramienta política, la disputa institucional y la cuestión del poder, realizados en un contexto de reflujo de la lucha social, aparecen como nudos en tensión que la izquierda independiente aún no termina por saldar. Son debates están abiertos. Resta saber si se resolverán reconstruyendo esa identidad en crisis, apostando a su refundación, o reabsorbiéndose en los marcos de un proyecto que a lo sumo aspire a la administración de lo existente.

 

3. La crisis de identidad que atraviesa la izquierda independiente o popular, puede llevar a las organizaciones que la integran a desconfiar de la real potencialidad de este espacio político para proyectarse y desde allí elaborar un proyecto alternativo de nación.

Sin embargo, es la izquierda independiente o popular, con el piso de certezas estratégicas que fue consolidando a lo largo de más de una década en la Argentina, el espacio político con mejores condiciones para construir ese proyecto alternativo anticapitalista, antipatriarcal y anticolonial. Un proyecto de nación que piense la transición hacia un socialismo raizal, feminista y nuestroamericano. Un proyecto de nación que construya un nuevo modelo societal y civilizatorio que contraste con el paradigma productivista y dependiente que el neodesarrollismo intenta mostrar como la única salida para nuestro continente.

En definitiva, la certeza en la proyección de la izquierda independiente radica en su capacidad por constituirse en alternativa a la vieja izquierda, al reformismo y al populismo. Pero edificar un proyecto revolucionario con verdadera carnadura popular, nada tiene que ver con el aprendizaje de saberes tecnocráticos, sino con un proceso de reinvención radical de la política. Y reinventar la política es subvertir la política burguesa, ponerla patas para arriba, y hacer crecer en el seno del pueblo las condiciones para el socialismo.

(*) Este texto es una versión del epílogo al libro de Miguel Mazzeo, Entre la reinvención de la política y el fetichismo del poder. Cavilaciones sobre la izquierda independiente argentina, Puño y Letra, Rosario, 2014.

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